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La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard

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prestar verdaderos servicios, mientras que aquí, en este maldito puesto de<br />

comandante, yo nada prometo. No puedo hacerme a él. Eso es más fuerte que yo. Que<br />

se ponga a otro hombre en mi lugar, un hombre capaz para ese menester.<br />

Perdónenme, camaradas, y que se me envíe al frente.<br />

Los delegados le pidieron que se retirara unos instantes, y él lo hizo en la actitud<br />

que sus palabras habían revelado. Se deliberó sobre el caso. Era evidente que su<br />

conducta no respondía a una mentalidad de jefe pagado de su jerarquía. Que era,<br />

precisamente, cuanto se quería saber. Se comprendió su sinceridad y sus razones, y se<br />

le llamó para decirle que el Congreso, habida cuenta de sus explicaciones, no<br />

sancionaría su falta, accediendo a gestionar el solicitado envío al frente. El agradeció a<br />

los delegados, y partió como había venido, muy sencillamente.<br />

Estos episodios parecerán, a algunos lectores, tal vez insignificantes para ocupar<br />

tanto espacio. Me permito expresarle que, desde el punto de vista revolucionario, los<br />

considero infinitamente más importantes, más sugestivos y útiles, en los menores<br />

detalles, que todos los discursos de Lenin, Trotski y Stalin, pronunciados antes,<br />

durante y después de la Revolución.<br />

El incidente Klein fue el último. Minutos después, el Congreso terminó sus<br />

labores.<br />

Relataré aún otro pequeño episodio, personal.<br />

A la salida encontré a Lubim, sonriente, radiante.<br />

-No se puede imaginar -me dijo- toda mi alegría. Usted, ciertamente, me ha visto<br />

muy ocupado en el curso del Congreso. ¿Sabe en qué? Soy experto en la formación de<br />

grupos de exploración y destacamentos especiales, materia que integraba el orden del<br />

día. Durante dos días trabajé con la comisión encargada de estudiar el punto y hallar<br />

una solución eficaz. Le di una buena mano, y me han felicitado. Siento la satisfacción<br />

de haber hecho algo bueno y necesario, que ha de servir a la causa. Estoy muy<br />

contento...<br />

-Lubim -le respondí-; dígame sinceramente: durante ese trabajo bueno y útil, ¿ha<br />

pensado usted un solo instante en su papel político? ¿Ha recordado ser miembro de un<br />

partido político y responsable ante él? Su trabajo útil, ¿no fue, justamente, apolítico,<br />

concreto, preciso, trabajo de cooperación, y no de cabeza, de dirección que se impone,<br />

de acción gubernamental?<br />

Lubim me miró, reflexivo.<br />

-En todo caso, el Congreso ha sido magnífico, bien logrado, lo confieso...<br />

-Eso es, Lubim. Reflexione sobre ello. Usted ha cumplido cabalmente su parte,<br />

realizando buen trabajo, desde el momento mismo que dejó de llenar su papel político,<br />

y prestado la colaboración como camarada conocedor del asunto. Ahí está, créalo, todo<br />

el secreto del éxito del Congreso. He ahí, también, todo el secreto del logro de una<br />

revolución. Es así como deberían obrar todos los revolucionarios, por doquiera, en el<br />

plano local y en escala más vasta. Cuando los revolucionarios y las masas lo hayan<br />

comprendido, la verdadera victoria de la Revolución estará asegurada.<br />

No he vuelto a ver a Lubim, ni sé qué ha sido de él. Si vive aún, no sé qué piensa<br />

hoy. Bien quisiera yo, en tal caso, que leyese estas líneas y recordase...<br />

<strong>La</strong> última victoria de los majnovistas sobre los denikistas. <strong>La</strong> toma de<br />

Yekaterinoslav:<br />

Días después de finalizado el Congreso de Alexandrovsk, los majnovistas se<br />

posesionaron definitivamente de Yekaterinoslav. Pero nada positivo pudieron organizar<br />

en ello, ni emprenderlo. <strong>La</strong>s tropas de Denikin, rechazadas de la ciudad, pudieron<br />

atrincherarse en sus proximidades, en la orilla izquierda del Dnieper, de donde los<br />

majnovistas no lograron desalojarlas. Diariamente, durante todo un mes, los denikistas<br />

bombardearon la ciudad, sometida al fuego de las baterías de sus numerosos trenes<br />

blindados. Cada vez que la Comisión de cultura del ejército insurreccional conseguía<br />

convocar una conferencia de los obreros de la ciudad, los denikistas, perfectamente<br />

informados, intensificaban el fuego, concentrándolo en el lugar de reunión. No era<br />

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