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La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard

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Integraban la primera catorce miembros del soviet, algunos delegados de la Unión<br />

de los obreros de los transportes marítimos y delegados de las naves de guerra y de los<br />

fuertes. Se creó, además, la función de comisarios especiales en los principales fuertes,<br />

encargados de asegurar una vinculación permanente entre ellos, el soviet y la<br />

Comisión, y también vigilar materialmente el buen estado de los fuertes, sus medios de<br />

acción, etc.<br />

<strong>La</strong> Comisión entendía en todo lo relativo a la defensa de Kronstadt y a sus<br />

necesidades técnicas. Debía poner en práctica el principio del armamento general del<br />

pueblo trabajador, ocuparse de la instrucción militar de los obreros, formar sus<br />

batallones, llevar al día el registro de todas las unidades de combate, etcétera. Debía<br />

vigilar igualmente el estado de los barcos mercantes, de pasajeros o de carga, llevar su<br />

inventario, dirigir las reparaciones; además, aprovechar la chatarra que colmaba el<br />

inmenso depósito de artillería.<br />

<strong>La</strong> Comisión de Propaganda, consideraba en extremo importante, desplegaba gran<br />

actividad educativa, no sólo en Kronstadt, sino también en localidades más o menos<br />

alejadas, cuyo radio se iba ampliando progresivamente por todo el país. De los fuertes,<br />

algunos de ellos a unos treinta kilómetros en el mar, o de los barrios de la capital,<br />

llegaban diariamente pedidos de oradores, informantes, propagandistas. <strong>La</strong> Comisión<br />

dirigía, recogía y difundía toda clase de literatura: política, social (socialista, comunista,<br />

anarquista) y divulgación científica, sobre todo de economía general, de economía rural,<br />

etc.<br />

Cada soldado se afanaba en hacerse, a sus expensas, de una pequeña biblioteca,<br />

que aprovechaba primero diligentemente para sí, esperando levarla más tarde a su<br />

ciudad o su aldea.<br />

El método para la elección y envió de los propagandistas merece atención. Todo<br />

taller, unidad militar o navío podía enviar un propagandista al interior. Quien deseara<br />

partir como tal debía declararlo a la asamblea general de su unidad o su taller. De no<br />

haber objeción, el comité de la unidad o del taller le entregaba una primera credencial,<br />

que era visada por la Comisión de Propaganda y remitida al secretariado del soviet, en<br />

cuya reunión general la candidatura debía ser apoyada por quienes conocían<br />

personalmente al solicitante. Si nadie se oponía por razones de orden revolucionario o<br />

moral, recibía del soviet la credencial definitiva, que habría de servirle de<br />

salvoconducto, garantía y permiso de estancia dondequiera se solicitara su concurso.<br />

Los gastos de estas misiones eran costeados por la caja del soviet, formada con<br />

los aportes voluntarios de los obreros. El propagandista llevaba casi siempre objetos<br />

especialmente fabricados por los obreros de Kronstadt para ser entregados a los<br />

campesinos como regalo. Los obreros de Kronstadt, particularmente los que<br />

conservaban su hogar campesino, montaron un taller en que trabajaban en sus horas<br />

libres para la producción de objetos indispensables a los campesinos, en cuya tarea<br />

eran ayudados por soldados y marinos especializados. <strong>La</strong> empresa se llamó Unión de<br />

los Trabajadores de Kronstadt, cuyo sello era estampado en cada uno de los objetos y<br />

utensilios fabricados. Una lista de ellos se publicaba periódicamente en Izvestia, del<br />

soviet de Kronstadt. <strong>La</strong> población entregaba de buena gana a la Unión el hierro viejo, y<br />

la Comisión Técnica se lo suministraba igualmente. Los emisarios de Kronstadt no<br />

dejaban nunca de llevar esos obsequios para los campesinos, distribuidos por los<br />

soviets locales. Así afluían en abundancia las cartas de los campesinos reconocidos,<br />

quienes prometían sostener a Kronstadt en su lucha «por el pan y la libertad».<br />

Otra iniciativa aún. Los habitantes de Kronstadt decidieron cultivar el terreno libre<br />

entre la costa y la ciudad; y al efecto crearon huertas colectivas. Cada grupo de<br />

cincuenta personas, del mismo barrio y lugar de trabajo, recibía un lote por sorteo,<br />

para trabajarlo en común, asistidos por expertos: agrimensores y agrónomos. <strong>La</strong>s<br />

cuestiones generales se trataban en reuniones de delegados o en asambleas generales.<br />

De las simientes se encargaba un Comité de Aprovisionamiento y los útiles de labranza<br />

eran facilitados por la ciudad, la que también proveía el estiércol, único abono<br />

disponible. Estas huertas fueron grandemente útiles a la población de Kronstadt, sobre<br />

todo en las épocas de hambre, 1918 y más tarde. Y el trabajo en colectividad estrechó<br />

vínculos solidarios, no sólo entre los miembros de una huerta colectiva ni entre los de<br />

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