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La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard

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CUARTA PARTE<br />

LA REPRESION<br />

CAPITULO PRIMERO<br />

LOS PREPARATIVOS.<br />

Una tarea le resultó plenamente al poder soviético: ya en la primavera de 1918<br />

había llevado bastante adelante la organización de sus cuadros gubernativos: policiales,<br />

militares y burocráticos. Así la base de la dictadura estaba creada, suficientemente<br />

sólida y enteramente sometida a quienes la habían establecido. Se podía contar con<br />

ella.<br />

Mediante esas fuerzas de coerción, disciplinadas y ya ciegamente obedientes, el<br />

gobierno anuló algunas tentativas de acción independiente, esbozadas en un punto y<br />

otro. Mediante esas fuerzas, en rápido aumento, acabo por someter a las masas a su<br />

feroz dictadura. Y mediante ellas, cuando estuvo seguro de su obediencia sin reservas y<br />

de la pasividad de la mayor parte de la población, se volvió contra los anarquistas.<br />

Durante las jornadas revolucionarias de octubre, la táctica de los bolcheviques<br />

frente a los anarquistas se redujo a utilizarlos al máximo como elementos de combate y<br />

de destrucción, ayudándoles, en la medida necesaria (armas, municiones, etc.), pero<br />

vigilándolos de cerca. Pero apenas lograda la victoria y conquistado el poder, el<br />

gobierno bolchevique cambió de métodos. Citemos un ejemplo chocante.<br />

Durante los duros combates de Moscú en octubre de 1917, el estado mayor de los<br />

Dvintzi (regimiento de Dvinsk ya citado) estaba instalado en los locales del soviet de<br />

Moscú. En el curso de los acontecimientos, un Comité revolucionario bolchevique se<br />

estableció y se proclamó poder supremo. Y de seguida, el estado mayor de los Dvintzi<br />

(conocido como anarquista) fue objeto de la vigilancia, las sospechas y la desconfianza<br />

del Comité, que le tendió en torno un cordón de espionaje. Una especie de bloqueo<br />

trataba sus movimientos.<br />

El anarquista Grachov, comandante del regimiento, veía que los bolcheviques se<br />

preocupaban no de la verdadera Revolución y sus problemas inmediatos, sino<br />

únicamente de las rivalidades y la toma del poder. Presentía que ellos acabarían por<br />

castrar la Revolución y llevarla a la ruina. Oprimido por profunda angustia, se<br />

preguntaba en vano cómo detener a tiempo la mano criminal del nuevo poder, presto a<br />

agarrotar la Revolución, y se concertó con algunos camaradas, tan impotentes, ¡ay!,<br />

como él. A falta de otra cosa, tuvo la idea de armar a los trabajadores lo mejor posible.<br />

Remitió, a varias fábricas, ametralladoras y municiones, confiando poder preparar a las<br />

masas para una eventual revuelta contra los nuevos impostores.<br />

<strong>La</strong>s autoridades bolcheviques pronto lo llamaron a Nijni-Novgorod, «por asuntos<br />

de orden militar», y fue muerto de un tiro, en circunstancias asaz misteriosas,<br />

sedicentes accidentales, por un soldado que no sabía aún manejar el fusil. Ciertos<br />

indicios nos permiten suponer que fue asesinado por un mercenario del poder soviético.<br />

(<strong>La</strong>s circunstancias de la muerte de Durruti en España, en 1936, recuerdan<br />

extrañamente el caso Grachov).<br />

A continuación, todos los regimientos revolucionarios de Petrogrado y Moscú<br />

participantes en los combates de octubre fueron desarmados por las autoridades<br />

bolcheviques. En Moscú, el primero en ser desarmado, por la fuerza, fue el de Dvinsk.<br />

Y poco más tarde, en toda la extensión del país, todos los ciudadanos,<br />

comprendidos los trabajadores y sus organizaciones, fueron intimados, so pena de<br />

muerte, a entregar sus armas a las autoridades militares bolcheviques.<br />

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