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La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard

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Zar, por ejemplo, «para salvar la guerra y también la dinastía», cuya caída inminente<br />

todos presentían.<br />

Comenzó por suprimirse el nefasto Rasputín. Pero en todo lo demás se titubeó, se<br />

difirió; los conspiradores no llegaban a un acuerdo.<br />

Por fin se produjo la brusca explosión de febrero.<br />

No fueron tanto los disturbios militares ni los rumores sobre la traición y la actitud<br />

de la corte, ni siquiera la incapacidad y la impopularidad del Zar lo que desesperó a las<br />

masas e hizo desbordar la copa; fue, sobre todo, la desorganización completa de la<br />

vida económica, de toda la vida, esto es, en el interior del país. «<strong>La</strong> desorganización es<br />

tal –confesaba el ministro Krivoshein hablando de la administración y de todos los<br />

servicios del Estado- que más bien parece un manicomio.» En este aspecto, la<br />

impotencia del gobierno y los efectos desastrosos de su conducta impulsaron al pueblo<br />

a una acción urgente y decisiva.<br />

Todos los países beligerantes sufrieron grandes dificultades económicas y<br />

financieras, al tener que alimentar y mantener a millones de hombres en la inmensidad<br />

de los frentes y asegurar la vida normal en el interior. En todas partes esta doble tarea<br />

exigía un gran esfuerzo –aun en Alemania, donde la situación era particularmente<br />

difícil-, pero fue resuelta más o menos bien. En Rusia nada se supo prever, ni prevenir,<br />

ni organizar 7 .<br />

Los terribles efectos de esta disgregación total de la autoridad y del Estado se<br />

habrían manifestado antes, si los esfuerzos desplegados por algunas fuerzas vivas del<br />

país, como la Unión de las Ciudades, el Comité de la Industria de Guerra y otras,<br />

surgidas por propia iniciativa, no hubiesen llegado a proveer parcialmente a las más<br />

apremiantes necesidades del país y del ejército.<br />

<strong>La</strong> actividad enérgica y eficaz de esos organismos, así como la de las asambleas<br />

provinciales y de las municipalidades, se desarrollaba y se imponía por sí misma, contra<br />

leyes y resistencias burocráticas, y aportó también un resultado moral muy importante.<br />

En el ejército y en el interior del país veíase no sólo la bancarrota total del zarismo, sino<br />

también la presencia de elementos perfectamente capaces de reemplazarlo, así como la<br />

forma ridícula con que el régimen agonizante, molestando a esos elementos, trataba su<br />

acción, arrastrando así a todo el país hacia la catástrofe.<br />

El pueblo y el ejército veían que eran esos comités y esas uniones libres los que,<br />

por su iniciativa leal, aseguraban la producción, organizaban los transportes, vigilaban<br />

los almacenes, garantizaban la llegada y la distribución de víveres y municiones. Y<br />

comprobaban también como el gobierno se oponía a esta actividad indispensable y la<br />

impedía, sin ninguna preocupación por los intereses del país.<br />

Esta preparación moral del ejército y del pueblo para la caída del zarismo y su<br />

reemplazo por otros elementos fue de enorme alcance, pues coronó el proceso<br />

prerrevolucionario.<br />

En enero de 1917 la situación se hizo ostensible. El caos económico, la miseria del<br />

pueblo trabajador y la desorganización social llegaron a tal punto que los habitantes de<br />

las grandes ciudades, en Petrogrado 8 especialmente, comenzaron a carecer de<br />

combustibles, de ropas, carne, manteca, azúcar y aun de pan.<br />

En febrero, la situación se agravó más. A pesar de los esfuerzos de la Duma, las<br />

asambleas provinciales, las municipalidades, los comités y las uniones, no sólo la<br />

población de las ciudades se vio ante el hambre, sino que el aprovisionamiento del<br />

ejército devino muy deficiente. Al mismo tiempo, el desastre militar fue completo.<br />

7 <strong>La</strong> burguesía, débil, desorganizada y mantenida totalmente al margen de los manejos estatales, no tenía<br />

ninguna iniciativa, no poseía ninguna fuerza efectiva, ni cumplía ningún papel organizador en la economía<br />

nacional; el obrero y el campesino, esclavos sin voz ni derechos, eran menos que nada en la organización<br />

económica del país y se mofaban abiertamente del Estado zarista. Así, todo el mecanismo, político,<br />

económico y social, se encontraba, de hecho, en manos de la clase de los funcionarios zaristas. Desde que la<br />

guerra desorientó a esta gente y desordenó su mecanismo senil, todo se derrumbó.<br />

8 San Petersburgo pasó ha llamarse Petrogrado en 1914 hasta 1924, que se llamó Leningrado hasta 1991.<br />

(N. del Aullido)<br />

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