La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard
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CAPITULO II<br />
EL DESASTRE REPRESOR.<br />
En la primavera de 1918, la persecución del gobierno contra los anarquistas<br />
asumió carácter general, metódico y decisivo.<br />
Firmada la paz de Brest-Litovsk, el gobierno se sintió lo bastante seguro para<br />
emprender una lucha a fondo contra sus adversarios de izquierdas (S. R. de I. y<br />
anarquistas).<br />
Debía obrar con método y prudencia. Ante todo, la prensa comunista emprendió,<br />
por orden del gobierno, una campaña de calumnias contra los anarquistas, de<br />
progresiva violencia. Y al par se preparaba activamente el terreno en las fábricas, en el<br />
ejército y entre el público, con mítines y conferencias. Se tanteaba el espíritu de las<br />
masas.<br />
Pronto el gobierno tuvo la certeza de poder contar con sus tropas y de que las<br />
masas permanecían más o menos indiferentes o impotentes. Y en la noche del 12 de<br />
abril, con un pretexto tan falso como absurdo, todas las organizaciones anarquistas de<br />
Moscú, principalmente la Federación de Grupos Anarquistas de Moscú, fueron atacadas<br />
y saqueadas por fuerzas policiales y militares. Durante algunas horas, la capital<br />
adquirió el aspecto de una ciudad en estado de sitio. Hasta la artillería participó en la<br />
acción. Esta operación fue la señal para la destrucción de las organizaciones libertarias<br />
en casi todas las ciudades importantes del país. Y, como de costumbre, las autoridades<br />
provinciales superaron en celo a las de la capital.<br />
Trotski, que desde hacía dos semanas preparaba el golpe y dirigía personalmente<br />
en los regimientos una desatada agitación contra los anarcobandidos, tuvo la<br />
satisfacción de poder lanzar su famosa frase: «¡Al fin el poder soviético barre de Rusia,<br />
con escoba de hierro, al anarquismo!»<br />
¡Eterna y cruel ironía de la historia humana! Quince años después, Stalin empleará<br />
la misma fórmula y aplicará la misma escoba de hierro al… trotskismo, con gran<br />
indignación de Trotski.<br />
Yo confieso haber experimentado cierto sentimiento de satisfacción ante esa<br />
especie de justicia inmanente 24 .<br />
Sin embargo, esta primera agresión no fue sino un tímido comienzo, un ensayo.<br />
<strong>La</strong> idea misma del anarquismo no había sido aún declarada fuera de la ley. Una<br />
cierta libertad de palabra, de prensa o, más bien, de profesión de fe muy restringida,<br />
subsistía. Y en un punto y otro algún trabajo libertario era todavía posible. En muy<br />
relativa medida, las organizaciones libertarias, pálidas sombras del pasado, se reponían<br />
de la catástrofe y reanudaban su actividad.<br />
Mientras, el gobierno bolchevique fulminaba al P. S. R. de I., lo mismo que a otras<br />
fracciones de izquierda, maximalistas, etc. No nos extenderemos sobre estas<br />
persecuciones, pues no tenían la envergadura ni el mismo interés que la emprendida<br />
contra los anarquistas. El duelo entre bolcheviques y socialistas revolucionarios de<br />
izquierda se puede considerar como una lucha entre dos partidos políticos por la toma<br />
del poder, cosa que ofrece mediocre interés para nosotros.<br />
Observemos, sin embargo, que después de haberse desembarazado, en el<br />
gobierno, de algunos miembros del Partido Socialista <strong>Revolucion</strong>ario de Izquierda, el<br />
Partido Comunista ruso le hizo una guerra sin cuartel. A partir del verano de 1918 aquel<br />
partido y sus militantes se hallaron fuera de la ley, y bien pronto el primero desapareció<br />
y éstos fueron acosados a través de todo el país y suprimidos hasta el último de ellos.<br />
24 Recuérdese que este trabajo ha sido escrito antes del asesinato de Trotski en 1940, por orden de Stalin;<br />
el ejecutor fue el comunista catalán Ramón Mercader. (N. del Aullido.)<br />
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