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La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard

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debilidades a la población, puede hacerlo con seguridad. Tolera, pues, ciertas<br />

confesiones en sus diarios, controlando, naturalmente, su objeto, su alcance y su<br />

dosificación. Un lector regular y atento de la prensa soviética llega, de confesión en<br />

confesión, a edificantes conclusiones.<br />

<strong>La</strong> prensa soviética:<br />

El investigador ha de concentrar su atención sobre todo en: 1.º los editoriales;<br />

2.º las reseñas de los congresos (particularmente los discursos de los delegados); 3.º<br />

las informaciones y las correspondientes locales; 4.º la crónica.<br />

1.- Los editoriales y otros artículos de fondo, hechos por mandato y sobre el<br />

mismo modelo siempre, revelan desde hace años invariable carácter.<br />

Empieza cada artículo por un himno a las realizaciones alcanzadas: En tal dominio<br />

–se dice- hemos dado pasos gigantescos. Todo marcha a maravilla. El partido y el<br />

gobierno (fórmula consagrada muy repetida en cada artículo) han tomado tal o cual<br />

decisión, aplicado tal o cual medida, o promulgado tal o cual decreto. Podemos estar<br />

seguros, pues, que desde este momento (se desliza imperceptiblemente al tiempo<br />

futuro) esto o aquello será hecho; que muy próximamente se habrá realizado tal o cual<br />

progreso, que incesantemente se estará a la espera de tales y tales resultados, etc.<br />

Esta parte ocupa generalmente dos tercios del artículo. Vienen de seguida,<br />

invariablemente, un pero, un sin embargo, un con todo.<br />

Pero –continúa el artículo- el partido y el gobierno comprueban, por los informes<br />

recibidos, que las actuales realizaciones están aún lejos de los resultados necesarios;<br />

que las bellas promesas se hacen esperar; que hasta ahora no se ha hecho sino esto y<br />

aquello. Siguen cifras y datos en asombrosa desproporción con las previsiones. Cuanto<br />

más se lee, más se advierte que, en espera del esplendido porvenir, el presente real es<br />

deplorable: negligencias, omisiones, faltas graves, debilidades, impotencia, desorden y<br />

confusión: he ahí lo que habitualmente comprueba el artículo, que continúa,<br />

invariablemente, con desesperados llamamientos: «¡Vamos! ¡Acelerando el ritmo! ¡Hay<br />

que descontar el retraso! ¡Es ya tiempo de aumentar la producción! ¡No malgastar<br />

esfuerzos! ¡Que los responsables pongan orden en ello! ¡El partido y el gobierno han<br />

cumplido su deber! ¡Que los obreros cumplan el suyo!», etc.<br />

A menudo el artículo termina con amenazas para los responsables y en general<br />

para cuantos permanecen sordos a los llamamientos del partido y del gobierno.<br />

Me he detenido en este detalle de la prensa soviética por ser en extremo típico y<br />

hallársele invariablemente, día tras día, desde hace veinte años. Esto dice mucho<br />

acerca de las realizaciones efectivas.<br />

2.- <strong>La</strong>s reseñas de los congresos son particularmente edificantes si se sigue<br />

atentamente los discursos de los delegados, todos los cuales pertenecen, por<br />

descontado, a la aristocracia obrera privilegiada, discursos que se parecen entre sí<br />

como gotas de agua.<br />

El exordio de cada discurso es una desmesurada glorificación de Stalin: el grande,<br />

el genial, el bienamado, el venerado, el superhombre, el más sabio de todos los pueblos<br />

y de todos los tiempos. En seguida, cada delegado afirma que en su región, o en su<br />

circunscripción, se hacen inauditos esfuerzos para cumplir las prescripciones del partido<br />

y del gobierno y satisfacer al Vozhd (caudillo, jefe) adorado. Se escuchan luego bellas<br />

promesas para el porvenir. Y finalmente, casi todos los delegados enumeran<br />

servilmente todo lo que el partido y el gobierno han hecho ya por los obreros. Y a guisa<br />

de ejemplo, el delegado cita su propio caso. Es, generalmente, la parte del discurso<br />

más curiosa. Por haber trabajado con celo y logrado tales y cuales resultados, ha<br />

podido obtener tales y tales beneficios, lo que le permite tener ahora un hogar<br />

confortable, con lindos muebles, gramófono, piano, etc. Y confía trabajar mejor aún<br />

para llegar a un tren de vida todavía más agradable. «¡Cuánta razón tiene, exclama el<br />

delegado, nuestro gran Stalin: la vida en la U.R.S.S. se vuelve cada día más alegre,<br />

más cómoda!». Frecuentemente termina con una nota simplona hasta el ridículo: «<strong>La</strong>s<br />

autoridades me han prometido, en recompensa de mis esfuerzos, esto y esto otro (una<br />

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