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La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard

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pasarnos sin ellas. El camarada V. nos ha explicado que nos ayudará técnicamente, y<br />

esto es más que suficiente. Depende de nosotros mismos observar verdadera<br />

disciplina, trabajar bien y vigilar. No queremos ya más cabezas que nos manejen como<br />

títeres, llamando a eso trabajo y disciplina.<br />

El camarada Lubim hubo de sentarse, sin insistir. Fue el último incidente. Empecé<br />

a leer el orden del día, y el Congreso comenzó sus trabajos.<br />

Sobrada razón tiene Arshinov de señalar que este Congreso fue excepcional por<br />

su disciplina, el buen orden de su labor, el entusiasmo que animó al conjunto de los<br />

delegados, su carácter serio y concentrado, la importancia de sus resoluciones y los<br />

resultados.<br />

<strong>La</strong> labor se desarrolló a buen ritmo y en perfecto orden, con una unanimidad, una<br />

intimidad y un ardor notables. A partir del tercer día, todo resto de frialdad había<br />

desaparecido. Los delegados se compenetraron cabalmente de la libertad de su acción<br />

y de la importancia de su tarea, a la que se consagraron sin reservas. Se había hecho<br />

en ellos la convicción de trabajar por sí mismos y por su propia causa.<br />

No hubo grandes discursos ni resoluciones rimbombantes. Los trabajos revistieron<br />

carácter práctico, bien llano. Cuando se trataba de un problema algo complicado, que<br />

requería algunas nociones de orden general, o cuando los delegados deseaban<br />

esclarecimiento antes de abordar el trabajo, pedían un informe sustancial sobre el<br />

problema. Uno de los nuestros -yo u otros- hacía la exposición solicitada. Tras corta<br />

discusión, los delegados se ponían a la obra para pasar a las decisiones definitivas.<br />

Habitualmente, una vez de acuerdo sobre los principios básicos, nombraban una<br />

comisión, que elaboraba sin demora un proyecto bien estudiado portador de una<br />

solución práctica en lugar de construir resoluciones literarias.<br />

Ciertas cuestiones del momento, muy llanas pero de interés para la vida regional<br />

o la defensa de su libertad, fueron ásperamente discutidas y elaboradas, por los<br />

delegados y en las comisiones, en sus menores detalles.<br />

En mi condición de presidente técnico, como se me llamó, no tuve más que velar<br />

por la secuencia de las cuestiones planteadas, anunciar y formular el resultado de cada<br />

trabajo, indicar cierto método de trabajo, etc. Y así el Congreso sesionó -y eso es lo<br />

más importante- bajo los auspicios de una verdadera y absoluta libertad. Ninguna<br />

influencia de lo alto, presión alguna se hicieron sentir.<br />

<strong>La</strong> idea de los soviets libres, realmente actuantes en interés de la población<br />

laboriosa; las relaciones directas entre campesinos y obreros de las ciudades, basadas<br />

en el intercambio mutuo de productos de su trabajo; el esbozo de una organización<br />

social igualitaria y libertaria en ciudades y campiñas: todo ello fue estudiado<br />

seriamente y puesto en su punto por los delegados mismos, con ayuda de camaradas<br />

capacitados. Igualmente se resolvieron numerosos problemas concernientes al ejército<br />

insurreccional, su organización y fortalecimiento. Se decidió que toda la población<br />

masculina, hasta la edad de cuarenta y ocho años, inclusive, debería incorporarse a<br />

ese ejército, enrolamiento voluntario -según el espíritu del Congreso- pero, en lo<br />

posible, general, vista la situación en extremo peligrosa y precaria de la región.<br />

También se resolvió que el abastecimiento del ejército sería asegurado sobre todo por<br />

donaciones voluntarias de los campesinos, a las que se agregaría el producto del botín<br />

de guerra y las requisiciones entre los pudientes.<br />

En cuanto a la cuestión puramente política, el Congreso decidió que los<br />

trabajadores «prescindirían de toda autoridad, organizarían su vida económica, social,<br />

administrativa, etc., por sí mismos, con sus solas fuerzas y medios, mediante<br />

organismos directos de base federalista».<br />

Los últimos días del Congreso fueron un bello poema. Magníficos ímpetus de entusiasmo<br />

seguían a las decisiones concretas. Todos estaban transportados por la fe en la grandeza<br />

invencible de la verdadera Revolución y por la confianza en sus propias fuerzas. ..El espíritu de<br />

libertad verdadera, tal como raramente es dado sentirlo, estaba presente en la sala. Cada cual<br />

veía ante si, cada uno se sentía participe en una obra grande y justa, basada en la suprema<br />

verdad humana, por la que valía la pena consagrar todas las fuerzas y morir por ella.<br />

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