La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard
La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard
La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
TERCERA PARTE<br />
LA EXPLOSION (1917)<br />
CAPITULO PRIMERO<br />
GUERRA Y REVOLUCIÓN.<br />
El último choque entre el zarismo y la revolución:<br />
Al igual que los gobiernos de otros países, el del Zar logró despertar en las masas,<br />
al principio de la guerra, toda la gama de malos instintos, de pasiones debidas al<br />
atavismo animal, de sentimientos nefastos, como el nacionalismo y el patrioterismo. En<br />
Rusia, como en todas partes, millones de hombres fueron engañados, desorientados,<br />
fascinados y obligados a correr a las fronteras, como un tropel de bestias destinadas al<br />
matadero.<br />
Los verdaderos y graves problemas fueron abandonados y olvidados.<br />
Algunos triunfos obtenidos al principio por las tropas rusas caldearon más aún «el<br />
gran entusiasmo del pueblo».<br />
Sin embargo, una nota particular se mezclaba a este concierto artificial y dirigido;<br />
una idea bien firme se ocultaba tras este entusiasmo. Entre el pueblo se decía: «El<br />
ejército se peleará y vencerá. ¡Pero, que no se engañe el gobierno! Terminada la<br />
guerra, le presentaremos la cuenta. En recompensa de nuestra lealtad y nuestros<br />
sacrificios, le exigiremos el cambio definitivo del régimen. Reivindicaremos nuestros<br />
derechos, nuestras libertades…» Y los soldados cuchicheaban: «Terminada la guerra,<br />
conservaremos las armas a todo trance.»<br />
Pero pronto cambió el panorama en Rusia. <strong>La</strong>s derrotas comenzaron y, con ellas,<br />
volvieron las inquietudes, las decepciones, el descontento y la cólera del pueblo.<br />
<strong>La</strong> guerra costaba muy cara en dinero y en hombres. Millones de vidas debieron<br />
ser sacrificadas, sin utilidad alguna, sin la menor compensación. De nuevo el régimen<br />
demostró su incapacidad, su podredumbre, su bancarrota. Además, ciertas derrotas,<br />
que costaron muchísimas víctimas, fueron inexplicables, misteriosas y sospechosas. Por<br />
todo el país bien pronto se hablo, no sólo de negligencias criminales, de incapacidad<br />
flagrante, sino de venalidad de las autoridades, de espionaje en el comando supremo,<br />
del origen alemán de la dinastía y de muchos jefes y, en fin, de alta traición en la corte<br />
misma. Se acusaba a miembros de la familia imperial de alimentar simpatías por la<br />
causa alemana, de entenderse incluso directamente con el enemigo. A la emperatriz se<br />
la llamaba, con odio y desprecio: la boche. Rumores alarmantes, siniestros, circulaban<br />
en el pueblo.<br />
<strong>La</strong> corte se inquietó un poco; después se tomaron algunas medidas, tardía y<br />
torpemente. Tomadas sólo por fórmula, resultaron ineficaces, a nadie satisficieron ni<br />
nada arreglaron.<br />
Para reanimar la moral de las tropas y del pueblo, el mismo Nicolás II asumió el<br />
comando supremo, por lo menos nominalmente. Fue al frente, pero esto no cambió en<br />
nada la situación general que se agravaba día a día y contra la cual el Zar,<br />
absolutamente incapaz e inactivo, era impotente. Todo se disgregaba: el ejército y el<br />
interior del país. Se fomentaron muchos complots en los círculos liberales, y aun entre<br />
los grupos allegados al Zar. Se consideró la posibilidad de hacerlo abdicar en favor de<br />
un monarca más a tono con la situación y más popular: el gran duque Nicolás, tío del<br />
48