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La Revolucion Desconocida _Volin - fondation Besnard

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palabra, la burguesía, a la que, naturalmente, se la fulmina como si se supiese qué es<br />

y como si todo el mundo estuviese de acuerda al respecto. Me parece un error grosero.<br />

El término burguesía no es del todo claro. Y soy de opinión que, en razón de su<br />

importancia, y antes de ponernos al trabajo, sería útil puntualizar la noción de<br />

burguesía y saber exactamente a qué atenernos.<br />

A pesar de la habilidad del orador -yo tuve la sensación que no era un campesino<br />

auténtico, aunque vistiese como tal-, la continuación de su discurso demostró<br />

claramente que estábamos en presencia de un defensor de la burguesía, cuya intención<br />

era sondear al Congreso y llevar la turbación al espíritu de los delegados. Contaba, por<br />

cierto, con ser sostenido -consciente o ingenuamente- por numerosos delegados. Si<br />

lograra su designio, el Congreso podría tomar un giro confuso y ridículo y obstruirse<br />

gravemente su labor.<br />

Momento palpitante. En mi papel-como acababa de explicar a los congresistas-,<br />

yo no tenía derecho de eliminar, con un pretexto fácil de hallar, la sospechosa<br />

proposición del delegado. Era el Congreso quien debía pronunciarse. Y aun tenía la<br />

menor idea de su mentalidad. Todos me eran desconocidos, y desconocidos<br />

visiblemente desconfiados. Decidido a dejar que el incidente siguiera su curso, no<br />

dejaba, empero, de preocuparme. Y recordé las aprensiones de Lubim. El delegado<br />

terminó su discurso y se sentó. <strong>La</strong> sala -lo vi claramente- tuvo un instante de estupor.<br />

Luego, de golpe, como concertados previamente, numerosos delegados gritaron desde<br />

todos lados:<br />

-¡Eh, allá! ¿Quién es ese pajarraco de delegado? ¿De dónde viene? ¿Quién lo<br />

envió? Si, después de todo, no sabe todavía qué es la burguesía, han hecho cosa<br />

desatinada mandándolo aquí. Di, buen hombre, ¿no has aprendido todavía qué es la<br />

burguesía? ¡Ah, viejo: tienes la cabezota bien dura! Si no lo sabes, vuelve a tu casa y<br />

apréndelo. O, por lo menos, cállate y no nos tomes por imbéciles.<br />

-Camaradas -gritaron algunos-: ¿no os parece que hay que poner fin a todas<br />

estas tentativas de dificultar los trabajos esenciales de nuestro Congreso? ¿No tenemos<br />

más que hacer que perder el tiempo en cortar un pelo en cuatro? Hay que resolver<br />

cuestiones concretas, muy importantes para la región. Hace más de una hora que se<br />

chapotea en estupideces en lugar de trabajar. Esto comienza a tener un cariz de<br />

verdadero sabotaje. ¡Al trabajo! ¡Basta de idioteces!<br />

-¡Sí, sí! ¡Basta de comedias! ¡Al trabajo! -gritaron de todas partes.<br />

El delegado pro-burgués tragó todo sin decir palabra. Debió sentirse fichado, y no<br />

se movió en toda la semana que duró el Congreso, permaneciendo aislado de los<br />

demás delegados. Mientras los congresistas vituperaban al desdichado colega, yo miré<br />

a Lubim, y lo vi sorprendido, pero satisfecho.<br />

Los incidentes previos, sin embargo, no habían terminado aún. Apenas calmada<br />

esa tempestad, Lubim, precisamente, saltó hacia la tribuna. Yo le concedí la palabra.<br />

-Camaradas -comenzó-: disculpen mi intervención, que será breve. Lo hago en<br />

nombre del Comité local del Partido Socialista <strong>Revolucion</strong>ario de Izquierda. Se trata de<br />

algo de verdadera importancia. Según declaración de nuestro presidente, el camarada<br />

V., él no quiere presidir efectivamente. Y ya lo habéis advertido: no llena la verdadera<br />

función de un presidente de Congreso. Nosotros, los socialistas revolucionarios de<br />

izquierda, encontramos que eso es malo y enteramente falso. Esto significa que<br />

vuestro Congreso no tendrá por decirlo así, cabeza. Trabajará sin cabeza, es decir, sin<br />

dirección. ¿Han visto ustedes, camaradas, un organismo viviente sin cabeza? No,<br />

camaradas; no es posible eso; sería el desorden, el caos. Ya lo veis, por lo demás:<br />

estamos plenamente en él. No, no se puede trabajar útilmente, fructuosamente. El<br />

Congreso necesita una cabeza, camaradas. ¡Es necesario un verdadero presidente, una<br />

verdadera cabeza!<br />

Aunque Lubim pronunció su diatriba en tono más bien trágico, implorante, se fue<br />

haciendo casi ridícula por la repetición de esa palabra: cabeza. Pero, como mi modo de<br />

actuar no había podido aún ser probado, yo me preguntaba si los delegados no se<br />

dejarían seducir por el fondo del pensamiento de Lubim.<br />

-¡Oh, la, la! -saltaron de todas partes las exclamaciones-. ¡Ya estamos hartos de<br />

esas cabezas! Siempre cabezas y cabezas. ¡Basta ya! Tratemos por una vez de<br />

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