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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
—ME <strong>de</strong>moré una hora —dijo Santiago—. Rehice <strong>la</strong>s dos caril<strong>la</strong>s cuatro o cinco veces,<br />
corregí <strong>la</strong>s comas mano <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> Vallejo.<br />
El señor Vallejo leía con atención, el lápiz suspendido sobre <strong>la</strong> hoja, asentía, marcó una<br />
crucecita, movió un poco los <strong>la</strong>bios, otra, bien bien, un lenguaje sencillo y correcto, lo tranquilizó<br />
con una mirada piadosa, eso <strong>de</strong>cía mucho ya. Sólo que. . .<br />
—Si no pasas <strong>la</strong> prueba hubieras vuelto al redil y ahora serías un miraflorino mo<strong>de</strong>lo —se rió<br />
Carlitos—. Aparecerías en sociales, como tu hermanito.<br />
—Estaba un poco nervioso, señor —dijo Santiago—. ¿Quiere que lo haga <strong>de</strong> nuevo?<br />
—A mí me tomó <strong>la</strong> prueba Becerrita —dijo Carlitos—. Había una vacante en <strong>la</strong> página<br />
policial. No me olvidaré nunca.<br />
—No vale <strong>la</strong> pena, no está mal —el señor Vallejo movió <strong>la</strong> cabeza b<strong>la</strong>nca, lo miró con sus<br />
amistosos ojos pálidos—. Sólo que conviene que vaya aprendiendo el oficio, si va a trabajar con<br />
nosotros.<br />
—Un loco entra a un bur<strong>de</strong>l <strong>de</strong> Huatica con diablos azules y chavetea a cuatro meretrices, a <strong>la</strong><br />
patrona y a dos maricas —gruñó Becerrita—. Una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s polil<strong>la</strong>s muere. En un par <strong>de</strong> caril<strong>la</strong>s y en<br />
quince minutos.<br />
—Muchas gracias, señor Vallejo —dijo Santiago—. No sabe cuánto le agra<strong>de</strong>zco.<br />
—Sentí que me orinaba —dijo Carlitos—. Ah, Becerrita.<br />
—Es simplemente un problema <strong>de</strong> disposición <strong>de</strong> los datos <strong>de</strong> acuerdo a su importancia y<br />
también <strong>de</strong> economía <strong>de</strong> pa<strong>la</strong>bras el señor Vallejo había numerado algunas frases, le <strong>de</strong>volvía <strong>la</strong>s<br />
caril<strong>la</strong>s—. Hay que comenzar con los muertos; joven.<br />
—Todos hablábamos mal <strong>de</strong> Becerrita, todos lo <strong>de</strong>testábamos —dijo Santiago—. Y ahora no<br />
hacemos más que acordarnos <strong>de</strong> él y todos lo adoramos y quisiéramos resucitarlo. Es absurdo.<br />
—Lo más l<strong>la</strong>mativo, lo que cautiva a <strong>la</strong> gente —añadió el señor Vallejo.— Eso hace que el<br />
lector se sienta concernido por <strong>la</strong> noticia. Será porque todos tenemos que morirnos.<br />
—Era lo más auténtico que pasó por el periodismo limeño —dijo Carlitos—. La mugre<br />
humana elevada a su máxima potencia, un símbolo, un paradigma. ¿Quién no lo va a recordar con<br />
cariño, Zavalita?<br />
—Y yo puse los muertos al final, qué tonto soy —dijo Santiago.<br />
—¿Sabe lo que son <strong>la</strong>s tres líneas? —el señor Vallejo lo miró con picardía—. Lo que los<br />
norteamericanos, el periodismo más ágil <strong>de</strong>l mundo, sépalo <strong>de</strong> una vez, l<strong>la</strong>man el lead.<br />
—Te hizo el número completo —dijo Carlitos—. En cambio a mí Becerrita me <strong>la</strong>dró escribe<br />
usted con <strong>la</strong>s patas, se queda sólo porque ya me cansé <strong>de</strong> tomar exámenes.<br />
—Todos los datos importantes resumidos en <strong>la</strong>s tres primeras líneas, en el lead —dijo<br />
amorosamente el señor Vallejo—. O sea: dos muertos y cinco millones <strong>de</strong> pérdidas es el saldo<br />
provisional <strong>de</strong>l incendio que <strong>de</strong>struyó anoche gran parte <strong>de</strong> <strong>la</strong> Casa Wiese, uno <strong>de</strong> los principales<br />
edificios <strong>de</strong>l centro <strong>de</strong> Lima; los bomberos dominaron el fuego luego <strong>de</strong> ocho horas <strong>de</strong> arriesgada<br />
<strong>la</strong>bor. ¿Ve usted?<br />
—Trata <strong>de</strong> escribir poemas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> meterte en <strong>la</strong> cabeza esas formulitas —dijo Carlitos—<br />
Hay que ser loco para entrar a un diario si uno tiene algún cariño por <strong>la</strong> literatura, Zavalita.<br />
—Después ya pue<strong>de</strong> colorear <strong>la</strong> noticia —dijo el señor Vallejo—. El origen <strong>de</strong>l siniestro, <strong>la</strong><br />
angustia <strong>de</strong> los empleados, <strong>la</strong>s <strong>de</strong>c<strong>la</strong>raciones <strong>de</strong> los testigos, etcétera.<br />
—Yo no tenía ninguno, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> un papelón que me hizo pasar mi hermana —dijo Santiago—.<br />
Me sentí contento <strong>de</strong> entrar a "La Crónica", Carlitos.<br />
Qué distinta, en cambio, <strong>la</strong> señora Hortensia. él tan feo y el<strong>la</strong> tan bonita, él tan seriote y el<strong>la</strong><br />
tan alegre.<br />
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