Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
—El coronel Molina es el que figura, pero usted el que hace andar <strong>la</strong> maquinaria —dijo<br />
Bermú<strong>de</strong>z—. También lo sé por su tío, capitán.<br />
—Su sueño era <strong>la</strong> lotería, don —dijo Ambrosio—. Una vez se <strong>la</strong> sacó un he<strong>la</strong><strong>de</strong>ro <strong>de</strong> Chincha,<br />
y el<strong>la</strong> pue<strong>de</strong> que Dios <strong>la</strong> man<strong>de</strong> otra vez acá y se compraba sus huachitos con <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ta que no tenía.<br />
Los llevaba a <strong>la</strong> Virgen, les prendía velitas. Nunca se sacó ni medio, don.<br />
—Ya me imagino cómo andaría este Ministerio cuando Bustamante, los apristas por todas<br />
partes y los sabotajes al or<strong>de</strong>n <strong>de</strong>l día —dijo el capitán Pare<strong>de</strong>s—. Pero no les sirvió <strong>de</strong> mucho a los<br />
zamarros.<br />
Entró <strong>de</strong> un salto, golpeándose el pecho y gruñendo, y se p<strong>la</strong>ntó entre <strong>la</strong>s dos y <strong>la</strong> <strong>de</strong>sconocida<br />
dio un grito y se persignó. Tomasa, encogida en el suelo, lo observaba y <strong>de</strong> repente <strong>de</strong> su cara se fue<br />
el miedo. Sin hab<strong>la</strong>r, sin pararse, le señaló <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong>l rancho con el puño. Pero Trifulcio no se<br />
fue, se echó a reír, se <strong>de</strong>jó caer alegremente al suelo y comenzó a rascarse <strong>la</strong>s axi<strong>la</strong>s. .<br />
—Les ha servido al menos para no <strong>de</strong>jar rastros, los archivos <strong>de</strong> <strong>la</strong> Dirección son inservibles<br />
—dijo Bermú<strong>de</strong>z—. Los apristas hicieron <strong>de</strong>saparecer los ficheros. Estamos organizando todo <strong>de</strong><br />
nuevo y <strong>de</strong> eso quería hab<strong>la</strong>rle, capitán. La seguridad militar nos podría ayudar mucho.<br />
—¿Así que eres chofer <strong>de</strong>l señor Bermú<strong>de</strong>z? —dijo Ludovico—. Mucho gusto, Ambrosio.<br />
¿Así que vas a darnos una ayudadita en esto <strong>de</strong> <strong>la</strong> barriada?<br />
—No hay problema, c<strong>la</strong>ro que tenemos que co<strong>la</strong>borarnos —dijo el capitán Pare<strong>de</strong>s—. Vez<br />
que le haga falta algún dato, yo se lo proporcionaré, señor Bermú<strong>de</strong>z.<br />
—¿A qué has venido, quién te ha l<strong>la</strong>mado, quién te ha invitado? —rugió Tomasa—. Pareces<br />
un forajido así, pareces lo que eres. ¿No viste cómo mi amiga te vio y se fue? ¿Cuándo te han<br />
soltado?<br />
—Quisiera algo más, capitán —dijo Bermú<strong>de</strong>z—. Quisiera disponer <strong>de</strong>l fichero político<br />
completo <strong>de</strong> <strong>la</strong> seguridad militar. Tener una copia.<br />
—Se l<strong>la</strong>ma Hipólito y es el burro más burro <strong>de</strong>l cuerpo —dijo Ludovico—. Ya vendrá, ya te<br />
lo presentaré. Tampoco está en el esca<strong>la</strong>fón y seguro que nunca estará. Yo espero estar algún día,<br />
con un poquito <strong>de</strong> suerte. Oye, Ambrosio, tú sí estarás ¿no?<br />
—Nuestros archivos son intocables, están bajo secreto militar —dijo el capitán Pare<strong>de</strong>s—. Le<br />
comunicaré su proyecto al coronel Molina, pero él tampoco pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cidir. Lo mejor sería que el<br />
Ministro <strong>de</strong> Gobierno dirija una solicitud al Ministro <strong>de</strong> Guerra.<br />
—Tu amiga salió corriendo como si yo fuera el diablo —se rió Trifulcio—. Oye Tomasa,<br />
déjame comerme esto. Tengo un hambre así.<br />
—Justamente es lo que hay que evitar, capitán —dijo Bermú<strong>de</strong>z—. La copia <strong>de</strong> ese archivo<br />
<strong>de</strong>be pasar a <strong>la</strong> Dirección <strong>de</strong> Gobierno sin que se entere ni el coronel Molina, ni el mismo Ministro<br />
<strong>de</strong> Guerra. ¿Me compren<strong>de</strong> usted?<br />
—Un trabajo matador, Ambrosio —dijo Ludovico—. Horas perdiendo <strong>la</strong> voz, <strong>la</strong>s fuerzas, y<br />
<strong>de</strong>spués viene cualquiera <strong>de</strong>l esca<strong>la</strong>fón y te requinta, y el señor Lozano te amenaza con pagarte<br />
menos. Matador para todos menos para el burro <strong>de</strong> Hipólito. ¿Te cuento por qué?<br />
—Yo no puedo darle copia <strong>de</strong> unos archivos ultrasecretos sin que lo sepan mis superiores —<br />
dijo el capitán Pare<strong>de</strong>s—. Ahí está <strong>la</strong> vida y mi<strong>la</strong>gros <strong>de</strong> todos los oficiales, <strong>de</strong> miles <strong>de</strong> civiles. Eso<br />
es como el oro <strong>de</strong>l Banco Central, señor Bermú<strong>de</strong>z.<br />
—Sí, te tienes que ir, pero ahora cálmate y tómate un trago, infeliz —dijo don Fermín—. Y<br />
ahora cuéntame cómo ocurrió. Déjate <strong>de</strong> llorar ya.<br />
—Justamente, capitán, c<strong>la</strong>ro que sé que ese archivo es oro —dijo Bermú<strong>de</strong>z—. Y su tío lo<br />
sabe también. El asunto <strong>de</strong>be quedar sólo entre los responsables <strong>de</strong> <strong>la</strong> seguridad. No, no se trata <strong>de</strong><br />
resentir al coronel Molina.<br />
68