01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

—Pero si tú <strong>de</strong>cías que no se oponían <strong>la</strong>s dos cosas —si<strong>la</strong>beando, piensa, susurrando—.<br />

¿Ahora crees que sí? ¿Cómo pue<strong>de</strong>s saber que no te vas a enamorar nunca?<br />

—No creía nada, no sabía nada —dice Santiago—. Salir, escapar, <strong>de</strong>saparecer.<br />

—Pero adón<strong>de</strong>, don —dijo Ambrosio—. Usted no me cree, usted me está botando, don.<br />

—Entonces no es cierto que tengas dudas, entonces también estás enamorada <strong>de</strong> él —dijo<br />

Santiago. Pue<strong>de</strong> ser que en tu caso y en el <strong>de</strong> Jacobo no se opongan. Y a<strong>de</strong>más él es muy buen<br />

muchacho.<br />

—Ya sé que es buen muchacho —dijo Aída—. Pero no sé si estoy enamorada <strong>de</strong> él.<br />

—Sí estás, también me he dado cuenta —dijo Santiago—. Y no sólo yo, todos los <strong>de</strong>l círculo.<br />

Deberías aceptarlo, Aída.<br />

Insistías Zavalita, era un gran muchacho, porfiabas Zavalita, Aída estaba enamorada <strong>de</strong> él,<br />

exigías, se llevarían muy bien y repetías y volvías y el<strong>la</strong> escuchaba muda en <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong> su casa, los<br />

brazos cruzados, ¿calcu<strong>la</strong>ndo <strong>la</strong> estupi<strong>de</strong>z <strong>de</strong> Santiago?, <strong>la</strong> cabeza inclinada, ¿midiendo <strong>la</strong> cobardía<br />

<strong>de</strong> Santiago?, los pies juntos. ¿Quería <strong>de</strong> veras un consejo, piensa, sabía que estabas enamorado <strong>de</strong><br />

el<strong>la</strong> y quería saber si te atreverías a <strong>de</strong>círselo? Qué habría dicho si yo, piensa, qué habría yo si el<strong>la</strong>.<br />

Piensa: ay, Zavalita.<br />

¿O había sido cuando, un día o semana o mes <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> ver a Aída y Jacobo por <strong>la</strong> Colmena<br />

<strong>de</strong> <strong>la</strong> mano, supieron que Washington era, efectivamente, el ansiado contacto? No había habido casi<br />

comentarios en el círculo, sólo una broma pérdida <strong>de</strong> Washington, en el otro círculo dos habían<br />

formado su nidito <strong>de</strong> amor, qué romance tan cal<strong>la</strong>dito, sólo una fugaz observación <strong>de</strong>l Ave: y qué<br />

parejita tan perfecta. No había tiempo para más: <strong>la</strong>s elecciones universitarias estaban encima y se<br />

reunían todos los días, discutían <strong>la</strong>s candidaturas que presentarían a los Centros Fe<strong>de</strong>rados, y <strong>la</strong>s<br />

alianzas que aceptarían y <strong>la</strong>s listas que apoyarían y los vo<strong>la</strong>ntes y <strong>la</strong> propaganda mural que harían, y<br />

un día Washington convocó a los dos círculos en casa <strong>de</strong>l Ave y entró a <strong>la</strong> salita <strong>de</strong>l Rímac<br />

sonriendo: traía algo que era dinamita pura. Cahui<strong>de</strong>, piensa. Piensa: Organización <strong>de</strong>l Partido<br />

Comunista Peruano. Estaban apretados, el humo <strong>de</strong> los cigarrillos nub<strong>la</strong>ba <strong>la</strong>s hojitas<br />

mimeografiadas que pasaban <strong>de</strong> mano en mano, irritaba los ojos, Cahui<strong>de</strong>, que ávidamente leían,<br />

Organización, una y otra vez, <strong>de</strong>l Partido Comunista Peruano, y miraban <strong>la</strong> cara recia <strong>de</strong>l indio con<br />

chullo, poncho, ojotas y su beligerante puño levantado, y <strong>de</strong> nuevo <strong>la</strong> hoz y el martillo cruzados<br />

<strong>de</strong>bajo <strong>de</strong>l título. La habían leído en voz alta, glosado, discutido, habían acribil<strong>la</strong>do a preguntas a<br />

Washington, se <strong>la</strong> habían llevado a su casa. Había olvidado su resentimiento, su falta <strong>de</strong> fe, su<br />

frustración, su timi<strong>de</strong>z, sus celos. No era una leyenda, no había <strong>de</strong>saparecido con <strong>la</strong> dictadura:<br />

existía.<br />

A pesar <strong>de</strong> Odría, aquí también hombres y mujeres, a pesar <strong>de</strong> Cayo Bermú<strong>de</strong>z, secretamente<br />

se reunían y formaban célu<strong>la</strong>s, <strong>de</strong> los soplones y los <strong>de</strong>stierros, imprimían Cahui<strong>de</strong>, <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cárceles y<br />

torturas, y preparaban <strong>la</strong> Revolución. Washington sabía quiénes eran, cómo actuaban, dón<strong>de</strong><br />

estaban, y él me inscribiré pensaba, piensa, me inscribiré, esa noche; mientras apagaba <strong>la</strong> <strong>la</strong>mparil<strong>la</strong><br />

<strong>de</strong>l ve<strong>la</strong>dor y algo riesgoso, todavía generoso, ansioso, ardía en <strong>la</strong> oscuridad y seguía ardiendo en el<br />

sueño: ¿ahí?<br />

61

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!