Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
—Nosotros pensábamos que era mejor no mandar esa noticia a los diarios —dijo él—. Ya es<br />
<strong>la</strong>mentable que los apristas apedreen <strong>la</strong> Embajada <strong>de</strong> su propio país. ¿Para qué publicar eso aquí?<br />
—Bueno, <strong>la</strong> verdad es que me sorprendió que sólo ese —encogía los hombros alzaba el<br />
índice—. Lo incluimos en nuestros boletines porque no recibí ninguna indicación al respecto. La<br />
noticia pasó por el Servicio <strong>de</strong> Información, señor Bermú<strong>de</strong>z. Espero que no haya habido ningún<br />
error.<br />
—Todas <strong>la</strong>s agencias <strong>la</strong> suprimieron, menos ANSA —dijo él, apenado—. A pesar <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />
re<strong>la</strong>ciones cordiales que tenemos con usted, señor Tallio.<br />
—La noticia pasó por aquí, con todas <strong>la</strong>s otras, señor Bermú<strong>de</strong>z —colorado ya, sorprendido<br />
<strong>de</strong> veras ya, sin poses ya—. No recibí ninguna indicación, ninguna nota. Le ruego que l<strong>la</strong>me al<br />
doctor Alcibía<strong>de</strong>s, quiero que esto se ac<strong>la</strong>re <strong>de</strong> inmediato.<br />
—El Servicio <strong>de</strong> Información no da vistos buenos ni malos —apagó su cigarrillo,<br />
calmosamente encendió otro—. Sólo acusa recibo <strong>de</strong> los boletines que le envían, señor Tallio.<br />
—Pero si el doctor Alcibía<strong>de</strong>s me lo hubiera pedido, yo hubiera suprimido <strong>la</strong> noticia, lo he<br />
hecho siempre —ansioso ahora, impaciente, perplejo—. ANSA no tiene el menor interés en<br />
difundir cosas que incomo<strong>de</strong>n al gobierno. Pero no somos adivinos, señor Bermú<strong>de</strong>z.<br />
—No damos instrucciones —dijo él, interesado en <strong>la</strong>s figuras que trazaba el humo, en <strong>la</strong>s<br />
motas b<strong>la</strong>ncas <strong>de</strong> <strong>la</strong> corbata <strong>de</strong> Tallio—. Sólo sugerimos, <strong>de</strong> manera amistosa, y muy rara vez, que<br />
no se propaguen noticias ingratas para el país.<br />
—Pero sí, pero c<strong>la</strong>ro que lo sé, señor Bermú<strong>de</strong>z —ya te lo tengo a punto, Robertito—.<br />
Siempre he seguido al pie <strong>de</strong> <strong>la</strong> letra <strong>la</strong>s sugerencias <strong>de</strong>l doctor Alcibía<strong>de</strong>s. Pero esta vez ninguna<br />
indicación, ninguna sugerencia. Le ruego que ...<br />
—El gobierno no ha querido establecer una censura oficial para no perjudicar a <strong>la</strong>s agencias,<br />
justamente —dijo él.<br />
—Si no l<strong>la</strong>ma al doctor Alcibía<strong>de</strong>s esto no se va a ac<strong>la</strong>rar nunca, señor Bermú<strong>de</strong>z —tu cajita<br />
<strong>de</strong> vaselina y a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte, Robertito—. Que le explique, que me explique a mí. Por favor, señor. No<br />
entiendo nada, señor Bermú<strong>de</strong>z.<br />
—Déjame pedir a mí —dijo Carlitos; y al mozo—: Dos cervezas alemanas, ésas <strong>de</strong> <strong>la</strong>ta.<br />
Se había recostado contra <strong>la</strong> pared tapizada <strong>de</strong> carátu<strong>la</strong>s <strong>de</strong> The New Yorker, el receptor<br />
iluminaba su cabeza crespa, sus ojos <strong>de</strong>sorbitados, su cara oscurecida por una barba <strong>de</strong> dos días, su<br />
nariz rojiza, <strong>de</strong> borrachín piensa, <strong>de</strong> griposo.<br />
—¿Cuesta cara esa cerveza? —dijo Santiago—. Ando un poco ajustado <strong>de</strong> p<strong>la</strong>ta.<br />
—Yo te invito, acabo <strong>de</strong> sacarles un vale a esos cabrones —dijo Carlitos—. Por venir aquí<br />
conmigo, esta noche murió tu fama <strong>de</strong> niño formal, Zavalita.<br />
Las carátu<strong>la</strong>s eran bril<strong>la</strong>ntes, irónicas, multicolores. La mayoría <strong>de</strong> <strong>la</strong>s mesas estaban vacías,<br />
pero <strong>de</strong>l otro <strong>la</strong>do <strong>de</strong> <strong>la</strong> rejil<strong>la</strong> que separaba los dos ambientes <strong>de</strong>l local, venían murmullos; en el bar<br />
un hombre en mangas <strong>de</strong> camisa bebía una cerveza. Alguien, oculto en <strong>la</strong> oscuridad, tocaba el<br />
piano.<br />
—He <strong>de</strong>jado sueldos íntegros aquí —dijo Carlitos—. En este antro me siento bien.<br />
—Yo es <strong>la</strong> primera vez que vengo al "Negro—Negro" —dijo Santiago—. Vienen muchos<br />
pintores y escritores ¿no?<br />
—Pintores y escritores náufragos —dijo Carlitos— Cuando yo era un pichón, entraba aquí<br />
como <strong>la</strong>s beatas a <strong>la</strong>s iglesias. Des<strong>de</strong> ese rincón, espiaba, escuchaba, cuando reconocía a un escritor<br />
me crecía el corazón. Quería estar cerca <strong>de</strong> los genios, quería que me contagiaran.<br />
—Ya sabía que también eres escritor —dijo Santiago—. Que has publicado poemas.<br />
—Iba a ser escritor, iba a publicar poemas —dijo Carlitos—. Entré a "La Crónica" y cambié<br />
<strong>de</strong> vocación.<br />
122