You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
<strong>de</strong> Tingo. Llegó al anochecer y encontró a Ambrosio, sentado a <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong> su casa, los pies<br />
hundidos en el suelo fangoso. Trató <strong>de</strong> levantarle el ánimo: c<strong>la</strong>ro que podía vivir con él hasta que le<br />
dieran algún trabajo. ¿Le darían, Panta? Bueno, <strong>la</strong> verdad que aquí estaba difícil, Ambrosio ¿por<br />
qué no probaba en otro sitio? Le aconsejó que se fuera a Tingo o a Huánuco. Pero a Ambrosio le<br />
había dado no sé qué irse estando todavía tan cerquita <strong>la</strong> muerte <strong>de</strong> Amalia, niño, y a<strong>de</strong>más cómo<br />
iba a cargar solo por el mundo con Amalita Hortensia. Así que había intentado quedarse en<br />
Pucallpa. Un día ayudaba a <strong>de</strong>scargar <strong>la</strong>s <strong>la</strong>nchas, otro limpiaba <strong>la</strong>s te<strong>la</strong>rañas y mataba los ratones<br />
<strong>de</strong> los "Almacenes Wong" y hasta había bal<strong>de</strong>ado <strong>la</strong> Morgue con <strong>de</strong>sinfectante, pero todo eso<br />
alcanzaba apenas para los cigarros. Si no hubiera sido por Panta y doña Lupe, no comía. Así que<br />
haciendo <strong>de</strong> tripas corazón, un día se había presentado don<strong>de</strong> don Hi<strong>la</strong>rio: no a pelear, niño, a<br />
rogarle. Estaba jodido, don, que hiciera cualquier cosa por él.<br />
—Tengo mis chóferes completitos —dijo don Hi<strong>la</strong>rio, con una sonrisa afligida—. No puedo<br />
botar a uno para contratarte.<br />
—Bótelo al idiota <strong>de</strong> <strong>la</strong> Limbo, entonces, don —le pidió Ambrosio—. Aunque sea póngame a<br />
mí <strong>de</strong> guardián.<br />
—Al idiota no le pago, sólo lo <strong>de</strong>jo que duerma ahí —le explicó don Hi<strong>la</strong>rio—. Ni que fuera<br />
loco para botarlo. El día <strong>de</strong> mañana encuentras trabajo y <strong>de</strong> dón<strong>de</strong> saco otro idiota que no me cueste<br />
un centavo.<br />
—Cayó solito ¿ve? —dice Ambrosio—. ¿Y esos recibitos <strong>de</strong> cien al mes que me mostraba,<br />
dón<strong>de</strong> iba a parar esa p<strong>la</strong>ta?<br />
Pero no le dijo nada: escuchó, asintió, murmuró qué lástima. Don Hi<strong>la</strong>rio lo consoló con unas<br />
palmaditas y, al <strong>de</strong>spedirlo, le regaló media libra para un trago, Ambrosio. Se fue a comer a una<br />
chingana <strong>de</strong> <strong>la</strong> calle Comercio y le compró un chupete a Amalita Hortensia. Don<strong>de</strong> doña Lupe, lo<br />
recibió otra ma<strong>la</strong> noticia: habían venido otra vez <strong>de</strong>l hospital, Ambrosio. Si no iba por lo menos a<br />
hab<strong>la</strong>r, lo citarían con <strong>la</strong> policía.<br />
Fue al hospital y <strong>la</strong> señora <strong>de</strong> <strong>la</strong> administración lo resondró por haberse estado ocultando. Le<br />
sacó los recibos y le fue explicando <strong>de</strong> qué eran.<br />
—Parecía una bur<strong>la</strong> —dice Ambrosio—. Como dos mil soles, imagínese. ¿Dos mil por el<br />
asesinato que cometieron?<br />
Pero tampoco dijo nada: escuchó con <strong>la</strong> cara muy seria, asintiendo. ¿Y?, abrió <strong>la</strong>s manos <strong>la</strong><br />
señora. Entonces él le contó los apuros que pasaba, aumentándoselos para conmover<strong>la</strong>. La señora le<br />
preguntó ¿tienes <strong>la</strong> seguridad social? Ambrosio no sabía. ¿De qué había trabajado antes? Un<br />
tiempito <strong>de</strong> colectivero, y antes <strong>de</strong> chofer <strong>de</strong> “Transportes Morales”.<br />
—Entonces, tienes —dijo <strong>la</strong> señora—. Pregúntale a don Hi<strong>la</strong>rio tu número <strong>de</strong> seguro social.<br />
Con eso vas a <strong>la</strong> oficina <strong>de</strong>l Ministerio a que te <strong>de</strong>n tu carnet y con eso vuelves aquí. Sólo tendrás<br />
que pagar una parte.<br />
Él ya sabía lo que iba a pasar, pero había ido para comprobarle otra viveza a don Hi<strong>la</strong>rio: le<br />
había soltado unos cocorocós, lo había mirado como pensando eres más tonto <strong>de</strong> lo que pareces.<br />
—Cuál seguridad social —dijo don Hi<strong>la</strong>rio—. Eso es para los empleados fijos.<br />
—¿No fui chofer fijo? —preguntó Ambrosio—. ¿Qué fui entonces, don?<br />
—Cómo ibas a ser chofer fijo si no tienes brevete profesional —le explicó don Hi<strong>la</strong>rio.<br />
—C<strong>la</strong>ro que tengo —dijo Ambrosio—. Qué es esto, si no.<br />
—Ah, pero no me lo dijiste y no es mi culpa —repuso don Hi<strong>la</strong>rio—. A<strong>de</strong>más, no te <strong>de</strong>c<strong>la</strong>ré<br />
para hacerte un favor. Cobrando por recibo y no por p<strong>la</strong>nil<strong>la</strong> te librabas <strong>de</strong> los <strong>de</strong>scuentos.<br />
—Pero si cada mes usted me <strong>de</strong>scontaba algo —dijo Ambrosio—. ¿No era para el seguro<br />
social?<br />
—Era para <strong>la</strong> jubi<strong>la</strong>ción —dijo don Hi<strong>la</strong>rio—. Pero como <strong>de</strong>jaste <strong>la</strong> empresa, ya perdiste los<br />
<strong>de</strong>rechos. La ley es así, complicadísima.<br />
314