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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
—Te pue<strong>de</strong>n quemar y el viejo me mata —dijo el Chispas—. A<strong>de</strong>más, los hombres se ganan<br />
su polvo a pulso, no pagando. Te <strong>la</strong>s das <strong>de</strong> sabido en todo y estás en <strong>la</strong> luna en cuestión hembras,<br />
supersabio.<br />
—No me <strong>la</strong>s doy <strong>de</strong> sabido —dijo Santiago—. Ataco cuando me atacan. Anda, Chispas,<br />
llévame al bulín.<br />
—Y entonces por qué le discutes tanto al viejo —dijo el Chispas—. Lo amargas dándole <strong>la</strong><br />
contra en todo.<br />
—Sólo le doy <strong>la</strong> contra cuando se pone a <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r a Odría y a los militares —dijo Santiago—.<br />
Anda, Chispas.<br />
—Y por qué estás tú contra los militares —dijo el Chispas—. Y qué mierda te ha hecho Odría<br />
a ti.<br />
—Subieron al gobierno a <strong>la</strong> fuerza —dijo Santiago—. Odría ha metido presa a un montón <strong>de</strong><br />
gente.<br />
—Sólo a los apristas y a los comunistas —dijo el Chispas—. Ha sido buenísimo con ellos, yo<br />
los hubiera fusi<strong>la</strong>do a todos. El país era un caos cuando Bustamante, <strong>la</strong> gente <strong>de</strong>cente no podía<br />
trabajar en paz.<br />
—Entonces tú no eres gente <strong>de</strong>cente —dijo Santiago—: Porque cuando Bustamante tú<br />
andabas <strong>de</strong> vago.<br />
—Te estás rifando un sopapo, supersabio —dijo el Chispas.<br />
—Yo tengo mis i<strong>de</strong>as y tú <strong>la</strong>s tuyas —dijo Santiago—. Anda, llévame al bulín.<br />
—Al bulín, nones —dijo el Chispas—. Pero te voy a ayudar a que te trabajes una hembrita.<br />
—¿Y <strong>la</strong> yobimbina se compra en <strong>la</strong>s boticas? —dijo Popeye.<br />
—Se consigue por lo bajo —dijo Santiago—. Es algo prohibido.<br />
—Un poquito en <strong>la</strong> Coca—co<strong>la</strong>, en un hot—dog —dijo el Chispas—, y esperas que vaya<br />
haciendo su efecto. Y cuando se ponga nerviosita, ahí <strong>de</strong>pen<strong>de</strong> <strong>de</strong> ti.<br />
—¿Y eso se le pue<strong>de</strong> dar a una <strong>de</strong> cuántos años, por ejemplo, Chispas? —dijo Santiago.<br />
—No vas a ser tan bruto <strong>de</strong> dárse<strong>la</strong> a una <strong>de</strong> diez —se rió el Chispas—. A una <strong>de</strong> catorce ya<br />
pue<strong>de</strong>s, pero poquito. Aunque a esa edad no te lo va a aflojar, le sacarás un p<strong>la</strong>n bestial.<br />
— ¿Será <strong>de</strong> verdad? —dijo Popeye—. ¿No te habrá dado un poco <strong>de</strong> sal, <strong>de</strong> azúcar?<br />
—La probé con <strong>la</strong> punta <strong>de</strong> <strong>la</strong> lengua —dijo Santiago—. No huele a nada, es un polvito medio<br />
picante.<br />
En <strong>la</strong> calle había aumentado <strong>la</strong> gente que trataba <strong>de</strong> subir a los atestados colectivos, a los<br />
Expresos. No hacían co<strong>la</strong>, eran una pequeña turba que agitaba <strong>la</strong>s manos ante los ómnibus <strong>de</strong><br />
corazas azules y b<strong>la</strong>ncas que pasaban sin <strong>de</strong>tenerse. De pronto, entre los cuerpos, dos menudas<br />
siluetas idénticas, dos melenitas morenas: <strong>la</strong>s mellizas Vallerriestra. Popeye apartó <strong>la</strong> cortina y les<br />
hizo adiós, pero el<strong>la</strong>s no lo vieron o no lo reconocieron. Taconeaban con impaciencia, sus caritas<br />
frescas y bruñidas miraban a cada momento el reloj <strong>de</strong>l Banco <strong>de</strong> Crédito, estarían yéndose a alguna<br />
matiné <strong>de</strong>l centro, f<strong>la</strong>co. Cada vez que se acercaba un colectivo se a<strong>de</strong><strong>la</strong>ntaban hasta <strong>la</strong> pista con<br />
aire resuelto, pero siempre <strong>la</strong>s <strong>de</strong>sp<strong>la</strong>zaban.<br />
—A lo mejor están yendo so<strong>la</strong>s —dijo Popeye—. Vámonos a <strong>la</strong> matiné con el<strong>la</strong>s, f<strong>la</strong>co.<br />
—¿Te mueres por <strong>la</strong> Teté, sí o no, veleta? —dijo Santiago.<br />
—Sólo me muero por <strong>la</strong> Teté —dijo Popeye—. C<strong>la</strong>ro que si en vez <strong>de</strong> <strong>la</strong> matiné quieres que<br />
vayamos a oír discos a tu casa, yo <strong>de</strong> acuerdo.<br />
Santiago movió <strong>la</strong> cabeza con <strong>de</strong>sgano: se había conseguido un poco <strong>de</strong> p<strong>la</strong>ta, iba a llevárse<strong>la</strong><br />
a <strong>la</strong> cho<strong>la</strong>, vivía por ahí, en Surquillo. Popeye abrió los ojos, ¿a <strong>la</strong> Amalia?, y se echó a reír, ¿le vas<br />
a rega<strong>la</strong>r tu propina porque tus viejos <strong>la</strong> botaron? No su propina, Santiago partió en dos <strong>la</strong> cañita,<br />
había sacado cinco libras <strong>de</strong>l chancho. Y Popeye se llevó un <strong>de</strong>do a <strong>la</strong> sien: <strong>de</strong>rechito al manicomio,<br />
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