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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
qué furia, nunca más pises mi cuarto, con qué <strong>de</strong>sesperación, Gertrudis: nunca más, entién<strong>de</strong>me,<br />
fuera <strong>de</strong> aquí. Furioso, asustado, loco, sacudiéndo<strong>la</strong> contra <strong>la</strong> pared. No es por los señores, no<br />
busques pretextos, trataba <strong>de</strong> <strong>de</strong>cir Amalia, te has conseguido otra, pero él <strong>la</strong> arrastró hasta <strong>la</strong><br />
puerta, <strong>la</strong> empujó afuera y cerró: nunca más, entién<strong>de</strong>me. Y todavía lo has perdonado, y todavía lo<br />
quieres, dijo Gertrudis, y Amalia ¿estás loca? Lo odiaba. ¿Quién era <strong>la</strong> otra mujer? No sabía. Nunca<br />
<strong>la</strong> vio. Avergonzada, humil<strong>la</strong>da, corrió a su cuarto llorando tan fuerte que <strong>la</strong> cocinera se <strong>de</strong>spertó y<br />
vino, Amalia tuvo que inventarle que era <strong>la</strong> reg<strong>la</strong>, me viene siempre con muchos dolores. ¿Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />
entonces nunca más? Nunca más. C<strong>la</strong>ro, él había tratado <strong>de</strong> amistarse, te voy a explicar, sigamos<br />
juntos pero viéndonos sólo en <strong>la</strong> calle. Hipócrita, cobar<strong>de</strong>, maldito, mentiroso, subía Amalia <strong>la</strong> voz<br />
y él asustado vo<strong>la</strong>ba.<br />
Menos mal que no te <strong>de</strong>jó encinta, dijo Gertrudis.<br />
Y Amalia: no le hablé más, hasta <strong>de</strong>spués, mucho <strong>de</strong>spués. Se cruzaban en <strong>la</strong> casa y él buenos<br />
días y el<strong>la</strong> volteaba <strong>la</strong> cara, ho<strong>la</strong> Amalia y el<strong>la</strong> como si hubiera pasado una mosca. A lo mejor no era<br />
un pretexto, <strong>de</strong>cía Gertrudis, a lo mejor tenía miedo <strong>de</strong> que los pescaran y los botaran, a lo mejor no<br />
tenía otra mujer.<br />
Y Amalia: ¿tú crees? La prueba que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> años te vio en <strong>la</strong> calle y te ayudó a encontrar<br />
trabajo, <strong>de</strong>cía Gertrudis, si no por qué <strong>la</strong> hubiera buscado, invitado. A lo mejor siempre <strong>la</strong> había<br />
querido, a lo mejor mientras estabas con Trinidad sufría por ti, pensaba en ti, a lo mejor estaba<br />
arrepentido <strong>de</strong> veras <strong>de</strong> lo que te hizo. ¿Tú crees, <strong>de</strong>cía Amalia, tú crees?<br />
—ESTÁ usted perdiendo mucho dinero con ese criterio —dijo don Fermín—. Absurdo que se<br />
contente con sumas miserables, absurdo que tenga su capital inmovilizado en un Banco.<br />
—Sigue empeñado en meterme al mundo <strong>de</strong> los negocios —sonrió él—. No, don Fermín, ya<br />
escarmenté. Nunca más.<br />
—Por cada veinte o cincuenta mil soles que usted recibe, hay quienes sacan el triple —dijo<br />
don Fermín—. Y no es justo, porque usted es quien <strong>de</strong>ci<strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas. De otro <strong>la</strong>do, ¿cuándo se va a<br />
<strong>de</strong>cidir a invertir? Le he propuesto cuatro o cinco asuntos que hubieran entusiasmado a cualquiera.<br />
Él lo escuchaba con una sonrisita cortés en los <strong>la</strong>bios, pero tenía los ojos aburridos. El churrasco<br />
estaba en <strong>la</strong> mesa hacía unos minutos y todavía no lo probaba.<br />
—Ya le he explicado —cogió el cuchillo y el tenedor, se quedó observándolos—. Cuando el<br />
régimen se termine, el que cargará con los p<strong>la</strong>tos rotos seré yo.<br />
—Es una razón <strong>de</strong> más para que asegure su futuro —dijo don Fermín.<br />
—Todo el mundo se me echará encima, y los primeros, los hombres <strong>de</strong>l régimen —dijo él,<br />
mirando <strong>de</strong>primido <strong>la</strong> carne, <strong>la</strong> ensa<strong>la</strong>da—. Como si echándome el barro a mí quedaran limpios.<br />
Tendría que ser idiota para invertir un medio en este país.<br />
—Vaya, está pesimista hoy, don Cayo —don Fermín apartó el consomé, el mozo le trajo <strong>la</strong><br />
corvina—. Cualquiera creería que Odría va a caer <strong>de</strong> un momento a otro.<br />
—Todavía no —dijo él—. Pero no hay gobiernos eternos, usted sabe. No tengo ambiciones,<br />
por lo <strong>de</strong>más. Cuando esto termine, me iré a vivir afuera tranquilo, a morirme en paz.<br />
Miró su reloj, intentó pasar algunos bocados <strong>de</strong> carne. Masticaba con disgusto, bebiendo<br />
sorbos <strong>de</strong> agua mineral, y por fin indicó al mozo que se llevara el p<strong>la</strong>to.<br />
—A <strong>la</strong>s tres tengo cita con el Ministro y ya son dos y cuarto. ¿No teníamos otro asuntito, don<br />
Fermín?<br />
Don Fermín pidió café para ambos, encendió un cigarrillo. Sacó <strong>de</strong> su bolsillo un sobre y lo<br />
puso en <strong>la</strong> mesa.<br />
—Le he preparado un memorándum, para que estudie los datos con calma, don Cayo. Un<br />
<strong>de</strong>nuncio <strong>de</strong> tierras, en <strong>la</strong> región <strong>de</strong> Bagua. Son unos ingenieros jóvenes, dinámicos, con muchas<br />
ganas <strong>de</strong> trabajar. Quieren traer ganado vacuno, ya verá. El expediente está p<strong>la</strong>ntado en Agricultura<br />
hace seis meses.<br />
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