You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
II<br />
Qué VIDA tan distinta llevaba <strong>la</strong> señora Hortensia.<br />
Qué <strong>de</strong>sor<strong>de</strong>n, qué costumbres. Se levantaba tardísimo.<br />
Amalia le subía el <strong>de</strong>sayuno a <strong>la</strong>s diez, junto con todos los periódicos y revistas que<br />
encontraba en el quiosco <strong>de</strong> <strong>la</strong> esquina, pero <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> tomar su jugo, su café y sus tostadas, <strong>la</strong><br />
señora se quedaba entre <strong>la</strong>s sábanas, leyendo o flojeando, y nunca bajaba antes <strong>de</strong> <strong>la</strong>s doce.<br />
Después que Símu<strong>la</strong> le hacía <strong>la</strong>s cuentas, <strong>la</strong> señora se preparaba su traguito, su manicito o sus<br />
papitas, se sentaba en <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>, ponía discos y comenzaban <strong>la</strong>s l<strong>la</strong>madas. Para nada, porque sí, como<br />
<strong>la</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong> niña Teté a sus amigas: ¿viste que <strong>la</strong> chilena va a trabajar en el “Embassy”, Quetita?, en<br />
“Última Hora” <strong>de</strong>cían que a <strong>la</strong> Lu<strong>la</strong> le sobraban diez kilos, Quetita, <strong>la</strong> habían chapado a <strong>la</strong> China<br />
p<strong>la</strong>neando con un bongoncero, Quetita. La l<strong>la</strong>maba sobre todo a <strong>la</strong> señorita Queta, le contaba chistes<br />
colorados, le rajaba <strong>de</strong> todo el mundo, <strong>la</strong> señorita le contaría y le rajaría también. Y qué boca.<br />
Los primeros días en <strong>la</strong> casita <strong>de</strong> San Miguel Amalia creía soñar, ¿<strong>de</strong> veras que <strong>la</strong> Pol<strong>la</strong> se va<br />
a casar con el maricón ése, Quetita?, <strong>la</strong> cojuda <strong>de</strong> <strong>la</strong> Paqueta se está volviendo calva, Quetita: <strong>la</strong>s<br />
peores pa<strong>la</strong>brotas riéndose como si nada. A veces <strong>la</strong>s lisuras llegaban hasta <strong>la</strong> cocina y Símu<strong>la</strong><br />
cerraba <strong>la</strong> puerta. Al principio a Amalia le chocaba, <strong>de</strong>spués se moría <strong>de</strong> risa y corría al repostero a<br />
oír lo que les chismeaba a <strong>la</strong> señorita Queta o a <strong>la</strong> señorita Carmincha o a <strong>la</strong> señorita Lucy o a <strong>la</strong><br />
señora Ivonne. Cuando se sentaba a almorzar, <strong>la</strong> señora ya se había tomado dos o tres traguitos y<br />
estaba coloradita, sus ojos bril<strong>la</strong>ndo <strong>de</strong> malicia, casi siempre <strong>de</strong> muy buen humor: ¿tú eres virgen<br />
todavía, negrita?, y Carlota ale<strong>la</strong>da, <strong>la</strong> bocaza abierta, sin saber qué respon<strong>de</strong>r; ¿tienes un amante,<br />
Amalia?, cómo se le ocurre, señora, y <strong>la</strong> señora, riéndose: si no tienes uno tendrás dos, Amalia.<br />
¿QUE le fregaba <strong>de</strong> él? ¿Su cara sebosa, sus ojitos <strong>de</strong> chancho, sus sonrisas adulonas? ¿Le<br />
fregaba su olor a soplón, a <strong>de</strong><strong>la</strong>ciones, a bur<strong>de</strong>l, a sobaco, a gonorreas? No, no era eso. ¿Qué,<br />
entonces? Lozano se había sentado en uno <strong>de</strong> los sillones <strong>de</strong> cuero y meticulosamente or<strong>de</strong>naba<br />
papeles y cua<strong>de</strong>rnillos sobre <strong>la</strong> mesita, él cogió un lápiz, sus cigarrillos y se sentó en otro sillón.<br />
—¿Qué tal se porta Ludovico? —sonrió Lozano, inclinado—. ¿Está contento con él, don<br />
Cayo?<br />
—Tengo poco tiempo, Lozano —era su voz—. Sea lo más breve posible, por favor.<br />
—Por supuesto, don Cayo —una voz <strong>de</strong> puta vieja, <strong>de</strong> cabrón jubi<strong>la</strong>do—. Usted dirá, don<br />
Cayo.<br />
—Construcción Civil —encendió un cigarrillo, vio <strong>la</strong>s manos rechonchas escarbando<br />
afanosamente los papeles—. Cómo fueron <strong>la</strong>s elecciones.<br />
—La lista <strong>de</strong> Espinoza elegida por amplia mayoría, ningún inci<strong>de</strong>nte —dijo Lozano, con una<br />
enorme sonrisa—. El senador Parra asistió a <strong>la</strong> insta<strong>la</strong>ción <strong>de</strong>l nuevo Sindicato. Lo ovacionaron,<br />
don Cayo.<br />
—¿Cuántos votos tuvo <strong>la</strong> lista <strong>de</strong> los rabanitos?<br />
—Veinticuatro contra doscientos y pico —<strong>la</strong> mano <strong>de</strong> Lozano hizo un pase <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ñoso, su<br />
boca se frunció con asco—. Pss, nada.<br />
—Espero que no encerraría a todos los opositores <strong>de</strong> Espinoza.<br />
—Sólo a doce, don Cayo. Rabanitos y apristones fichados. Habían estado haciendo campaña<br />
por <strong>la</strong> lista <strong>de</strong> Bravo. No creo que sean gente peligrosa.<br />
—Suéltelos <strong>de</strong> a pocos —dijo él—. Primero los rabanitos, <strong>de</strong>spués los apristones. Hay que<br />
fomentar esa rivalidad.<br />
—Sí, don Cayo —dijo Lozano; y unos segundos <strong>de</strong>spués orgulloso—: Ya habrá visto los<br />
diarios. Que <strong>la</strong>s elecciones se llevaron a cabo en <strong>la</strong> forma más pacífica, que <strong>la</strong> lista apolítica se<br />
impuso <strong>de</strong>mocráticamente.<br />
113