Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
y bajaban por todo su cuerpo y el bultito seguía afanándose, quería más. ¿No habían venido ésas? y<br />
se moría <strong>de</strong> risa: qué chupabas tanto si ya no sale más, tonta.<br />
Al sexto día, el doctor dijo estás bien, te doy <strong>de</strong> alta. Cuídate, había quedado muy débil con <strong>la</strong><br />
operación, <strong>de</strong>scansa por lo menos un mes. Y nunca más hijos, ya sabía. Se levantó y le vino un<br />
vértigo. Había enf<strong>la</strong>quecido, estaba amaril<strong>la</strong> y con los ojos hundidos. Se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> sus vecinas, <strong>de</strong><br />
<strong>la</strong> Madrecita, pasito a paso salió a <strong>la</strong> calle y en <strong>la</strong> puerta un policía le paró un taxi.<br />
A su tía le tembló <strong>la</strong> boca al ver<strong>la</strong> aparecer en Chacra Colorada con <strong>la</strong> niña en los brazos. Se<br />
abrazaron, lloraron juntas. ¿Tan perra se había portado <strong>la</strong> señora que ni l<strong>la</strong>mó a preguntar ni te fue a<br />
ver? Sí, así, y el<strong>la</strong> tan bruta que siempre <strong>la</strong> había ayudado y no había querido p<strong>la</strong>ntar<strong>la</strong>. ¿Y el tipo<br />
tampoco se apareció? Tampoco, tía. Cuando estés sana iremos a <strong>la</strong> policía, dijo <strong>la</strong> tía, harán que <strong>la</strong><br />
reconozca y te dé p<strong>la</strong>ta. La casita tenía tres cuartos, en uno dormía <strong>la</strong> tía y en los otros sus<br />
pensionistas, que eran cuatro. Una pareja <strong>de</strong> viejitos, Que pasaban el día oyendo <strong>la</strong> radio y<br />
cocinándose en un primus que llenaba <strong>de</strong> humo <strong>la</strong> casa; él había sido empleado <strong>de</strong> correos y se<br />
acababa <strong>de</strong> jubi<strong>la</strong>r. Los otros eran dos ayacuchanos, uno he<strong>la</strong><strong>de</strong>ro <strong>de</strong> D'Onofrio y el otro sastre. No<br />
comían en <strong>la</strong> pensión paraban cantando en quechua en <strong>la</strong>s noches. La tía le puso un colchón en su<br />
dormitorio, y Amalita dormía con el<strong>la</strong>. Estuvo una semana casi sin moverse <strong>de</strong> <strong>la</strong> cama, con mareos<br />
vez que se paraba. No se aburría. Jugaba con Amalita, <strong>la</strong> contemp<strong>la</strong>ba, le hab<strong>la</strong>ba al oído: irían a<br />
cobrarle el sueldo a esa ingrata y a <strong>de</strong>cirle no voy a trabajar más don<strong>de</strong> usted, y si el <strong>de</strong>sgraciado<br />
daba cara un día fuera, chau, no te necesitamos. A lo mejor te coloco en una bo<strong>de</strong>guita <strong>de</strong> unas<br />
amigas <strong>de</strong> Breña, <strong>de</strong>cía su tía.<br />
A los ocho días le habían vuelto <strong>la</strong>s fuerzas y su tía le prestó p<strong>la</strong>ta para el ómnibus: sácale<br />
hasta el último centavo, Amalia. Me verá y se arrepentirá, pensaba, me rogará que me que<strong>de</strong>. No<br />
vayas a ser tan bruta <strong>de</strong> nuevo. Llegó a General Garzón con <strong>la</strong> niña en brazos y en <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong>l<br />
edificio se encontró con Rita, <strong>la</strong> sirvienta coja <strong>de</strong>l primer piso. Le sonrió y pensó qué tengo, qué<br />
tiene ésta: ho<strong>la</strong>, Rita. La miraba con <strong>la</strong> boca abierta, como lista para correr. ¿Tanto cambié que no<br />
me conoces?, se rió Amalia, soy <strong>la</strong> <strong>de</strong>l segundo piso, era Amalia. ¿Te soltaron?, dijo Rita, ¿le<br />
habían pegado? ¿La policía, me pegaron? ¿Si me ven contigo no me llevarán?, dijo Rita, asustada,<br />
¿no le pegarían a el<strong>la</strong> también? Porque sólo faltaba eso, ya <strong>la</strong> habían gritoneado, preguntado su vida<br />
y mi<strong>la</strong>gros, y lo mismo a <strong>la</strong> <strong>de</strong>l frente y a <strong>la</strong> <strong>de</strong>l tercero y el cuarto, <strong>de</strong> ma<strong>la</strong> manera, dón<strong>de</strong> está,<br />
dón<strong>de</strong> se fue, dón<strong>de</strong> se escondió, por qué <strong>de</strong>sapareció <strong>la</strong> tal Amalia. De ma<strong>la</strong>s maneras; con lisuras,<br />
amenazando, confiesa o vas a<strong>de</strong>ntro. Como si nosotras supiéramos algo, dijo Rita. Dio un paso<br />
hacia Amalia y bajó <strong>la</strong> voz: ¿dón<strong>de</strong> encontraron, qué te dijeron, Amalia les confesó quién <strong>la</strong> había<br />
matado?<br />
Pero Amalia se había recostado en <strong>la</strong> pared y balbuceaba cóge<strong>la</strong>, cóge<strong>la</strong>. Rita cargó a Amalita,<br />
qué pasa, qué tenía, qué te hicieron. La hizo entrar a <strong>la</strong> cocina <strong>de</strong>l primer piso. Menos mal que los<br />
señores no están, siéntate, toma agua. ¿Matado?, repetía Amalia, y Rita, con Amalita en los brazos,<br />
no grites así, no tiembles así, ¿a <strong>la</strong> señora Hortensia <strong>la</strong> habían matado? Rita iba a mirar a <strong>la</strong> ventana,<br />
había echado l<strong>la</strong>ve a <strong>la</strong> puerta, por fin le <strong>de</strong>volvió <strong>la</strong> criatura, cál<strong>la</strong>te, van a oír todo los vecinos.<br />
Pero dón<strong>de</strong> había estado, cómo no se iba a haber enterado, si había salido en los periódicos, si<br />
aparecían tantas fotos <strong>de</strong> <strong>la</strong> señora, ¿en <strong>la</strong> Maternidad no hab<strong>la</strong>ban, no había oído <strong>la</strong>s radios? Y<br />
Amalia, sintiendo cómo le chocaban los dientes, algo calientito, Rita, un té, cualquier cosa. Rita le<br />
preparó una tacita <strong>de</strong> café. Qué más quieres que te libraste, <strong>de</strong>cía, los policías, los periodistas,<br />
venían y tocaban y preguntaban, se iban y venían otros, todos querían saber dón<strong>de</strong> estabas, algo<br />
sabrá cuando se fue, algo haría cuando se escondió, menos mal que no te encontraron, Amalia.<br />
El<strong>la</strong> tomaba su café a sorbitos, <strong>de</strong>cía sí, muchas gracias Rita, y mecía a Amalita que estaba<br />
llorando. Se iría, se escon<strong>de</strong>ría, sí, nunca volvería, y Rita: si te pescan te tratarán peor que a<br />
nosotras, a el<strong>la</strong> Dios sabe lo que le harían. Amalia se paró, gracias <strong>de</strong> nuevo, y salió. Creyó que se<br />
iba a <strong>de</strong>smayar, pero al llegar a <strong>la</strong> esquina le había pasado el mareo, y andaba <strong>de</strong> prisa, ap<strong>la</strong>stando a<br />
Amalita contra su pecho para que no se oyera su l<strong>la</strong>nto. Un taxi y no paró, otro, y el<strong>la</strong> seguía<br />
trotando, eran policías, ése era, ése <strong>la</strong> iba a agarrar al pasar a su <strong>la</strong>do, y por fin paró uno. Su tía <strong>la</strong><br />
230