01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

Queta se rió y sintió su risita forzada y nerviosa. Él <strong>la</strong> miraba con tranqui<strong>la</strong> <strong>de</strong>terminación,<br />

con ese sosegado hervor frenético en los ojos. Estuvieron cal<strong>la</strong>dos, observándose, <strong>la</strong>s caras a medio<br />

metro <strong>de</strong> distancia.<br />

—¿Estás seguro que no te ha mandado él? —dijo Queta, por fin—. ¿Está asustado Bo<strong>la</strong> <strong>de</strong><br />

Oro <strong>de</strong> <strong>la</strong> pobre loca? ¿Es tan imbécil <strong>de</strong> asustarse <strong>de</strong> <strong>la</strong> pobre? Él <strong>la</strong> ha visto, él sabe en qué estado<br />

está. Tú también sabes cómo está. Tú también tienes tu espía ahí ¿no?<br />

—Eso también —roncó Ambrosio. Queta lo vio juntar <strong>la</strong>s rodil<strong>la</strong>s y encogerse, lo vio<br />

incrustarse los <strong>de</strong>dos en <strong>la</strong>s piernas. La voz se le había cuarteado—. Yo no le había hecho nada,<br />

conmigo no era <strong>la</strong> cosa. Y Amalia ha estado ayudándo<strong>la</strong>, acompañándo<strong>la</strong> en todo lo que le ha<br />

pasado. El<strong>la</strong> no tenía por qué ir a contar eso.<br />

—Qué ha pasado —dijo Queta; se inclinó un poco hacia él—. ¿Le ha contado a Bo<strong>la</strong> <strong>de</strong> Oro<br />

lo <strong>de</strong> ti y Amalia?<br />

—Que es mi mujer, que nos vemos cada domingo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> hace años, que está encinta <strong>de</strong> mí —<br />

se <strong>de</strong>sgarró <strong>la</strong> voz <strong>de</strong> Ambrosio y Queta pensó va a llorar. Pero no: sólo lloraba su voz, tenía los<br />

ojos secos y opacos muy abiertos—. Se ha portado muy mal.<br />

—Bueno —dijo Queta, en<strong>de</strong>rezándose—. Es por eso que estás así, es por eso tu furia. Ahora<br />

ya sé por qué has venido.<br />

—Pero ¿por qué? —siguió atormentándose <strong>la</strong> voz <strong>de</strong> Ambrosio—. ¿Pensando que con eso lo<br />

iba a convencer? ¿Pensando que con eso le iba a sacar más p<strong>la</strong>ta? ¿Por qué ha hecho una maldad<br />

así?<br />

—Porque <strong>la</strong> pobre loca está ya medio loca <strong>de</strong> verdad —susurró Queta—. ¿Acaso no sabes?<br />

Porque quiere irse <strong>de</strong> aquí, porque necesita irse. No ha sido por maldad. Ya ni sabe lo que hace.<br />

—Pensando si le cuento eso va a sufrir —dijo Ambrosio. Asintió, cerró los ojos un instante.<br />

Los abrió—: Le va a hacer daño, lo va a <strong>de</strong>strozar. Pensando eso.<br />

—Por ese hijo <strong>de</strong> puta <strong>de</strong> Lucas, ése <strong>de</strong>l que se enamoró, uno que está en México —dijo<br />

Queta—. Tú no sabes. Le escribe diciéndole ven, trae p<strong>la</strong>ta, nos vamos a casar. El<strong>la</strong> le cree, está<br />

loca. Ya ni sabe lo que hace. No ha sido por maldad.<br />

—Sí —dijo Ambrosio; alzó <strong>la</strong>s manos unos milímetros y <strong>la</strong>s volvió a hundir en sus piernas<br />

con ferocidad, su pantalón se arrugó—. Le ha hecho daño, lo ha hecho sufrir.<br />

—Bo<strong>la</strong> <strong>de</strong> Oro tiene que enten<strong>de</strong>r<strong>la</strong> —dijo Queta—. Todos se han portado con el<strong>la</strong> como unos<br />

hijos <strong>de</strong> puta. Cayo Mierda, Lucas, todos los que recibió en su casa, todos los que atendió y ...<br />

—¿Él, él? —roncó Ambrosio y Queta se calló; ¿tenía <strong>la</strong>s piernas listas para levantarse y<br />

correr, pero él no, se movió—. ¿Él se portó mal? ¿Se pue<strong>de</strong> saber qué culpa tiene él? ¿Le <strong>de</strong>be algo<br />

él a el<strong>la</strong>? ¿Tenía obligación <strong>de</strong> ayudar<strong>la</strong>? ¿No le ha estado dando bastante p<strong>la</strong>ta? ¿Y al único que fue<br />

bueno con el<strong>la</strong> le hace una maldad así? Pero ya no más, ya se acabó. Quiero que usted se lo diga.<br />

—Ya se lo he dicho —murmuró Queta—. No te metas, <strong>la</strong> que va a salir perdiendo eres tú.<br />

Cuando supe que Amalia le había contado que estaba esperando un hijo tuyo, se lo advertí. Cuidado<br />

con <strong>de</strong>cirle a <strong>la</strong> chica que Ambrosio, cuidado con ir a contarle a Bo<strong>la</strong> <strong>de</strong> Oro que Amalia. No armes<br />

líos, no te metas. Es por gusto, no lo hace por maldad, quiere llevarle p<strong>la</strong>ta a ese Lucas. Está loca.<br />

—Sin que él le haya hecho nada, sólo porque él fue bueno y <strong>la</strong> ayudó —murmuró<br />

Ambrosio—. A mí no me hubiera importado tanto que le contara a Amalia lo <strong>de</strong> mí. Pero no hacerle<br />

eso a él. Eso era pura maldad, pura maldad.<br />

—No te hubiera importado que le cuente a tu mujer —dijo Queta, mirándolo—. Sólo te<br />

importa Bo<strong>la</strong> <strong>de</strong> Oro, sólo te importa el maricón. Eres peor que él. Sal <strong>de</strong> aquí <strong>de</strong> una vez.<br />

—Le ha mandado una carta a <strong>la</strong> esposa <strong>de</strong> él —roncó Ambrosio y Queta lo vio bajar <strong>la</strong><br />

cabeza, avergonzarse—. A <strong>la</strong> señora <strong>de</strong> él. Tu marido es así, tu marido y su chofer, pregúntale qué<br />

siente cuando el negro y dos páginas así. A <strong>la</strong> esposa <strong>de</strong> él. Dígame por qué. Ha hecho eso.<br />

312

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!