Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
—¿Quién te ha dicho que Queta vivía con el<strong>la</strong>? —balbuceó Ivonne: hacía esfuerzos por<br />
recuperar <strong>la</strong> sonrisa, <strong>la</strong> naturalidad.<br />
—Yo sí te tengo confianza, Madama, yo sí soy tu amigo —susurró Becerrita, con un <strong>de</strong>jo<br />
<strong>de</strong>spechado—. Nos lo dijo <strong>la</strong> Paqueta.<br />
—La peor hija <strong>de</strong> puta que parió jamás una puta —primero una perica con aires <strong>de</strong> gran<br />
señora, Carlitos. Después una viejecita asustada, y cuando oyó nombrar a <strong>la</strong> Paqueta, una pantera—.<br />
La que se crió haciendo gárgaras con <strong>la</strong> menstruación <strong>de</strong> su madre.<br />
—Cómo me gusta esa boca, Madama —Becerrita le pasó un brazo por el hombro, feliz—. Ya<br />
te vengamos, en <strong>la</strong> información <strong>de</strong> mañana <strong>de</strong>cimos que "Monmartre" es el antro con más ma<strong>la</strong><br />
fama <strong>de</strong> Lima.<br />
—¿No te das cuenta que <strong>la</strong> vas a arruinar? —dijo Ivonne, cogiendo <strong>la</strong> rodil<strong>la</strong> <strong>de</strong> Becerrita,<br />
estrujándo<strong>la</strong>—. No te das cuenta que <strong>la</strong> policía <strong>la</strong> va a encerrar, ¿para interrogar<strong>la</strong>?<br />
—¿Vio algo? —dijo Becerrita, bajando <strong>la</strong> voz—. ¿Sabe algo?<br />
—C<strong>la</strong>ro que no, sólo quiere que no <strong>la</strong> metan en líos —dijo Ivonne—. La vas a fregar. ¿Por<br />
qué vas a hacer una maldad así?<br />
—No quiero que le pase nada, sólo que me cuente algunas intimida<strong>de</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong> Musa —dijo<br />
Becerrita—. No diremos que vivían juntas, no <strong>la</strong> nombraremos. ¿Crees en mi pa<strong>la</strong>bra, no?<br />
—Por supuesto que no —dijo Ivonne—. Tú eres otro hijo dé puta igual que <strong>la</strong> Paqueta.<br />
—Así es como me gustas, Madama —Becerrita miró a Santiago y Periquito con una sonrisa<br />
furtiva—. En tu ley.<br />
—Queta es una buena muchacha, Becerrita —dijo Ivonne, a media voz—. No <strong>la</strong> hundas. Te<br />
podría costar caro, a<strong>de</strong>más. Tiene muy buenos amigos, te lo advierto.<br />
—Lláma<strong>la</strong> <strong>de</strong> una vez, y no te pongas dramática —sonrió Becerrita—. Te juro que no le<br />
pasará nada.<br />
—¿Se te ocurre que tiene ánimos para venir a trabajar <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> lo que le pasó a su amiga?<br />
—dijo Ivonne.<br />
—Muy bien, búsca<strong>la</strong> y arrég<strong>la</strong>me una cita con el<strong>la</strong> —dijo Becerrita—. Sólo quiero algunos<br />
datos. Si no le da <strong>la</strong> gana <strong>de</strong> hab<strong>la</strong>r conmigo, publicaré su nombre en primera página y tendrá que<br />
hab<strong>la</strong>r con los soplones.<br />
—¿Me juras que si te hago ver a Queta no <strong>la</strong> nombrarás para nada? —dijo Ivonne.<br />
Becerrita asintió. Su cara se fue llenando a poquitos <strong>de</strong> satisfacción, sus ojitos se<br />
abril<strong>la</strong>ntaron. Se puso <strong>de</strong> pie, se acercó a <strong>la</strong> mesa, con un gesto resuelto cogió el vaso <strong>de</strong> Santiago y<br />
lo vació <strong>de</strong> un trago. Una redon<strong>de</strong><strong>la</strong> <strong>de</strong> espuma b<strong>la</strong>nqueó su boca.<br />
—Te juro, Madama, búsca<strong>la</strong> y llámame —dijo, solemne—. Ya conoces mi teléfono.<br />
—¿Usted cree que va a l<strong>la</strong>marlo, señor Becerra? —dijo Periquito, en <strong>la</strong> camioneta—. Yo más<br />
bien pienso que irá a <strong>de</strong>cirle a <strong>la</strong> tal Queta los <strong>de</strong> "La Crónica" saben que vivías con <strong>la</strong> Musa,<br />
<strong>de</strong>saparécete.<br />
—¿Pero cuál es Queta? —dijo Arispe—. Es seguro que <strong>la</strong> conocemos, Becerrita.<br />
—Debe ser alguna <strong>de</strong> <strong>la</strong>s exclusivas, <strong>la</strong>s que trabajan a domicilio —dijo Becerrita—. Tal vez<br />
<strong>la</strong> conocemos pero con otro nombre.<br />
—Esa mujer vale oro, mi señor —dijo Arispe—. Tienes que encontrar<strong>la</strong>, aunque sea<br />
removiendo todas <strong>la</strong>s piedras <strong>de</strong> Lima.<br />
—¿No les dije que <strong>la</strong> Madama me iba a l<strong>la</strong>mar? —Becerrita los miró sin vanidad, burlón—.<br />
Hoy a <strong>la</strong>s siete. Resérvame <strong>la</strong> página <strong>de</strong>l centro enterita, mandamás.<br />
—Pasen, pasen —dijo Robertito—. Sí, al saloncito.<br />
Tomen asiento.<br />
186