01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

IX<br />

—O SEA que hubiera sido mejor para ti quedarte en <strong>la</strong> casa, no ir a Pucallpa —dice Santiago.<br />

—Sí, mucho mejor —dice Ambrosio—. Pero quién iba a saber, niño. .<br />

Pero qué bonito que hab<strong>la</strong>, gritó Trifulcio. Había ralos ap<strong>la</strong>usos en <strong>la</strong> P<strong>la</strong>za, una maquinita,<br />

algunos vivas. Des<strong>de</strong> <strong>la</strong> escaleril<strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> tribuna, Trifulcio veía a <strong>la</strong> muchedumbre rizándose como el<br />

mar bajo <strong>la</strong> lluvia. Le ardían <strong>la</strong>s manos pero seguía ap<strong>la</strong>udiendo.<br />

—Primero, quién te mandó gritar Viva el Apra a <strong>la</strong> Embajada <strong>de</strong> Colombia —dijo<br />

Ludovico.— Segundo, quiénes son tus compinches. Y tercero, dón<strong>de</strong> están tus compinches. De una<br />

vez, Trinidad López.<br />

—Y a propósito —dice Santiago. ¿Por qué te fuiste <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa?<br />

—Asiento Landa, ya hemos estado parados bastante rato en el Te Deum —dijo don Fermín—.<br />

Asiento, don Emilio.<br />

—Ya estaba cansado <strong>de</strong> trabajar para los <strong>de</strong>más —dice Ambrosio—. Quería probar por mi<br />

cuenta, niño.<br />

A ratos gritaba viva—don—Emilio—Arévalo, a ratos viva—el—general—Odría, a ratos<br />

Arévalo—Odría. Des<strong>de</strong> <strong>la</strong> tribuna le habían hecho gestos, dicho no lo interrumpas mientras hab<strong>la</strong>,<br />

requintado entre dientes, pero Trifulcio no obe<strong>de</strong>cía: era el primero en ap<strong>la</strong>udir, el último en <strong>de</strong>jar<br />

<strong>de</strong> hacerlo.<br />

—Me siento ahorcado con esta pechera —dijo el senador Landa—. No soy para andar <strong>de</strong><br />

etiqueta. Yo soy un campesino, qué diablos.<br />

—Ya, Trinidad López —dijo Hipólito—. Quién te mandó, quiénes son y dón<strong>de</strong> están. De una<br />

vez.<br />

—Yo creía que mi viejo te <strong>de</strong>spidió —dice Santiago.<br />

—Ya sé por qué no le aceptó a Odría <strong>la</strong> senaduría por Lima, Fermín —dijo el senador<br />

Arévalo—. Por no ponerse frac ni tongo.<br />

—Qué ocurrencia, al contrario —dice Ambrosio—. Me pidió que siguiera con él y yo no<br />

quise. Vea qué equivocación, niño.<br />

A ratos se acercaba a <strong>la</strong> baranda <strong>de</strong> <strong>la</strong> tribuna, encaraba a <strong>la</strong> muchedumbre con los brazos en<br />

alto, ¡tres hurras por Emilio Arévalo!, y él mismo rugía ¡hurrá!, ¡tres hurras por el general Odría!, y<br />

estentóreamente ¡rrá rrá rrá!<br />

—El Par<strong>la</strong>mento está bien para los que no tienen nada que hacer —dijo don Fermín—. Para<br />

uste<strong>de</strong>s, los terratenientes.<br />

—Ya me calenté, Trinidad López —dijo Hipólito—. Ahora sí que me calenté, Trinidad.<br />

—Sólo me metí en esta macana porque el Presi<strong>de</strong>nte insistió para que encabezara <strong>la</strong> lista <strong>de</strong><br />

Chic<strong>la</strong>yo —dijo el senador Landa—. Pero ya me estoy arrepintiendo. Voy a tener que <strong>de</strong>scuidar (*)<br />

“O<strong>la</strong>ve”. Esta maldita pechera.<br />

—¿Cómo supiste que el viejo se murió? —dice Santiago.<br />

—No seas farsante, <strong>la</strong> senaduría te ha rejuvenecido diez años —dijo don Fermín—. Y no<br />

pue<strong>de</strong>s quejarte, en unas elecciones como éstas se es candidato con gusto.<br />

—Por el periódico, niño —dice Ambrosio—. No se imagina <strong>la</strong> pena que me dio. Porque qué<br />

gran hombre fue su papá.<br />

Ahora <strong>la</strong> P<strong>la</strong>za hervía <strong>de</strong> cantos, murmullos y vítores. Pero al estal<strong>la</strong>r en el micro, <strong>la</strong> voz <strong>de</strong><br />

don Emilio Arévalo apagaba los ruidos: caía sobre <strong>la</strong> P<strong>la</strong>za <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el techo <strong>de</strong> <strong>la</strong> Alcaldía, el<br />

campanario, <strong>la</strong>s palmeras, <strong>la</strong> glorieta. Hasta en <strong>la</strong> Ermita <strong>de</strong> <strong>la</strong> Beata había colocado Trifulcio un<br />

par<strong>la</strong>nte.<br />

81

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!