01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

—Yo le daré <strong>la</strong> buena noticia —dijo él—. Bueno, esta vez sí está terminado el asunto. Debe<br />

estar rendido, doctorcito.<br />

—La verdad que sí, don Cayo —dijo el doctor Alcibía<strong>de</strong>s—. Llevo casi tres días sin dormir.<br />

—Los que nos ocupamos <strong>de</strong> <strong>la</strong> seguridad, somos los únicos que trabajan <strong>de</strong> veras en este<br />

Gobierno —dijo él.<br />

—¿De veras que el senador Landa asistió a <strong>la</strong> reunión <strong>de</strong> par<strong>la</strong>mentarios en Pa<strong>la</strong>cio? —dijo el<br />

doctor Alcibía<strong>de</strong>s.<br />

—Estuvo cinco horas en Pa<strong>la</strong>cio y mañana saldrá una foto <strong>de</strong> él saludando al Presi<strong>de</strong>nte —<br />

dijo él—. Costó trabajo pero, en fin, lo conseguimos. Haga pasar a esa dama y váyase a <strong>de</strong>scansar,<br />

doctorcito.<br />

—Quiero saber qué pasa con mi esposo —dijo resueltamente <strong>la</strong> mujer y él pensó no viene a<br />

pedir ni a lloriquear, viene a pelear—. Por qué lo ha hecho usted <strong>de</strong>tener, señor Bermú<strong>de</strong>z.<br />

—Si <strong>la</strong>s miradas mataran ya sería yo cadáver —sonrió él—. Calma, señora. Asiento. No sabía<br />

que el amigo Ferro era casado. Y menos que tan bien casado.<br />

—Respóndame ¿por qué lo ha hecho <strong>de</strong>tener? —repitió con vehemencia <strong>la</strong> mujer y él ¿qué es<br />

lo que pasa?—. ¿Por qué no me han <strong>de</strong>jado verlo?<br />

—La va a sorpren<strong>de</strong>r, pero, con el mayor respeto, voy a preguntarle algo ¿un revólver en <strong>la</strong><br />

cartera?, ¿sabe algo que yo no sé?. ¿Cómo pue<strong>de</strong> estar casada con el amigo Ferro una mujer como<br />

usted, señora?<br />

—Mucho cuidado, señor Bermú<strong>de</strong>z, no se equivoque conmigo —alzó <strong>la</strong> voz <strong>la</strong> mujer: no<br />

estaría acostumbrada, seria <strong>la</strong> primera vez—. No le permito que me falte, ni que hable mal <strong>de</strong> mi<br />

esposo.<br />

—No hablo mal <strong>de</strong> él, estoy hab<strong>la</strong>ndo bien <strong>de</strong> usted —dijo él y pensó está aquí casi a <strong>la</strong><br />

fuerza, asqueada <strong>de</strong> haber venido, <strong>la</strong> han mandado—. Disculpe, no quería ofen<strong>de</strong>r<strong>la</strong>.<br />

—Por qué está preso, cuándo lo va a soltar —repitió <strong>la</strong> mujer—. Dígame qué van a hacer con<br />

mi marido.<br />

—A esta oficina sólo vienen policías y funcionarios —dijo él—. Rara vez una mujer, y nunca<br />

una cómo usted. Por eso estoy tan impresionado con su visita, señora.<br />

—¿Va a seguir burlándose <strong>de</strong> mí? —murmuró, trému<strong>la</strong>, <strong>la</strong> mujer—. No sea usted prepotente,<br />

no abuse, señor Bermú<strong>de</strong>z.<br />

—Está bien, señora, su esposo le explicará por qué fue <strong>de</strong>tenido —¿qué es lo Que quería, en<br />

el fondo; a qué no se atrevía?—. No se preocupe por él. Se lo trata con toda consi<strong>de</strong>ración, no le<br />

falta nada. Bueno, le falta usted, y eso sí que no po<strong>de</strong>mos reemp<strong>la</strong>zárselo, <strong>de</strong>sgraciadamente.<br />

—Basta <strong>de</strong> groserías, está hab<strong>la</strong>ndo con una señora —dijo <strong>la</strong> mujer y él se <strong>de</strong>cidió, ahora lo va<br />

a <strong>de</strong>cir, hacer—. Trate <strong>de</strong> portarse como un caballero.<br />

—No soy un caballero, y usted no ha venido a enseñarme modales sino a otra cosa —<br />

murmuró él—. Sabe <strong>de</strong> sobra por qué está <strong>de</strong>tenido su esposo. Dígame <strong>de</strong> una vez a qué ha venido.<br />

—He venido a proponerle un negocio —balbuceó <strong>la</strong> mujer—. Mi esposo tiene que salir <strong>de</strong>l<br />

país mañana. Quiero saber sus condiciones.<br />

—Ahora está más c<strong>la</strong>ro —asintió él—. ¿Mis condiciones para soltar a Ferrito? ¿Es <strong>de</strong>cir<br />

cuánto dinero?<br />

—Le he traído los pasajes para que los vea —dijo el<strong>la</strong>, con ímpetu—. El avión a Nueva York,<br />

mañana a <strong>la</strong>s diez. Tiene que soltarlo esta misma noche. Ya sé que usted no acepta cheques. Es todo<br />

lo que he podido reunir.<br />

—No está mal, señora —me estás matando a fuego lento, c<strong>la</strong>vándome alfileres en los ojos,<br />

<strong>de</strong>spellejándome con <strong>la</strong>s uñas: <strong>la</strong> <strong>de</strong>snudó, amarró, acuclilló y pidió el látigo—. Y, a<strong>de</strong>más, en<br />

dó<strong>la</strong>res. ¿Cuánto hay aquí? ¿Mil, dos mil?<br />

215

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!