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vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

también se había acercado a mirar<strong>la</strong>s. Gritaban, sobre todo <strong>la</strong>s <strong>de</strong> a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte, ni se entendía qué, y<br />

había viejas, jóvenes y criaturas pero ningún hombre, tal como dijo el señor Lozano había dicho<br />

Hipólito. Muchas trenzas, muchas polleras, muchos sombreros. Esas se crecen en <strong>la</strong> Procesión,<br />

había dicho Ludovico: eran tres que tenían <strong>la</strong>s manos como rezando, don. Unas doscientas o<br />

trescientas o cuatrocientas, y por fin acabaron <strong>de</strong> entrar a <strong>la</strong> P<strong>la</strong>za.<br />

—Pan con mantequil<strong>la</strong> ¿ves? —había dicho Ludovico.<br />

—Pan duro y mantequil<strong>la</strong> rancia, tal vez —dijo Hipólito.<br />

—Nos metemos en medio y <strong>la</strong>s cortamos en dos —había dicho Ludovico—. Nos quedamos<br />

con <strong>la</strong> cabeza y te rega<strong>la</strong>mos <strong>la</strong> co<strong>la</strong>.<br />

—Ojalá que los coletazos sean más flojos que los cabezazos —dijo Hipólito, tratando <strong>de</strong><br />

bromear, don, pero no le salía. Se levantó <strong>la</strong>s so<strong>la</strong>pas y fue a buscar a su grupo. Las mujeres dieron<br />

<strong>la</strong> vuelta a <strong>la</strong> P<strong>la</strong>za y ellos <strong>la</strong>s habían seguido, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> atrás y separados.<br />

Cuando estaban frente a <strong>la</strong> Rueda Chicago se había aparecido otra vez Hipólito: me arrepentí,<br />

quiero irme.<br />

Yo te estimo pero yo me estimo más, había dicho Ludovico, te advierto que te jodo,<br />

mostacero. Ese sacudón le había levantado <strong>la</strong> moral, don: miró con furia, salió disparado. Habían<br />

ido reuniendo a <strong>la</strong> gente, <strong>la</strong> habían ido pa<strong>la</strong>breando, y, con disimulo, se pegaron a <strong>la</strong> manifestación.<br />

Estaban aglomeradas junto a <strong>la</strong> Rueda Chicago, <strong>la</strong>s <strong>de</strong>l cartelón daban <strong>la</strong> cara a <strong>la</strong>s otras. De repente<br />

una <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cabecil<strong>la</strong>s se trepó a un tab<strong>la</strong>dillo y comenzó a discursear. Se había amontonado más<br />

gente, estaban ahí apretaditas, habían parado <strong>la</strong> música <strong>de</strong> <strong>la</strong> Rueda, pero ni se oía a <strong>la</strong> que estaba<br />

hab<strong>la</strong>ndo. Ellos se habían ido metiendo, ap<strong>la</strong>udiendo, <strong>la</strong>s bobas nos abren cancha <strong>de</strong>cía Ludovico, y<br />

por el otro <strong>la</strong>do <strong>la</strong> gente <strong>de</strong> Hipólito se iba metiendo también. Ap<strong>la</strong>udían, les daban sus abrazos,<br />

bien buena bravo, algunas los miraban nomás pero otras pasen pasen, les daban <strong>la</strong> mano, no<br />

estamos so<strong>la</strong>s. Ambrosio y Ludovico se habían mirado como diciendo no nos separemos en esta<br />

mesco<strong>la</strong>nza, cumpa. Ya <strong>la</strong>s habían cortado en dos, estaban incrustados como una cuña justo en el<br />

medio. Habían sacado <strong>la</strong>s matracas, los silbatos, Hipólito su bocina, ¡abajo esa agitadora!, ¡viva el<br />

general Odría!, ¡mueran los enemigos <strong>de</strong>l pueblo!, <strong>la</strong>s cachiporras, <strong>la</strong>s manop<strong>la</strong>s, ¡viva Odría! Una<br />

confusión terrible, don. Provocadores aul<strong>la</strong>ba <strong>la</strong> <strong>de</strong>l tab<strong>la</strong>dillo, pero el ruido se tragó su voz y<br />

alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> Ambrosio <strong>la</strong>s mujeres chil<strong>la</strong>ban y empujaban. Váyanse, les <strong>de</strong>cía Ludovico, <strong>la</strong>s<br />

engañaron, vuélvanse a sus casas, y en eso una mano lo había agarrado <strong>de</strong>sprevenido y sentí que se<br />

llevaba en sus uñas una lonja <strong>de</strong> mi pescuezo, le había contado Ludovico <strong>de</strong>spués a Ambrosio, don.<br />

Ahí habían entrado en danza <strong>la</strong>s cachiporras y <strong>la</strong>s ca<strong>de</strong>nas, los sopapos y los puñetazos, y ahí habían<br />

comenzado un millón <strong>de</strong> mujeres a rugir y patalear. Ambrosio y Ludovico estaban juntos, uno se<br />

resba<strong>la</strong>ba y el otro lo sostenía, uno se caía y el otro lo levantaba. Las gallinas resultaron gallos,<br />

había dicho Ludovico, el cojudo <strong>de</strong> Hipólito tuvo razón. Porque se <strong>de</strong>fendían, don. Las tumbaban y<br />

ahí se quedaban, como muertas, pero <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el suelo se prendían <strong>de</strong> los pies y los traían abajo. Había<br />

que estar pateando, saltando, se oían mentadas <strong>de</strong> madre como escopetazos. Somos pocos, había<br />

dicho uno, que venga <strong>la</strong> guardia <strong>de</strong> asalto, pero Ludovico ¡carajo, no! Se aventaron <strong>de</strong> nuevo contra<br />

el<strong>la</strong>s y <strong>la</strong>s habían hecho retroce<strong>de</strong>r, <strong>la</strong> baranda <strong>de</strong> <strong>la</strong> Rueda se vino abajo y un montón <strong>de</strong> locas<br />

también. Algunas se escapaban arrastrándose y ahora en vez <strong>de</strong> viva Odría ellos les gritaban<br />

conchesumadres, putas, y por fin <strong>la</strong> cabeza se había <strong>de</strong>shecho en grupitos y era botado corretear<strong>la</strong>s.<br />

De a dos, <strong>de</strong> a tres cogían a una y le llovía, <strong>de</strong>spués a otra y le llovía, y Ambrosio y Ludovico hasta<br />

se bur<strong>la</strong>ban <strong>de</strong> sus caras sudadas. En eso había sonado el ba<strong>la</strong>zo, don, jijonagrandísima el que<br />

disparó, había dicho Ludovico. No era <strong>de</strong> ahí, sino <strong>de</strong> atrás. La co<strong>la</strong> había estado enterita y<br />

coleteando, don. Fueron a ayudar y <strong>la</strong> <strong>de</strong>sbandaron.<br />

Había disparado uno que se l<strong>la</strong>maba Sol<strong>de</strong>vil<strong>la</strong>, me acorra<strong>la</strong>ron como diez, me iban a sacar los<br />

ojos, no había matado a nadie, el disparo fue al aire. Pero Ludovico se calentó igual: ¿quién mierda<br />

te dio a ti revólver? Y Sol<strong>de</strong>vil<strong>la</strong>: esta arma no es <strong>de</strong>l cuerpo sino <strong>de</strong> mi propiedad. Te jo<strong>de</strong>s<br />

idéntico, había dicho Ludovico, pasaré parte y te quedas sin prima. La Feria se había quedado vacía,<br />

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