01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

sacó una libreta <strong>de</strong>l bolsillo, ¿qué había hecho el joven? Lo habían mandado a <strong>la</strong> universidad <strong>de</strong><br />

Trujillo con mucho sacrificio, señor, allá lo aconsejarían mal, <strong>la</strong>s ma<strong>la</strong>s juntas, antes nunca se había<br />

metido en política. Muy bien, ingeniero, se ocuparía personalmente, ¿cómo se l<strong>la</strong>maba el joven,<br />

estaba <strong>de</strong>tenido en Trujillo o en Lima? Bajó <strong>la</strong>s escaleras y <strong>la</strong>s luces <strong>de</strong>l paseo Colón ya estaban<br />

encendidas. Ambrosio y Ludovico conversaban fumando junto a <strong>la</strong> puerta. Arrojaron los cigarrillos<br />

al verlo: a San Miguel.<br />

—DOBLA por <strong>la</strong> primera a <strong>la</strong> <strong>de</strong>recha —dijo Santiago, seña<strong>la</strong>ndo—. Esa casa amaril<strong>la</strong>, <strong>la</strong><br />

vieja. Si, aquí.<br />

Tocó el timbre, metió <strong>la</strong> cabeza y vio en lo alto <strong>de</strong> <strong>la</strong> escalera a Carlitos, en pantalón <strong>de</strong><br />

pijama, con una toal<strong>la</strong> al hombro: bajaba vo<strong>la</strong>ndo, Zavalita. Regresó al automóvil.<br />

—Si estás apurado, déjame aquí Chispas. Iremos hasta el Cal<strong>la</strong>o en un taxi. “La Crónica” nos<br />

paga <strong>la</strong> movilidad.<br />

—Yo los llevo —dijo el Chispas—. Supongo que ahora nos veremos seguido ¿no? La Teté<br />

quiere verte también. Supongo que puedo traer<strong>la</strong>, ¿o estás enojado con <strong>la</strong> Teté también?<br />

—C<strong>la</strong>ro que no —dijo. Santiago—. No estoy enojado con nadie, ni con los viejos. Pronto voy<br />

a ir a verlos. Sólo quiero que se acostumbren a <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que seguiré viviendo solo.<br />

—No se van a acostumbrar nunca y lo sabes muy bien —dijo el Chispas—. Les estás<br />

amargando <strong>la</strong> vida. No sigas en ese p<strong>la</strong>n tan absurdo, supersabio.<br />

Pero se calló porque ahí estaba Carlitos, mirando <strong>de</strong>sconcertado el auto, <strong>la</strong> cara <strong>de</strong>l Chispas.<br />

Santiago le abrió <strong>la</strong> puerta: pasa, pasa, te presento a mi hermano, nos va a llevar. A<strong>de</strong><strong>la</strong>nte, dijo el<br />

Chispas, aquí cabían los tres <strong>de</strong> sobra. Arrancó, siguiendo <strong>la</strong> línea <strong>de</strong>l tranvía, y durante un buen<br />

rato no hab<strong>la</strong>ron. El Chispas ofreció cigarrillos y Carlitos nos miraba <strong>de</strong> reojo, piensa, y exploraba<br />

el tablero nique<strong>la</strong>do, el f<strong>la</strong>mante tapiz, y <strong>la</strong> elegancia <strong>de</strong>l Chispas.<br />

—Ni siquiera te diste cuenta que el carro es nuevo —dijo él Chispas.<br />

—De veras —dijo Santiago—. ¿El viejo vendió el Buick?<br />

—No, éste es mío —el Chispas se sopló <strong>la</strong>s uñas—. Lo estoy pagando a p<strong>la</strong>zos. No tiene ni<br />

un mes. ¿Y qué van a hacer al Cal<strong>la</strong>o?<br />

—Entrevistar al Director <strong>de</strong> Aduana —dijo Santiago—. Carlitos y yo estamos haciendo unas<br />

crónicas sobre el contrabando.<br />

—Ah, qué interesante —dijo el Chispas; y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> un momento—. ¿Sabes que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />

entraste a trabajar, compramos “La Crónica” todos los días en <strong>la</strong> casa? Pero nunca sabemos qué<br />

escribes. ¿Por qué no firmas tus artículos? Así te irías haciendo conocido.<br />

Ahí estaban los ojos burlones y estupefactos <strong>de</strong> Carlitos, Zavalita, ahí el malestar que sentías.<br />

El Chispas cruzó Barranco, Miraflores, dobló por <strong>la</strong> avenida Pardo y tomó <strong>la</strong> Costanera. Hab<strong>la</strong>ban<br />

con <strong>la</strong>rgas pausas incómodas, sólo Santiago y el Chispas, Carlitos los observaba <strong>de</strong> reojo, con una<br />

expresión intrigada e irónica.<br />

—Debe ser interesantísimo ser periodista —dijo el Chispas—. Yo no podría, soy negado<br />

hasta para escribir cartas. Pero ahí tú estás en tu elemento, Santiago.<br />

Periquito estaba esperándolos en <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong> <strong>la</strong> Aduana con <strong>la</strong>s cámaras al hombro, y un poco<br />

más a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte, <strong>la</strong> camioneta <strong>de</strong>l diario.<br />

—Te busco un día <strong>de</strong> éstos a <strong>la</strong> misma hora —dijo el Chispas—. Con <strong>la</strong> Teté ¿<strong>de</strong> acuerdo?<br />

—Bueno —dijo Santiago—. Gracias por traernos, Chispas.<br />

El Chispas estuvo un momento in<strong>de</strong>ciso, <strong>la</strong> boca entreabierta, pero no dijo nada, se limitó a<br />

hacer adiós con <strong>la</strong> mano. Vieron alejarse el auto por los adoquines encharcados.<br />

—¿De veras es tu hermano? —Carlitos movía <strong>la</strong> cabeza, incrédulo—. Tu familia anda podrida<br />

en p<strong>la</strong>ta ¿no?<br />

162

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!