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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
—Ya sé que oyes <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra negocios y te salen ronchas, bohemio —se rió el Chispas—. Pero<br />
esta vez no te pue<strong>de</strong>s librar, aunque sea un ratito. Te he traído aquí a ver si con p<strong>la</strong>tos picantes y<br />
cerveza he<strong>la</strong>da te tragas mejor <strong>la</strong> píldora.<br />
Se volvió a reír, algo artificialmente ahora, y mientras reía había brotado ese fulgor <strong>de</strong><br />
incomodidad en sus ojos, Zavalita, esos puntitos bril<strong>la</strong>ntes e inquietos: ah f<strong>la</strong>co bohemio, había<br />
dicho dos veces, ah f<strong>la</strong>co bohemio. Ya no alocado, <strong>de</strong>scastado, acomplejado y comunista, piensa.<br />
Piensa: algo más cariñoso, más vago, algo que podía ser todo. F<strong>la</strong>co, bohemio, Zavalita.<br />
—Pásame <strong>la</strong> píldora <strong>de</strong> una vez, entonces —dijo Santiago—. Antes <strong>de</strong>l chupe.<br />
—A ti te importa todo un pito, bohemio —dijo el Chispas, <strong>de</strong>jando <strong>de</strong> reír conservando un<br />
halo <strong>de</strong> sonrisa en <strong>la</strong> cara rasurada; pero en el fondo <strong>de</strong> sus ojos continuaba, aumentaba <strong>la</strong> <strong>de</strong>sazón y<br />
aparecía <strong>la</strong> a<strong>la</strong>rma, Zavalita—. Tantos meses que murió el viejo y ni se te ha ocurrido preguntar por<br />
los negocios que <strong>de</strong>jó.<br />
—Tengo confianza en ti —dijo Santiago—. Sé que harás quedar bien el nombre comercial <strong>de</strong><br />
<strong>la</strong> familia.<br />
—Bueno, vamos a hab<strong>la</strong>r en serio —el Chispas apoyó los codos en <strong>la</strong> mesa, <strong>la</strong> quijada en su<br />
puño y ahí estaba el brillo azogado, su continuo parpa<strong>de</strong>o, Zavalita.<br />
—Apúrate —dijo Santiago—. Te advierto que llega el chupe y se terminan los negocios.<br />
—Han quedado muchos asuntos pendientes, como es lógico —dijo el Chispas, bajando un<br />
poco <strong>la</strong> voz.<br />
Miró <strong>la</strong>s mesas vacías <strong>de</strong>l contorno, tosió y habló con pausas, eligiendo <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras con una<br />
especie <strong>de</strong> recelo—. El testamento, por ejemplo. Ha sido muy complicado, hubo que seguir un<br />
trámite <strong>la</strong>rgo para hacerlo efectivo. Tendrás que ir don<strong>de</strong> el notario a firmar un montón <strong>de</strong> papeles.<br />
En este país todo son enredos burocráticos, papeleos, ya sabes.<br />
El pobre no sólo estaba confuso, incómodo, piensa, estaba asustado. ¿Había preparado con<br />
mucho cuidado esa conversación, adivinado <strong>la</strong>s preguntas que le harías, imaginado lo que le<br />
pedirías y exigirías, previsto que lo amenazarías? ¿Tenía un arsenal <strong>de</strong> respuestas y explicaciones y<br />
<strong>de</strong>mostraciones? Piensa: estabas tan avergonzado, Chispas. A ratos se cal<strong>la</strong>ba y se ponía a mirar por<br />
<strong>la</strong> ventana. Era noviembre y todavía no habían alzado <strong>la</strong>s carpas ni venían bañistas a <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ya;<br />
algunos automóviles circu<strong>la</strong>ban por el malecón, y grupos ralos <strong>de</strong> personas caminaban frente al mar<br />
gris verdoso y agitado. O<strong>la</strong>s altas y ruidosas reventaban a lo lejos y barrían toda <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ya y había<br />
patillos b<strong>la</strong>ncos p<strong>la</strong>neando silenciosamente sobre <strong>la</strong> espuma.<br />
—Bueno, <strong>la</strong> cosa es así —dijo el Chispas—. El viejo quería arreg<strong>la</strong>r bien <strong>la</strong>s cosas, tenía<br />
miedo que se repitiera el ataque <strong>de</strong> <strong>la</strong> vez pasada. Habíamos empezado, cuando murió. Sólo<br />
empezado. La i<strong>de</strong>a era evitar los impuestos a <strong>la</strong> sucesión, los malditos papeleos.<br />
Fuimos dando un aspecto legal al asunto, poniendo <strong>la</strong>s firmas a mi nombre, con contratos<br />
simu<strong>la</strong>dos <strong>de</strong> traspaso, etcétera. Tú eres lo bastante inteligente para darte cuenta. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong>l viejo<br />
no era <strong>de</strong>jarme a mí todos los negocios ni mucho menos. Sólo evitar <strong>la</strong>s complicaciones. Íbamos a<br />
hacer todos los traspasos y al mismo tiempo a <strong>de</strong>jar bien arreg<strong>la</strong>do lo <strong>de</strong> tus <strong>de</strong>rechos y los <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
Teté. Y los <strong>de</strong> <strong>la</strong> mamá, por supuesto.<br />
El Chispas sonrió y Santiago también sonrió. Acababan <strong>de</strong> traer el chupe, Zavalita, los p<strong>la</strong>tos<br />
humeaban y el vaho se mezc<strong>la</strong>ba con esa súbita, invisible tirantez, esa atmósfera punti<strong>llosa</strong> y<br />
recargada que se había insta<strong>la</strong>do en <strong>la</strong> mesa.<br />
—El viejo tuvo una buena i<strong>de</strong>a —dijo Santiago—. Era lo más lógico poner todo a tu nombre<br />
para evitar complicaciones.<br />
—Todo no —dijo el Chispas, muy rápido, sonriendo, alzando un poco <strong>la</strong>s manos—. Sólo el<br />
<strong>la</strong>boratorio, <strong>la</strong> compañía. Sólo los negocios. No <strong>la</strong> casa ni el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong> Ancón. A<strong>de</strong>más,<br />
compren<strong>de</strong>rás que el traspaso es más bien una ficción. Que <strong>la</strong>s firmas estén a mi nombre no quiere<br />
<strong>de</strong>cir que yo me voy a quedar con todo eso. Ya está arreg<strong>la</strong>do lo <strong>de</strong> <strong>la</strong> mamá, lo <strong>de</strong> <strong>la</strong> Teté.<br />
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