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vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

—Qué malpensado eres, qué burgués eres —dijo Aída.<br />

—Lo entiendo, porque yo también me paso los días acordándome <strong>de</strong> Amalita Hortensia —<br />

dice Ambrosio— Pensando cómo será, a quién se parecerá.<br />

—¿Tú crees que eso les pasa sólo a los burgueses?—dijo Santiago—. ¿Que los<br />

revolucionarios no piensan nunca en mujeres?<br />

—Ya está, ya te enojaste por lo <strong>de</strong> burgués —dijo Aída—. No seas susceptible, hombre, no<br />

seas burgués. Uy, se me escapó <strong>de</strong> nuevo.<br />

—Vamos a tomarnos un café con leche —dijo Jacobo—. Vengan, paga el oro <strong>de</strong> Moscú.<br />

¿Eran rebel<strong>de</strong>s solitarios, militaban en alguna organización c<strong>la</strong>n<strong>de</strong>stina, sería alguno <strong>de</strong> ellos<br />

soplón?<br />

No andaban juntos, rara vez se aparecían al mismo tiempo, no se conocían o hacían creer que<br />

no se conocían entre ellos. A veces era como si fueran a reve<strong>la</strong>r algo importante, pero se <strong>de</strong>tenían en<br />

el umbral <strong>de</strong> <strong>la</strong> reve<strong>la</strong>ción, y sus insinuaciones y alusiones, sus ternos <strong>de</strong>steñidos y sus maneras<br />

calcu<strong>la</strong>das, provocaban en ellos <strong>de</strong>sasosiego, dudas, una admiración contenida por el recelo o el<br />

temor. Sus rostros casuales empezaron a aparecer en los cafés don<strong>de</strong> iban <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ses, ¿era<br />

un enviado, exploraba el terreno?, sus humil<strong>de</strong>s siluetas a sentarse en <strong>la</strong>s mesas que ellos ocupaban,<br />

entonces <strong>de</strong>mostrémosle que con ellos no tenía por qué disimu<strong>la</strong>r, y allí, fuera <strong>de</strong> San Marcos, en<br />

nuestro año hay dos soplones <strong>de</strong>cía Aída, lejos <strong>de</strong> los confi<strong>de</strong>ntes emboscados, los <strong>de</strong>scubrimos y<br />

no pudieron negarlo <strong>de</strong>cía Jacobo, los diálogos empezaron a ser menos etéreos, se disculparon<br />

alegando que <strong>de</strong> abogados ascen<strong>de</strong>rían en el esca<strong>la</strong>fón <strong>de</strong>cía Santiago, a adoptar por instantes un<br />

carácter audazmente político, los bobos ni siquiera sabían mentir <strong>de</strong>cía Aída. Las char<strong>la</strong>s solían<br />

comenzar con alguna anécdota, los peligrosos no eran los que se daban a conocer <strong>de</strong>cía<br />

Washington, o broma o chisme o averiguación, sino los soplones cachueleros que no figuraban en<br />

<strong>la</strong>s listas <strong>de</strong> <strong>la</strong> policía, y luego venían tímidas, acci<strong>de</strong>ntales, <strong>la</strong>s preguntas, ¿qué tal era el ambiente<br />

en el primer año?, ¿había inquietud, se preocupaban por los problemas los muchachos?, ¿habría una<br />

mayoría interesada en reconstituir los Centros Fe<strong>de</strong>rados?, y cada vez más sibilina, serpentina, ¿qué<br />

pensaban <strong>de</strong> <strong>la</strong> revolución boliviana?, <strong>la</strong> conversación resba<strong>la</strong>ba, ¿y <strong>de</strong> Guatema<strong>la</strong> qué pensaban?,<br />

hacia <strong>la</strong> situación internacional. Animados, excitados, ellos opinaban sin bajar <strong>la</strong> voz, que los<br />

oyeran los soplones, que los metieran presos, y Aída se estimu<strong>la</strong>ba a sí misma, era <strong>la</strong> más entusiasta<br />

piensa, se <strong>de</strong>jaba ganar por su propia emoción, <strong>la</strong> más arriesgada piensa, <strong>la</strong> primera en tras<strong>la</strong>dar<br />

atrevidamente <strong>la</strong> conversación <strong>de</strong> Bolivia y Guatema<strong>la</strong> al Perú: vivíamos en una dictadura militar, y<br />

los ojos nocturnos bril<strong>la</strong>ban, aun cuando <strong>la</strong> revolución boliviana fuera sólo liberal, y su nariz se<br />

afi<strong>la</strong>ba, aun cuando Guatema<strong>la</strong> no llegara a ser una revolución <strong>de</strong>mocrático—burguesa, y sus sienes<br />

<strong>la</strong>tían más rápido, estaban mejor que el Perú, y un mechón <strong>de</strong> cabellos danzaba, gobernado por un<br />

generalote, y golpeaba su frente mientras hab<strong>la</strong>ba, y por una pandil<strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong>drones, y sus pequeños<br />

puños rebotaban en <strong>la</strong> mesa. Incómodas, inquietas, a<strong>la</strong>rmadas <strong>la</strong>s sombras furtivas interrumpían a<br />

Aída, cambiaban <strong>de</strong> tema o se levantaban y partían.<br />

—Su papá <strong>de</strong>cía que a usted San Marcos le hizo daño —dice Ambrosio—. Que usted <strong>de</strong>jó <strong>de</strong><br />

quererlo por culpa <strong>de</strong> <strong>la</strong> Universidad.<br />

—Lo pusiste en un apuro a Washington —dijo Jacobo—. Si es <strong>de</strong>l Partido está obligado a<br />

cuidarse. No hables tan fuerte <strong>de</strong> Odría <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> él, lo pue<strong>de</strong>s comprometer.<br />

—¿Te dijo mi papá que yo había <strong>de</strong>jado <strong>de</strong> quererlo? —dice Santiago.<br />

—¿Tú crees que Washington se fue por eso? —dijo Aída.<br />

—Era lo que más le preocupaba en <strong>la</strong> vida —dice Ambrosio—. Saber por qué había <strong>de</strong>jado<br />

usted <strong>de</strong> quererlo, niño.<br />

Estaba en tercero <strong>de</strong> Derecho, era un serranito b<strong>la</strong>nco y jovial que hab<strong>la</strong>ba sin adoptar el aire<br />

solemne, esotérico, arzobispal <strong>de</strong> los otros, fue el primero cuyo nombre supieron: Washington.<br />

Siempre vestido <strong>de</strong> gris c<strong>la</strong>ro, siempre con los alegres dientes caninos al aire con sus bromas<br />

imponía a <strong>la</strong>s char<strong>la</strong>s <strong>de</strong> "El Palermo”, el café—bil<strong>la</strong>r o el patio <strong>de</strong> Económicas un clima personal<br />

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