01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

Don Fermín lo miró a los ojos, lo abrazó otra vez, lo soltó, sonrió a medias y se volvió hacia<br />

el escritorio, don<strong>de</strong> el otro se había sentado ya.<br />

—Ya ve, don Fermín —se le veía apenas <strong>la</strong> cara, Carlitos, una vocecita <strong>de</strong>sganada, servil—.<br />

Ahí tiene al here<strong>de</strong>ro, sano y salvo.<br />

—Este joven no se cansa <strong>de</strong> darme dolores <strong>de</strong> cabeza —el pobre quería ser natural y era<br />

teatral y hacía cómico, Carlitos—. Lo envidio por no tener hijos, don Cayo.<br />

—Cuando uno se va poniendo viejo —Sí, Carlitos, Cayo Bermú<strong>de</strong>z en persona— le gustaría<br />

tener quien lo represente en el mundo cuando ya no esté.<br />

Don Fermín soltó una risita incómoda, se sentó en una esquina <strong>de</strong>l escritorio, y Cayo<br />

Bermú<strong>de</strong>z se puso <strong>de</strong> pie: ése era pues, ahí estaba pues. Una cara seca, apergaminada, insípida. ¿No<br />

quería sentarse, don Fermín? No, don Cayo, aquí estaba bien.<br />

—Vea en qué lío se ha metido, joven —con amabilidad, Carlitos, como si lo <strong>la</strong>mentara—. Por<br />

<strong>de</strong>dicarse a <strong>la</strong> política en vez <strong>de</strong> los estudios.<br />

—Yo no hago política —dijo Santiago—. Estaba con unos compañeros, no hacíamos nada.<br />

Pero Bermú<strong>de</strong>z se había inclinado a ofrecer cigarrillos a don Fermín que, inmediatamente,<br />

con una sonrisita postiza sacó un Inca, él que sólo podía fumar Chesterfield y odiaba el tabaco<br />

negro Carlitos, y se lo puso en <strong>la</strong> boca. Aspiraba con avi<strong>de</strong>z y tosía, contento <strong>de</strong> hacer algo que<br />

disimu<strong>la</strong>ra su malestar, Carlitos, su terrible incomodidad. Bermú<strong>de</strong>z miraba los remolinos <strong>de</strong> humo,<br />

aburrido, y <strong>de</strong> pronto sus ojos encontraron a Santiago:<br />

—Está bien que un joven sea rebel<strong>de</strong>, impulsivo —como si estuviera diciendo tonterías en<br />

una reunión social, Carlitos, como si le importara un comino lo que <strong>de</strong>cía—. Pero conspirar con los<br />

comunistas ya es otra cosa. ¿No sabe qué el comunismo está fuera <strong>de</strong> <strong>la</strong> ley? Figúrese si se le<br />

aplicara <strong>la</strong> Ley <strong>de</strong> Seguridad Interior.<br />

—La Ley <strong>de</strong> Seguridad Interior no es para mocosos que no saben dón<strong>de</strong> están parados, don<br />

Cayo —con una furia frenada, Carlitos, sin alzar <strong>la</strong> voz, aguantándose <strong>la</strong>s ganas <strong>de</strong> <strong>de</strong>cirle perro,<br />

sirviente.<br />

—Por favor, don Fermín —como escandalizado, Carlitos, <strong>de</strong> que no le entendieran <strong>la</strong>s<br />

bromas—. Ni para los mocosos ni mucho menos para el hijo <strong>de</strong> un amigo <strong>de</strong>l régimen como usted.<br />

—Santiago es un muchacho difícil, lo sé <strong>de</strong> sobra —sonriendo y poniéndose serio, Carlitos,<br />

cambiando a cada pa<strong>la</strong>bra <strong>de</strong> tono—. Pero no exagere, don Cayo. Mi hijo no conspira, y menos con<br />

comunistas.<br />

—Que él mismo le cuente, don Fermín —amistosa, obsequiosamente, Carlitos—. Qué hacía<br />

en ese hotelito <strong>de</strong>l Rímac, qué es <strong>la</strong> Fracción, qué es Cahui<strong>de</strong>. Que le explique todos esos<br />

nombrecitos.<br />

Arrojó una bocanada <strong>de</strong> humo, contempló <strong>la</strong>s volutas me<strong>la</strong>ncólicamente.<br />

—En este país los comunistas ni siquiera existen, don Cayo —atragantándose con <strong>la</strong> tos y <strong>la</strong><br />

cólera, Carlitos, pisoteando con odio el cigarrillo.<br />

—Son poquitos, pero fastidian ——como si yo me hubiera ido, Carlitos, o nunca hubiera<br />

estado ahí—. Sacan un periodiquito a mimeógrafo, Cahui<strong>de</strong>. Pestes <strong>de</strong> Estados Unidos, <strong>de</strong>l<br />

Presi<strong>de</strong>nte, <strong>de</strong> mí. Tengo <strong>la</strong> colección completa y se <strong>la</strong> enseñaré, alguna vez.<br />

—No tengo nada que ver —dijo Santiago—. No conozco a ningún comunista en San Marcos.<br />

—Los <strong>de</strong>jamos que jueguen a <strong>la</strong> revolución, a lo que quieran, con tal que no se excedan —<br />

como si todo lo que él mismo <strong>de</strong>cía lo aburriera, Carlitos—. Pero una huelga política, <strong>de</strong> apoyo a<br />

los tranviarios, imagínese qué tendrá que ver San Marcos con los tranviarios, eso ya no.<br />

—La huelga no es política —dijo Santiago—. La <strong>de</strong>cretó <strong>la</strong> Fe<strong>de</strong>ración. Todos los alumnos.<br />

—Este joven es <strong>de</strong>legado <strong>de</strong> año, <strong>de</strong>legado <strong>de</strong> <strong>la</strong> Fe<strong>de</strong>ración, <strong>de</strong>legado al Comité <strong>de</strong> huelga —<br />

sin oírme ni mirarme, Carlitos, sonriéndole al viejo como si le estuviera contando un chiste—. Y<br />

99

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!