01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

para pescar al b<strong>la</strong>nquito. Ganaría un apellido y mejoraría <strong>de</strong> c<strong>la</strong>se, pero se quedó sin una amiga y<br />

hasta sin madre. ¿Don Cayo, don? Sí, él tenía amigos, los sábados se lo veía tomándose sus<br />

cervecio<strong>la</strong>s en el "Cielito lindo", o jugando sapo en el Jardín El Paraíso, o en el bulín y <strong>de</strong>cían que<br />

se metía siempre al cuarto con dos. Rara vez salía con <strong>la</strong> Rosa, don, hasta al cine se iba solo. ¿En<br />

qué trabajó don Cayo, don? En el almacén <strong>de</strong> los Cruz, en un banco, en una notaría, <strong>de</strong>spués vendía<br />

tractores a los hacendados. Pasó como un año en el cuartito ése, cuando mejoró se mudó al barrio<br />

Sur, Ambrosio en ese tiempo ya era chofer interprovincial y paraba poco en Chincha, y en una <strong>de</strong><br />

ésas que llegó al pueblo le dijeron se murió el Buitre y don Cayo y <strong>la</strong> Rosa se han ido a vivir con <strong>la</strong><br />

beata. Doña Catalina se murió cuando el gobierno <strong>de</strong> Bustamante, don. Cuando a don Cayo le<br />

cambió <strong>la</strong> suerte, con Odría, en Chincha <strong>de</strong>cían ahora <strong>la</strong> Rosa se hará casa nueva y tendrá sirvientas.<br />

Nada <strong>de</strong> eso, don. Comenzaron a lloverle visitas a <strong>la</strong> Rosa, entonces. En "La voz <strong>de</strong> Chincha” salían<br />

fotos <strong>de</strong> don Cayo que <strong>de</strong>cían Chinchano ilustre y quién no le caía a <strong>la</strong> Rosa para pedirle un<br />

puestecito para mi marido, una bequita para mi hijo y que a mi hermano lo nombren profesor aquí,<br />

subprefecto allá. Y <strong>la</strong>s familias <strong>de</strong> apristas y apristones a llorarle que don Cayo suelte a mi sobrinito<br />

o <strong>de</strong>je volver al país a mi tío. Ahí vino <strong>la</strong> venganza <strong>de</strong> <strong>la</strong> hija <strong>de</strong> <strong>la</strong> Túmu<strong>la</strong>, don, ahí pagaron los que<br />

le hicieron <strong>de</strong>saires. Dicen que los recibía en <strong>la</strong> puerta y que a todos les ponía <strong>la</strong> misma cara <strong>de</strong><br />

idiota. ¿Estaba preso su ; hijito? Ay, qué pena. ¿Un puesto para su entenadito? Que fuera a Lima y<br />

le hab<strong>la</strong>ra a su marido y hasta lueguito. Pero todo esto Ambrosio sólo lo sabía <strong>de</strong> oídas, don, ¿no ve<br />

que entonces ya estaba en Lima, también? ¿Quién lo había convencido a él que se viniera a buscar a<br />

don Cayo, don? La negra, Ambrosio no quería, <strong>de</strong>cía dicen que a todos los chinchanos que van a<br />

pedirle algo los <strong>la</strong>rga. Pero a él no lo <strong>la</strong>rgó, don, lo ayudó y Ambrosio se lo agra<strong>de</strong>cía. Sí, odiaba a<br />

los chinchanos, quién sabe por qué, ya ve que no hizo nada por Chincha, ni una escuelita hizo<br />

construir en su tierra. Cuando pasó el tiempo y <strong>la</strong>s gentes comenzaron a hab<strong>la</strong>r mal <strong>de</strong> Odría, y<br />

volvieron a Chincha los apristas <strong>de</strong>sterrados, dicen que el sub—prefecto puso un policía en <strong>la</strong> casita<br />

amaril<strong>la</strong> para proteger a <strong>la</strong> Rosa, ¿no ve que don Cayo era tan odiado, don? Pura tontería, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que<br />

él estaba en el gobierno ni vivían juntos ni se veían, todos sabían que si <strong>la</strong> mataban a <strong>la</strong> Rosa con<br />

eso no le hacían daño a don Cayo, más bien un favor. Porque no sólo no <strong>la</strong> quería, don, sino que<br />

hasta <strong>la</strong> odiaría, por habérsele puesto tan fea, ¿no cree usted?<br />

—Ya ves qué bien te recibió —dijo el coronel Espina—. Ya has visto qué c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> hombre es<br />

el General.<br />

—Necesito poner en or<strong>de</strong>n mi cabeza –murmuró Bermú<strong>de</strong>z—. La tengo hecha una ol<strong>la</strong> <strong>de</strong><br />

grillos.<br />

—Anda a <strong>de</strong>scansar —dijo Espina—. Mañana te presentaré a <strong>la</strong> gente <strong>de</strong>l Ministerio y te<br />

pondré al tanto <strong>de</strong> <strong>la</strong>s cosas. Pero dime al menos si estás contento.<br />

—No sé si contento —dijo Bermú<strong>de</strong>z—. Como borracho, más bien.<br />

—Bueno, ya sé que ésa es tu manera <strong>de</strong> darme <strong>la</strong>s gracias —se rió Espina.<br />

—He venido a Lima sólo con este maletín —dijo Bermú<strong>de</strong>z—. Pensaba que era cuestión <strong>de</strong><br />

unas horas.<br />

—¿Necesitas dinero? —dijo Espina—. Sí, hombre, te presto algo ahora, y mañana hacemos<br />

que te <strong>de</strong>n un a<strong>de</strong><strong>la</strong>nto en <strong>la</strong> caja.<br />

—¿Qué <strong>de</strong>sgracia te pasó en Pucallpa? —dice Santiago.<br />

—Voy a buscarme un hotelito cerca <strong>de</strong> aquí —dijo Bermú<strong>de</strong>z. Vendré mañana temprano.<br />

—¿Por mí, por mí? —dijo don Fermín—. ¿O lo hiciste por ti, para tenerme en tus manos,<br />

pobre infeliz?<br />

—Uno que creía que era mi amigo me mandó allá —dice Ambrosio—. Anda allá, negro, el<br />

oro y el moro. Puro cuento, niño, <strong>la</strong> ensartada más gran<strong>de</strong> <strong>de</strong>l siglo.<br />

Ah, si yo le contara.<br />

Espina lo acompañó hasta <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho y se dieron <strong>la</strong> mano. Bermú<strong>de</strong>z salió, en una<br />

mano el maletín, en <strong>la</strong> otra el sombrerito. Tenía un aspecto distraído y grave, miraba como para<br />

32

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!