Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
cogió <strong>de</strong>l brazo a cada uno, cruzó con ellos el jardín sin <strong>de</strong>jar un segundo <strong>de</strong> hab<strong>la</strong>r, arrastrándolos<br />
en su remolino <strong>de</strong> exc<strong>la</strong>maciones y preguntas y felicida<strong>de</strong>s, y <strong>la</strong>nzando siempre <strong>la</strong>s inevitables,<br />
veloces miradas <strong>de</strong> sos<strong>la</strong>yo hacia Ana que se tropezaba. Toda <strong>la</strong> familia esperaba reunida en <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>.<br />
El Tribunal, Zavalita. Ahí estaba: incluso Popeye, incluso Cary, <strong>la</strong> novia <strong>de</strong> Chispas, todos <strong>de</strong> fiesta.<br />
Cinco pares <strong>de</strong> fusiles, piensa, apuntando y disparando al mismo tiempo contra Ana.<br />
Piensa: <strong>la</strong> cara <strong>de</strong> <strong>la</strong> mamá. No <strong>la</strong> conocías bien a <strong>la</strong> mamá, Zavalita, creías que tenía más<br />
dominio <strong>de</strong> sí misma más mundo, que se gobernaba mejor. Pero no disimuló ni su contrariedad ni<br />
su estupor ni su <strong>de</strong>silusión; sólo su cólera, al principio y a medias. Fue <strong>la</strong> última en acercarse a<br />
ellos, como un penitente que arrastra ca<strong>de</strong>nas, lívida. Besó a Santiago murmurando algo que no<br />
entendiste —le temb<strong>la</strong>ba el <strong>la</strong>bio, piensa le habían crecido los ojos— y <strong>de</strong>spués y con esfuerzo se<br />
volvió hacia Ana que estaba abriendo los brazos. Pero el<strong>la</strong> no <strong>la</strong> abrazó ni le sonrió; se inclinó<br />
apenas, rozó con su mejil<strong>la</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong> Ana y se apartó al instante: ho<strong>la</strong>, Ana. Endureció todavía más <strong>la</strong><br />
cara, se volvió hacia Santiago y Santiago miró a Ana: había enrojecido <strong>de</strong> golpe y ahora don Fermín<br />
trataba <strong>de</strong> arreg<strong>la</strong>r <strong>la</strong>s cosas. Se había precipitado hacia Ana, así que ésta era su nuera, <strong>la</strong> había<br />
abrazado <strong>de</strong> nuevo éste el secreto que les tenía escondido el f<strong>la</strong>co. El Chispas abrazó a Ana con una<br />
sonrisa <strong>de</strong> hipopótamo y a Santiago le dio un palmazo en <strong>la</strong> espalda exc<strong>la</strong>mando cortado qué<br />
guardadito te lo tenías. También en él aparecía a ratos <strong>la</strong> misma expresión embarazada y funeral que<br />
ponía don Fermín cuando <strong>de</strong>scuidaba su cara un segundo y olvidaba sonreír. Sólo Popeye parecía<br />
divertido y a sus anchas. Menudita, rubiecita, con su voz <strong>de</strong> pito y su vestido negro <strong>de</strong> crepé, Cary<br />
había comenzado a hacer preguntas antes <strong>de</strong> que se sentaran, con una risita inocente que<br />
escarape<strong>la</strong>ba. Pero <strong>la</strong> Teté se había portado bien, Zavalita, hecho lo imposible por rellenar los<br />
vacíos con púas <strong>de</strong> <strong>la</strong> conversación, por endulzar el trago amargo que <strong>la</strong> mamá, queriendo o sin<br />
querer, le hizo pasar a Ana esas dos horas. No le había dirigido <strong>la</strong> pa<strong>la</strong>bra ni una vez y cuando don<br />
Fermín, angustiosamente jocoso, abrió una botel<strong>la</strong> <strong>de</strong> champagne y trajeron bocaditos, olvidó<br />
pasarle a Ana <strong>la</strong> fuente <strong>de</strong> palitos <strong>de</strong> queso. Y había permanecido tiesa y <strong>de</strong>sinteresada —el <strong>la</strong>bio<br />
siempre temblándole, <strong>la</strong>s pupi<strong>la</strong>s di<strong>la</strong>tadas y fijas—, cuando Ana, acosada por Cary y <strong>la</strong> Teté,<br />
explicó, equivocándose y contradiciéndose, cómo y dón<strong>de</strong> se habían casado. En privado, sin partes,<br />
sin fiesta, qué locos, <strong>de</strong>cía <strong>la</strong> Teté, y Cary qué sencillo, qué bonito, y miraba al Chispas. A ratos,<br />
como recordando que <strong>de</strong>bía hacerlo, don Fermín salía <strong>de</strong> su mutismo con un pequeño sobresalto, se<br />
a<strong>de</strong><strong>la</strong>ntaba en el asiento y <strong>de</strong>cía algo cariñoso a Ana. Qué incómodo se lo notaba, Zavalita, qué<br />
trabajo le costaba esa naturalidad, esa familiaridad.<br />
Habían traído más bocaditos, don Fermín sirvió una segunda copa <strong>de</strong> champagne, y en los<br />
segundos que bebían había un fugaz alivio en <strong>la</strong> tensión. De reojo, Santiago veía el empeño <strong>de</strong> Ana<br />
por tragar los bocaditos que le pasaba <strong>la</strong> Teté, y respondía como podía a <strong>la</strong>s bromas —cada vez más<br />
tímidas, más falsas— que le hacía Popeye. Parecía que el aire se fuera a encen<strong>de</strong>r, piensa, que una<br />
fogata fuera a aparecer en medio <strong>de</strong>l grupo. Imperturbable, con tenacidad, con salud, Cary metía <strong>la</strong><br />
pata a cada instante. Abría <strong>la</strong> boca, ¿en quécolegio estudiaste, Ana?, y con<strong>de</strong>nsaba <strong>la</strong> atmósfera, ¿el<br />
María Parado <strong>de</strong> Bellido era un colegio nacional, no?, y añadía tics y temblores, ¡ah, había<br />
estudiado enfermería!, a <strong>la</strong> cara <strong>de</strong> <strong>la</strong> mamá, ¿pero no para voluntaria <strong>de</strong> <strong>la</strong> Cruz Roja sino como<br />
profesión? Así que sabías poner inyecciones Ana, así que habías trabajado en "La Maison <strong>de</strong> Santé”<br />
y en el hospital Obrero <strong>de</strong> Ica.<br />
Ahí <strong>la</strong> mamá, Zavalita, pestañeando, mordiéndose el <strong>la</strong>bio, revolviéndose en el asiento como<br />
si fuera un hormiguero. Ahí el papá, <strong>la</strong> mirada en <strong>la</strong> punta <strong>de</strong>l zapato, escuchando, alzando <strong>la</strong><br />
cabeza y porfiando por sonreír contigo y con Ana. Encogida en el asiento, una tostada con anchoas<br />
bai<strong>la</strong>ndo entre sus <strong>de</strong>dos, Ana miraba a Cary como un atemorizado alumno al examinador. Un<br />
momento <strong>de</strong>spués se levantó, fue hacia <strong>la</strong> Teté y le habló al oído en medio <strong>de</strong> un silencio eléctrico.<br />
C<strong>la</strong>ro, dijo <strong>la</strong> Teté, ven conmigo. Se alejaron, <strong>de</strong>saparecieron en <strong>la</strong> escalera, y Santiago miró a <strong>la</strong><br />
señora Zoi<strong>la</strong>. No <strong>de</strong>cía nada todavía, Zavalita. Tenía el ceño fruncido, su <strong>la</strong>bio temb<strong>la</strong>ba, te miraba.<br />
Pensabas no le va a importar que estén aquí Popeye y Cary, piensa, es más fuerte que el<strong>la</strong>, no se va<br />
a aguantar.<br />
292