01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

Cuando salió el sol, preparó con cuidado <strong>la</strong> maleta.<br />

Examinó pensativo el cuartito, <strong>la</strong> cama, <strong>la</strong> pequeña repisa con libros. El colectivo vino a<br />

buscarlo a <strong>la</strong>s ocho. La señora Lucía salió a <strong>de</strong>spedirlo en bata, atontada <strong>de</strong> sorpresa todavía, sí, le<br />

juraba que no le diría nada a su papá, y le había dado un abrazo y un beso en <strong>la</strong> frente. Llegó a Ica a<br />

<strong>la</strong>s once <strong>de</strong> <strong>la</strong> mañana, y antes <strong>de</strong> ir a casa <strong>de</strong> Ana, l<strong>la</strong>mó al Hotel <strong>de</strong> Huacachina para confirmar <strong>la</strong><br />

reserva. El terno oscuro que sacó <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>la</strong>van<strong>de</strong>ría el día anterior se había arrugado en <strong>la</strong> maleta y <strong>la</strong><br />

madre <strong>de</strong> Ana se lo p<strong>la</strong>nchó. A regañadientes, los padres <strong>de</strong> Ana habían cumplido lo que él pidió:<br />

ningún invitado. Sólo con esa condición aceptabas casarte por <strong>la</strong> Iglesia les había advertido Ana,<br />

piensa. Fueron los cuatro a <strong>la</strong> Municipalidad, luego a <strong>la</strong> Iglesia, y una hora <strong>de</strong>spués estaban<br />

almorzando en el Hotel <strong>de</strong> Turistas. La madre se secreteaba con Ana, el padre <strong>de</strong>sensartaba<br />

anécdotas y bebía, apenadísimo. Y ahí estaba Ana, Zavalita: su traje b<strong>la</strong>nco, su cara <strong>de</strong> felicidad.<br />

Cuando iban a subir al taxi que los llevaría a Huacachina, <strong>la</strong> madre rompió en l<strong>la</strong>nto. Ahí, los tres<br />

días <strong>de</strong> luna <strong>de</strong> miel alre<strong>de</strong>dor <strong>de</strong> <strong>la</strong>s aguas verdosas pestilentes <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>la</strong>guna, Zavalita.<br />

Caminatas entre los médanos, piensa, <strong>conversacion</strong>es tontas con <strong>la</strong>s otras parejas <strong>de</strong> novios,<br />

<strong>la</strong>rgas siestas, <strong>la</strong>s partidas <strong>de</strong> ping—pong que Ana ganaba siempre.<br />

—YO ANDABA contando los días para que se cumplieran los seis meses —dice Ambrosio—<br />

. Así que a los seis meses justos le caí tempranito.<br />

Un día en el río, Amalia se había dado cuenta que estaba más acostumbrada todavía a<br />

Pucallpa <strong>de</strong> lo que creía. Se habían bañado con doña Lupe y mientras Amalita Hortensia dormía<br />

bajo el paraguas c<strong>la</strong>vado en <strong>la</strong> arena, se les habían acercado dos hombres. Uno era sobrino <strong>de</strong>l<br />

marido <strong>de</strong> doña Lupe, el otro un agente viajero que había llegado el día anterior <strong>de</strong> Huánuco. Se<br />

l<strong>la</strong>maba Leoncio Paniagua y se había sentado junto a Amalia. Había estado contándole lo mucho<br />

que viajaba por el Perú <strong>de</strong>bido a su trabajo y le <strong>de</strong>cía en qué se parecían y diferenciaban Huancayo,<br />

Cerro <strong>de</strong> Pasco, Ayacucho. Quiere impresionarme con sus viajes, había pensado Amalia, riéndose<br />

en sus a<strong>de</strong>ntros. Lo había <strong>de</strong>jado darse aires <strong>de</strong> conocedor <strong>de</strong> mundos un buen rato y al fin le había<br />

dicho: yo soy <strong>de</strong> Lima. ¿De Lima? Leoncio Paniagua no se lo había querido creer: pero si hab<strong>la</strong>ba<br />

igualito a <strong>la</strong> gente <strong>de</strong> aquí, si tenía el cantito y los dichos y todo.<br />

—¿No te habrás vuelto loco, no? —lo había mirado atónito don Hi<strong>la</strong>rio—. El negocio va bien,<br />

pero, como es lógico, hasta ahora es pura pérdida. ¿Se te ocurre que a los seis meses va a <strong>de</strong>jar<br />

ganancias?<br />

Al regresar a <strong>la</strong> casa, Amalia le había preguntado a doña Lupe si era verdad lo que le había<br />

dicho Leoncio Paniagua: sí, c<strong>la</strong>ro que sí, ya hab<strong>la</strong>ba igualito que una montañesa, ponte orgu<strong>llosa</strong>.<br />

Amalia había pensado en lo asombradas que se quedarían sus conocidas <strong>de</strong> Lima si <strong>la</strong> oyeran: su tía,<br />

<strong>la</strong> señora Rosario; Carlota y Símu<strong>la</strong>. Pero el<strong>la</strong> no notaba que había cambiado su manera <strong>de</strong> hab<strong>la</strong>r,<br />

doña Lupe, y doña Lupe, sonriendo con malicia: el huanuqueño te había estado haciendo fiestas,<br />

Amalia. Sí, doña Lupe, y figúrese que hasta había querido invitar<strong>la</strong> al cine, pero c<strong>la</strong>ro que Amalia<br />

no le había aceptado. En vez <strong>de</strong> escandalizarse, doña Lupe <strong>la</strong> había reñido: bah, tonta. Hubiera<br />

<strong>de</strong>bido aceptarle, Amalia era, joven, tienes <strong>de</strong>recho a divertirte, ¿acaso creía que Ambrosio no se<br />

aprovechaba a su gusto <strong>la</strong>s noches que pasaba en Tingo María? Amalia había sido <strong>la</strong> que se<br />

escandalizó más bien.<br />

—Me hizo <strong>la</strong>s cuentas con papeles en <strong>la</strong> mano —dice Ambrosio—. Me <strong>de</strong>jó tonto con tanto<br />

número.<br />

—Impuestos, timbres, comisión para el tinterillo que hizo el traspaso —don Hi<strong>la</strong>rio olía los<br />

recibos y me los iba pasando, Amalia—. Todo c<strong>la</strong>rísimo. ¿Estás satisfecho?<br />

—La verdad que no mucho, don Hi<strong>la</strong>rio —había dicho Ambrosio—. Ando muy ajustado y<br />

esperaba recibir algo, don.<br />

—Y aquí, los recibitos <strong>de</strong>l idiota —había concluido don Hi<strong>la</strong>rio—. Yo no cobro por<br />

administrar el negocio, pero no querrás que yo mismo venda ataú<strong>de</strong>s ¿no? Y supongo que no dirás<br />

que le pago mucho. Cien al mes es una mugre hasta para un idiota.<br />

287

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!