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vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

—Yo lo acompañaría, pero el ómnibus a Lima sale a <strong>la</strong>s seis —dijo Ambrosio—. Y todavía<br />

tengo mis cosas tiradas por ahí.<br />

—Así que usted no tiene hijos, don Cayo —dijo don Fermín—. Pues se ha librado <strong>de</strong> muchos<br />

problemas.<br />

— Tengo tres y ahora comienzan a darnos dolores <strong>de</strong> cabeza a Zoi<strong>la</strong> y a mí.<br />

—Me <strong>de</strong>jas en <strong>la</strong> puerta y te vas —dijo Trifulcio—. Llévame por don<strong>de</strong> nadie nos vea, si<br />

quieres.<br />

—¿Dos hombrecitos y una mujercita? —dijo Bermú<strong>de</strong>z—. ¿Gran<strong>de</strong>s ya?<br />

Salieron <strong>de</strong> nuevo a <strong>la</strong> calle y <strong>la</strong> noche estaba más c<strong>la</strong>ra. La luna les iba mostrando los baches,<br />

<strong>la</strong>s zanjas, los pedruscos. Recorrieron callejue<strong>la</strong>s <strong>de</strong>siertas, Trifulcio volviendo <strong>la</strong> cabeza a <strong>de</strong>recha<br />

e izquierda, observándolo todo, curioseándolo todo; Ambrosio con <strong>la</strong>s manos en los bolsillos,<br />

pateando piedrecitas.<br />

—¿Qué porvenir podía tener <strong>la</strong> Marina para un muchacho? —dijo don Fermín—. Ninguno.<br />

Pero el Chispas se empeñó y yo moví influencias y lo hice ingresar.<br />

Y ahora ya ve, lo botan. Flojo en los estudios, indisciplinado. Se va a quedar sin carrera, es lo<br />

peor. C<strong>la</strong>ro que podría moverme y hacer que lo perdonaran. Pero no, no quiero tener un hijo<br />

marino. Lo pondré a trabajar conmigo, más bien.<br />

—¿Eso es todo lo que tienes, Ambrosio? —dijo Trifulcio—. ¿Un par <strong>de</strong> libras nada más?<br />

¿Nada más que un par <strong>de</strong> libras siendo todo un chofer?<br />

—¿Y por qué no lo manda a estudiar al extranjero? —dijo Bermú<strong>de</strong>z—. Pue<strong>de</strong> ser que<br />

cambiando <strong>de</strong> ambiente, el muchacho se corrija.<br />

—Si tuviera más se lo daría también —dijo Ambrosio—. Bastaba que me pidiera y yo se <strong>la</strong><br />

daba. ¿Para qué ha sacado esa chaveta? No necesitaba. Mire, venga a <strong>la</strong> casa y le daré más. Pero<br />

guar<strong>de</strong> eso, le daré cinco libras más. Pero no me amenace. Yo encantado <strong>de</strong> ayudarlo, <strong>de</strong> darle más.<br />

Venga, vamos a <strong>la</strong> casa.<br />

—Imposible, mi mujer se moriría —dijo don Fermín—. El Chispas solo en el extranjero,<br />

Zoi<strong>la</strong> no lo permitiría jamás. Es su engreído.<br />

—No, no voy a ir —dijo Trifulcio—. Esto basta. Y es un préstamo, te pagaré tu par <strong>de</strong> libras,<br />

porque voy a trabajar en Ica. ¿Te asustaste porque saqué <strong>la</strong> chaveta? No te iba a hacer nada, tú eres<br />

mi hijo. Y te pagaré, pa<strong>la</strong>bra.<br />

—¿Y el menorcito también le ha resultado difícil? —dijo Bermú<strong>de</strong>z.<br />

—No quiero que me pague, yo se <strong>la</strong>s regalo —dijo Ambrosio—. No me ha asustado. No<br />

necesitaba sacar <strong>la</strong> chaveta, se lo juro. Usted es mi padre, yo se <strong>la</strong> daba si me <strong>la</strong> pedía. Venga a <strong>la</strong><br />

casa, le juro que le daré cinco libras más.<br />

—No, el f<strong>la</strong>co es el polo opuesto <strong>de</strong>l Chispas —dijo don Fermín—. Primero <strong>de</strong> su c<strong>la</strong>se, todos<br />

los premios a fin <strong>de</strong> año: Hay que estarlo frenando para que no estudie tanto. Un lujo <strong>de</strong> muchacho,<br />

don Cayo.<br />

—Estarás pensando que soy peor <strong>de</strong> lo que te ha dicho Tomasa —dijo Trifulcio—. Pero <strong>la</strong><br />

saqué porque sí, <strong>de</strong> veras, no te iba a hacer nada incluso si no me dabas ni un sol. Y te pagaré,<br />

pa<strong>la</strong>bra que te pagaré tus dos libras, Ambrosio.<br />

—Ya veo que el menorcito es su preferido —dijo Bermú<strong>de</strong>z—. ¿Y él qué carrera quiere<br />

seguir?<br />

—Está bien, si quiere me <strong>la</strong>s pagará —dijo Ambrosio—. Olví<strong>de</strong>se <strong>de</strong> eso, yo ya me olvidé.<br />

¿No quiere venir hasta <strong>la</strong> casa? Le daré cinco más, le prometo.<br />

—Todavía está en segundo <strong>de</strong> media y no sabe —dijo don Fermín—. No es que sea mi<br />

preferido, yo los quiero igual a los tres. Pero Santiago me hace sentir orgulloso <strong>de</strong> él. En fin, usted<br />

compren<strong>de</strong>.<br />

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