Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
vejez, pensaba Trifulcio. No se acordaban <strong>de</strong>l camino <strong>de</strong> regreso y tuvieron que preguntar. ¿El<br />
Partido Restaurador?, <strong>de</strong>cía <strong>la</strong> gente, ¿cómo se come eso? Vaya partido el <strong>de</strong>. Odría, se reía el<br />
capataz Martínez, ni saben dón<strong>de</strong> está. Llegaron y el que daba <strong>la</strong>s ór<strong>de</strong>nes los riñó ¿se creían que<br />
habían venido a hacer turismo? Había dos tipos con él. Uno bajito, con anteojos y corbatita, y otro<br />
cholón y maceteado, en mangas <strong>de</strong> camisa, y el bajito estaba riñendo al que daba <strong>la</strong>s ór<strong>de</strong>nes: le<br />
habían prometido cincuenta y le mandaban cinco. No se iban a bur<strong>la</strong>r así <strong>de</strong> él.<br />
—L<strong>la</strong>me a Lima, doctor Lama, trate <strong>de</strong> ubicar a don Emilio, o a Lozano, o al señor Bermú<strong>de</strong>z<br />
—dijo el que daba <strong>la</strong>s ór<strong>de</strong>nes—. Yo traté toda <strong>la</strong> noche y no he podido. Yo no sé, yo entiendo<br />
menos que usted. El señor Lozano le dijo a don Emilio cinco y aquí estamos, doctor. Que ellos le<br />
expliquen quién se equivocó.<br />
—No es que nos falte gente, sino que necesitábamos especialistas, tipos cancheros —dijo el<br />
doctor Lama—. Y, a<strong>de</strong>más, protesto por el principio. Me han mentido.<br />
—Qué importa que no hayan venido más, doctor —dijo el cholón maceteado—. Iremos al<br />
Mercado, levantaremos trescientos y lo mismo les echaremos el teatro abajo.<br />
—¿Estás seguro <strong>de</strong> <strong>la</strong> gente <strong>de</strong>l Mercado? —dijo el que daba <strong>la</strong>s ór<strong>de</strong>nes—. No me fío mucho<br />
<strong>de</strong> ti, Ruperto.<br />
—Recontraseguro —dijo Ruperto—. Yo tengo experiencia. Levantaremos todo el Mercado y<br />
caeremos al teatro Municipal como un huayco.<br />
—Vamos a ver a Molina —dijo el doctor Lama—. Ya <strong>de</strong>be haber llegado su gente.<br />
—Y en <strong>la</strong> Prefectura nos encontramos a los famosos matones <strong>de</strong>l senador Arévalo —dijo<br />
Ludovico—. Los cincuenta eran sólo cinco, Ambrosio.<br />
—Alguien le está tomando el pelo a alguien, aquí—dijo Molina—. Esto no es posible, señor<br />
Prefecto.<br />
—Estoy tratando <strong>de</strong> hab<strong>la</strong>r con el Ministro para pedirle instrucciones —dijo el Prefecto—.<br />
Pero parece que su secretario me lo estuviera negando. No está, ya se fue, no llegó todavía.<br />
Alcibía<strong>de</strong>s, el afeminadito ése.<br />
—Esto no es malentendido, esto es sabotaje —dijo el doctor Lama—. ¿Éstos son sus<br />
refuerzos, Molina? ¿Dos en lugar <strong>de</strong> veinticinco? Ah no, esto sí que no.<br />
—Alcibía<strong>de</strong>s es hombre mío —dijo don Emilio Arévalo—. Pero <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ve es Lozano. Es<br />
bastante comprensivo y odia a Bermú<strong>de</strong>z. Eso sí, habrá que calentarle <strong>la</strong> mano.<br />
—Cinco pobres diablos, para remate uno <strong>de</strong> ellos viejo y con soroche —dijo Ludovico—.<br />
¿Usted cree que esos cinco y nosotros dos vamos a romper un mitin? Ni que fuéramos supermanes,<br />
señor Prefecto.<br />
—Se le dará lo que haga falta —dijo don Fermín—. Yo hab<strong>la</strong>ré con Lozano.<br />
—Habrá que recurrir a su gente, Molina —dijo el Prefecto—. No estaba en los p<strong>la</strong>nes, el<br />
señor Bermú<strong>de</strong>z no quería que <strong>la</strong> gente <strong>de</strong> acá entrara a <strong>la</strong> can<strong>de</strong><strong>la</strong>. Pero no hay otro remedio.<br />
—Usted no, Fermín —dijo el senador Arévalo—. Usted es <strong>de</strong> <strong>la</strong> Coalición, oficialmente un<br />
enemigo <strong>de</strong>l Gobierno. Yo soy <strong>de</strong>l régimen, a mí Lozano me tiene más confianza. Me ocuparé yo.<br />
—¿Con cuántos hombres suyos se pue<strong>de</strong> contar, Molina? —dijo el doctor Lama.<br />
—Entre oficiales y ayudantes unos veinte —dijo Molina—. Pero ellos están en el esca<strong>la</strong>fón y<br />
así nomás no van a aceptar. Querrán prima <strong>de</strong> riesgo, gratificaciones.<br />
—Prométales lo que quieran, hay que echar abajo ese mitin como sea —dijo el doctor<br />
Lama—. Lo he prometido y lo voy a cumplir, Molina.<br />
—La verdad es que nos preocupamos por gusto —dijo el Prefecto—. Ni siquiera llenarán el<br />
teatro. ¿Quién conoce aquí a los señorones <strong>de</strong> <strong>la</strong> Coalición?<br />
—Ya sabemos que irán sólo curiosos y que los curiosos, al primer inci<strong>de</strong>nte, echarán a correr<br />
—dijo el doctor Lama—. Pero hay un asunto <strong>de</strong> principio. Nos han engañado, Prefecto.<br />
237