01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

Habían estado juntos toda <strong>la</strong> mañana, un gusanito como una cobra, no habían ido a c<strong>la</strong>ses<br />

porque Jacobo le había dicho quiero hab<strong>la</strong>rte a so<strong>la</strong>s, una cobra filuda como un cuchillo, habían<br />

caminado por el Paseo <strong>de</strong> <strong>la</strong> República, un cuchillo como diez cuchillos, se habían sentado en una<br />

banca <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>la</strong>gunita <strong>de</strong>l Parque <strong>de</strong> <strong>la</strong> Exposición. Por <strong>la</strong>s pistas parale<strong>la</strong>s <strong>de</strong> Arequipa pasaban autos<br />

y un cuchillo entraba suavecito y otro salía y volvía a entrar <strong>de</strong>spacito, y ellos avanzaban por <strong>la</strong><br />

a<strong>la</strong>meda que estaba oscura y vacía, y otro como en un pan <strong>de</strong> corteza finita y mucha miga en su<br />

corazón, y <strong>de</strong> pronto <strong>la</strong> vocecita calló.<br />

—¿Y <strong>de</strong> qué quería hab<strong>la</strong>rte a so<strong>la</strong>s? —sin mirar<strong>la</strong>, piensa, sin separar los dientes—. ¿Algo <strong>de</strong><br />

mí, algo contra mí?<br />

—No, nada <strong>de</strong> ti, más bien <strong>de</strong> mí —una voz como el maullido <strong>de</strong> un gatito, piensa—. Me<br />

tomó <strong>de</strong> sorpresa, me <strong>de</strong>jó sin saber qué <strong>de</strong>cir.<br />

—Pero qué es lo que te dijo —murmuró Santiago.<br />

—Que está enamorado <strong>de</strong> mí —como los quejidos <strong>de</strong>l Batuque cuando estaba cachorrito,<br />

piensa.<br />

—Cuadra diez <strong>de</strong> <strong>la</strong> Arequipa, diciembre, siete <strong>de</strong> <strong>la</strong> noche —dice Santiago—. Ya sé,<br />

Ambrosio, ahí.<br />

Había sacado <strong>la</strong>s manos <strong>de</strong> los bolsillos, se <strong>la</strong>s había llevado a <strong>la</strong> boca y sop<strong>la</strong>do y tratado <strong>de</strong><br />

sonreír.<br />

Había visto a Aída <strong>de</strong>scruzar los brazos, <strong>de</strong>tenerse, vaci<strong>la</strong>r, buscar <strong>la</strong> banca más próxima, <strong>la</strong><br />

había visto sentarse.<br />

—¿No te habías dado cuenta hasta ahora? —dijo Santiago—. ¿Por qué crees que propuso que<br />

el círculo se dividiera así?<br />

—Porque dábamos mal ejemplo, porque formábamos casi una fracción y los <strong>de</strong>más se podían<br />

resentir y yo le creí —una vocecita insegura, piensa—. Y que eso no iba a cambiar nada y que<br />

aunque tuviéramos círculos separados seguiría todo como antes entre los tres.<br />

Y yo le creí.<br />

—Quería estar a so<strong>la</strong>s contigo —dijo Santiago—. Cualquiera hubiera hecho lo mismo en su<br />

lugar.<br />

—Pero tú te enojaste y ya no los buscaste —a<strong>la</strong>rmada y sobre todo apenada, piensa—. Y no<br />

hemos vuelto a estar juntos, y nada ha sido ya como antes.<br />

—No me enojé, todo sigue como antes —dijo Santiago—. Sólo que me di cuenta que Jacobo<br />

quería estar a so<strong>la</strong>s contigo y que yo sobraba. Pero seguimos igual <strong>de</strong> amigos que antes.<br />

Era otro el que hab<strong>la</strong>ba, piensa, no tú. La voz un poco más firme ahora, más natural, Zavalita:<br />

no era él, no podía ser él. Comprendía, explicaba, aconsejaba <strong>de</strong>s<strong>de</strong> una altura neutral y pensaba no<br />

soy yo. Él era algo chiquito y maltratado, algo que se encogía bajo esa voz, algo que se escabullía y<br />

corría y huía. No era orgullo, ni <strong>de</strong>specho, ni humil<strong>la</strong>ción, piensa, no eran ni siquiera celos. Piensa:<br />

era timi<strong>de</strong>z. El<strong>la</strong> lo escuchaba inmóvil, lo observaba con una expresión que él no sabía ni quería<br />

<strong>de</strong>scifrar, y <strong>de</strong> pronto se había levantado y habían caminado cal<strong>la</strong>dos media cuadra, mientras<br />

tenaces, silenciosos, los cuchillos proseguían <strong>la</strong> carnicería.<br />

—No sé qué voy a hacer, me siento confusa, tengo dudas —dijo, al fin, Aída—. Por eso te<br />

l<strong>la</strong>mé, pensé que <strong>de</strong> repente me podías ayudar.<br />

—Y yo me puse a hab<strong>la</strong>r <strong>de</strong> política —dice Santiago—. ¿Te das cuenta, ves?<br />

—C<strong>la</strong>ro que sí —dijo don Fermín—. Salir <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa, y <strong>de</strong> Lima, <strong>de</strong>saparecer. No. estoy<br />

pensando en mí, infeliz, sino en tí.<br />

—Pero en qué sentido lo dices —como asombrada, piensa, como asustada.<br />

—En el sentido que el amor lo vuelve a uno muy individualista —dijo Santiago—. Y <strong>de</strong>spués<br />

uno le da a eso más importancia que a todo, incluso que a <strong>la</strong> Revolución.<br />

60

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!