01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

IV<br />

—YA ERA hora, Ambrosio —dijo Ludovico—. Basta que uno esté jodido para que los<br />

amigos le vuelvan <strong>la</strong> espalda.<br />

—¿Crees que no hubiera venido a verte antes? —dijo Ambrosio—. Sólo supe esta mañana,<br />

Ludovico, porque me encontré en <strong>la</strong> calle a Hipólito.<br />

—¿Ese hijo <strong>de</strong> puta te contó? —dijo Ludovico—. Pero no te contaría todo.<br />

—Qué es <strong>de</strong> Ludovico, qué pasó —dijo Ambrosio—. Un mes que se fue a Arequipa y hasta<br />

ahora ni noticia.<br />

—Está vendado <strong>de</strong> pies a cabeza en el Hospital <strong>de</strong> Policía —dijo Hipólito—. Los arequipeños<br />

lo hicieron una mazamorra.<br />

Era <strong>de</strong> madrugada todavía cuando el que daba <strong>la</strong>s ór<strong>de</strong>nes pateó <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong>l galpón y gritó ya<br />

nos fuimos. Había estrel<strong>la</strong>s, todavía no estaba trabajando <strong>la</strong> <strong>de</strong>smotadora, hacía friecito. Trifulcio se<br />

en<strong>de</strong>rezó en <strong>la</strong> tarima, gritó estoy listo y mentalmente le requintó <strong>la</strong> madre al que daba <strong>la</strong>s ór<strong>de</strong>nes.<br />

Dormía vestido, sólo tenía que ponerse <strong>la</strong> chompa, el saco y los zapatos.<br />

Salió al caño a mojarse <strong>la</strong> cara, pero el vientecito lo <strong>de</strong>sanimó y sólo se enjuagó <strong>la</strong> boca. Se<br />

alisó los pelos crespos, se limpió <strong>la</strong>s legañas con los <strong>de</strong>dos. Volvió al galpón y Téllez, Urondo y el<br />

capataz Martínez ya estaban levantados, protestando por el madrugón. Había luces en <strong>la</strong> casa—<br />

hacienda y <strong>la</strong> camioneta estaba en <strong>la</strong> puerta. Las cho<strong>la</strong>s <strong>de</strong> <strong>la</strong> cocina les alcanzaron unos tazones <strong>de</strong><br />

café caliente que bebieron ro<strong>de</strong>ados <strong>de</strong> perros gruñones. Don Emilio salió a <strong>de</strong>spedirlos, en<br />

zapatil<strong>la</strong>s y bata: bueno muchachos, a portarse bien allá. No se preocupe don Emilio, se portarían<br />

bien senador. Arriba, dijo el que daba <strong>la</strong>s ór<strong>de</strong>nes. Téllez se sentó a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte, y atrás Trifulcio,<br />

Urondo y el capataz Martínez. Querías <strong>la</strong> ventana pero entré por <strong>la</strong> otra puerta y te <strong>la</strong> gané, Urondo,<br />

pensó Trifulcio. No se sentía bien, le dolía el cuerpo. Listo, a Arequipa, dijo el que daba <strong>la</strong>s<br />

ór<strong>de</strong>nes. Y arrancó.<br />

—Luxaciones, contusiones, <strong>de</strong>rrames —dijo Ludovico—. Cuando hace <strong>la</strong> visita, el doctor me<br />

da una c<strong>la</strong>se <strong>de</strong> medicina, Ambrosio. Qué días tan conchesumadre estoy pasando.<br />

—Con Amalia nos estábamos acordando el domingo, justamente —dijo Ambrosio—. De <strong>la</strong>s<br />

pocas ganas que tenías <strong>de</strong> ir a Arequipa.<br />

—Ahora por lo menos puedo dormir —dijo Ludovico—. Los primeros días hasta <strong>la</strong>s uñas me<br />

dolían, Ambrosio.<br />

—Pero te has armado, tómalo por ahí —dijo Ambrosio—. Te han molido en acto <strong>de</strong> servicio<br />

y tienen que premiarte.<br />

—¿Y quiénes son ésos <strong>de</strong> <strong>la</strong> Coalición? —dijo Téllez.<br />

—Fue en acto <strong>de</strong> servicio y no fue —dijo Ludovico—. Nos mandaron, pero no nos mandaron.<br />

Tú no sabes el bur<strong>de</strong>l que resultó eso, Ambrosio.<br />

—Conténtate con saber que unos mierdas —se rió el que daba <strong>la</strong>s ór<strong>de</strong>nes—. Y que vamos a<br />

jo<strong>de</strong>rles su manifestación.<br />

—Preguntaba para buscar algún tema <strong>de</strong> conversación y animar un poco el viaje —dijo<br />

Téllez—. Está aburridísimo.<br />

Sí, pensó Trifulcio, aburridísimo. Trataba <strong>de</strong> dormir, pero <strong>la</strong> camioneta brincaba y él se<br />

andaba golpeando <strong>la</strong> cabeza contra el techo y el hombro contra <strong>la</strong> puerta. Tenía que viajar agachado,<br />

prendido al espaldar <strong>de</strong> a<strong>de</strong><strong>la</strong>nte. Se hubiera sentado en el centro, queriendo jo<strong>de</strong>r a Urondo se había<br />

jodido él. Porque Urondo, acuñado entre Trifulcio y el capataz Martínez que le amortiguaban los<br />

barquinazos, roncaba. Trifulcio miró por <strong>la</strong> ventana: arenales, <strong>la</strong> serpentina negra perdiéndose entre<br />

nubes <strong>de</strong> polvo, el mar y gaviotas que se zambullían. Te estás poniendo viejo, pensó, un madrugón<br />

y se te oxida todo el cuerpo.<br />

233

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!