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vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

—Acabamos <strong>de</strong> leerlos con el general Llerena y estamos yendo a Pa<strong>la</strong>cio —dijo el<br />

comandante Pare<strong>de</strong>s—. Esto es grave. El Presi<strong>de</strong>nte quería evitar a toda costa que se divulgara el<br />

asunto.<br />

—Hay Que sacar un comunicado <strong>de</strong>smintiendo todo —dijo él—. Todavía no es tar<strong>de</strong>, si se<br />

llega a un acuerdo con Espina y con Landa. ¿Qué hay <strong>de</strong>l Serrano?<br />

—Está reacio, el general Pinto ha hab<strong>la</strong>do dos veces con él —dijo Pare<strong>de</strong>s—. Si el Presi<strong>de</strong>nte<br />

está <strong>de</strong> acuerdo, el general Llerena le hab<strong>la</strong>rá también. Bueno, nos vemos en Pa<strong>la</strong>cio, entonces.<br />

—¿Ya sale, don Cayo? —dijo el doctor Alcibía<strong>de</strong>s—. Me olvidaba <strong>de</strong> algo. La señora <strong>de</strong>l<br />

doctor Ferro. Estuvo aquí toda <strong>la</strong> tar<strong>de</strong>. Dijo que volvería y que se pasaría toda <strong>la</strong> noche sentada,<br />

aunque fuera.<br />

—Si vuelve, hága<strong>la</strong> botar con los guardias —dijo él—. Y no se mueva <strong>de</strong> aquí, doctorcito.<br />

—¿Está usted sin auto? —dijo el doctor Alcibía<strong>de</strong>s—. ¿Quiere llevarse el mío?<br />

—No sé manejar, tomaré un taxi —dijo él—. Sí, maestro, a Pa<strong>la</strong>cio.<br />

—Pase, don Cayo —dijo el mayor Tijero—. El general Llerena, el doctor Arbeláez y el<br />

comandante Pare<strong>de</strong>s lo están esperando.<br />

—Acabo <strong>de</strong> hab<strong>la</strong>r con el general Pinto, su conversación con Espina ha sido bastante positiva<br />

—dijo el comandante Pare<strong>de</strong>s—. El Presi<strong>de</strong>nte está con el Canciller.<br />

—Las radios extranjeras están dando <strong>la</strong> noticia <strong>de</strong> una conspiración abortada —dijo el general<br />

Llerena—. Ya ve, Bermú<strong>de</strong>z, tantas contemp<strong>la</strong>ciones con los pícaros para guardar el secreto, y no<br />

sirvió <strong>de</strong> nada.<br />

—Si el general Pinto llega a un acuerdo con Espina, <strong>la</strong> noticia quedará <strong>de</strong>smentida<br />

automáticamente —dijo el comandante Pare<strong>de</strong>s—. Todo el problema está ahora en Landa.<br />

—Usted es amigo <strong>de</strong>l senador, doctor Arbeláez —dijo él—. Landa tiene confianza en usted.<br />

—He hab<strong>la</strong>do por teléfono con él hace un momento —dijo el doctor Arbeláez—. Es un<br />

hombre orgulloso y no quiso escucharme. No hay nada que hacer con él, don Cayo.<br />

—¿Se le está dando una salida que lo favorece y no quiere aceptar? —dijo el general<br />

Llerena—. Hay que <strong>de</strong>tenerlo antes que haga escándalo, entonces.<br />

—Yo me he comprometido a conseguir que esto no trascienda y voy a cumplirlo —dijo él—.<br />

Ocúpese usted <strong>de</strong> Espina, General, y déjeme a Landa a mí.<br />

—Lo l<strong>la</strong>man por teléfono, don Cayo —dijo el mayor Tijero—. Sí, por aquí.<br />

—El sujeto habló hace un momento con el doctor Arbeláez —dijo Lozano—. Algo que le va a<br />

sorpren<strong>de</strong>r, don Cayo. Sí, aquí le hago escuchar <strong>la</strong> cinta.<br />

—Por ahora no puedo hacer otra cosa que esperar —dijo el doctor Arbeláez—. Pero si pones<br />

como condición para reconciliarte con el Presi<strong>de</strong>nte, que <strong>de</strong>spidan al chacal <strong>de</strong> Bermú<strong>de</strong>z, estoy<br />

seguro que acce<strong>de</strong>rá.<br />

—No <strong>de</strong>je entrar a nadie a casa <strong>de</strong> Landa, salvo a Zava<strong>la</strong>, Lozano —dijo él—. ¿Estaba usted<br />

durmiendo, don Fermín? Siento <strong>de</strong>spertarlo, pero es urgente. Landa no quiere llegar a un acuerdo<br />

con nosotros y nos está creando dificulta<strong>de</strong>s. Necesitamos convencer al senador que se calle <strong>la</strong><br />

boca. ¿Se da cuenta lo que voy a pedirle, don Fermín?<br />

—C<strong>la</strong>ro que me doy cuenta —dijo don Fermín.<br />

—Han comenzado a correr rumores en el extranjero y no queremos que prosperen —dijo él—<br />

. Hemos llegado a un entendimiento con Espina, sólo falta hacer entrar en razón al senador. Usted<br />

pue<strong>de</strong> ayudarnos, don Fermín.<br />

—Landa pue<strong>de</strong> darse el lujo <strong>de</strong> hacer <strong>de</strong>sp<strong>la</strong>ntes —dijo don Fermín—. Su dinero no <strong>de</strong>pen<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>l Gobierno.<br />

—Pero el suyo sí —dijo él—. Ya ve, <strong>la</strong> cosa es urgente y tengo Que hab<strong>la</strong>rle así. ¿Le basta<br />

que me comprometa a que todos sus contratos con el Estado sean respetados?<br />

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