You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
que no surgía en los diálogos herméticos o estereotipados que tenían con los otros. Pero a pesar <strong>de</strong><br />
su apariencia comunicativa, también sabía ser impenetrable. Había sido el primero en transformarse<br />
<strong>de</strong> sombra furtiva en un ser <strong>de</strong> carne y hueso. En un conocido, piensa, casi en un amigo.<br />
—¿Por qué creía eso? —dice Santiago—. ¿Qué más te <strong>de</strong>cía <strong>de</strong> mí mi papá?<br />
—¿Por qué no formamos un círculo <strong>de</strong> estudios? —dijo Washington, distraídamente.<br />
Dejaron <strong>de</strong> pensar, <strong>de</strong> respirar, los ojos fijos en él:<br />
—¿Un círculo <strong>de</strong> estudios? —dijo Aída, lentísimamente—. ¿Para estudiar qué?<br />
—No a mí, niño —dice Ambrosio—. Hab<strong>la</strong>ba con su mamá, con sus hermanos, con amigos, y<br />
yo los oía cuando los llevaba en el auto.<br />
—Marxismo —dijo Washington, con naturalidad— No se enseña en <strong>la</strong> Universidad y pue<strong>de</strong><br />
sernos útil como cultura general ¿no creen?<br />
—Tú conocías a mi papá mejor que yo —dice Santiago—. Cuéntame qué otras cosas te <strong>de</strong>cía<br />
<strong>de</strong> mí.<br />
—Sería interesantísimo —dijo Jacobo—. Formemos el círculo.<br />
—Cómo lo iba a conocer yo mejor que usted —dice Ambrosio—. Qué ocurrencia, niño.<br />
—El problema es conseguir los libros —dijo Aída— En <strong>la</strong>s librerías <strong>de</strong> viejo sólo se<br />
encuentra uno que otro número pasado <strong>de</strong> “Cultura soviética”.<br />
—Ya sé que te hab<strong>la</strong>ba <strong>de</strong> mí —dice Santiago—. Pero no importa, no me cuentes si no<br />
quieres.<br />
—Se pue<strong>de</strong>n conseguir, pero hay que tener cuidado —dijo Washington—. Estudiar marxismo<br />
ya es exponerse a ser fichado por comunista. Bueno, uste<strong>de</strong>s lo saben <strong>de</strong> sobra.<br />
Así habían nacido los círculos marxistas, así habían comenzado insensiblemente a militar, a<br />
sumergirse en <strong>la</strong> prestigiosa, codiciada c<strong>la</strong>n<strong>de</strong>stinidad. Así habían <strong>de</strong>scubierto <strong>la</strong> ruinosa librería <strong>de</strong>l<br />
jirón Chota y al anciano español <strong>de</strong> anteojos negros y barbita nevada que tenía en <strong>la</strong> trastienda<br />
ediciones <strong>de</strong> Siglo XX y <strong>de</strong> Lautaro, así habían comprado, forrado, hojeado ávidamente ese libro<br />
que afiebraría <strong>la</strong>s discusiones <strong>de</strong>l círculo muchas semanas, ese manual con respuestas para todo.<br />
Lecciones Elementales <strong>de</strong> Filosofía, piensa. Piensa: Georges Politzer. Así habían conocido a<br />
Héctor, hasta entonces otra sombra furtiva, y sabido que esa escuálida jirafa <strong>la</strong>cónica estudiaba<br />
Economía y se ganaba <strong>la</strong> vida como locutor. Habían <strong>de</strong>cidido reunirse dos veces por semana, habían<br />
discutido <strong>la</strong>rgamente el local, habían elegido por fin <strong>la</strong> pensión <strong>de</strong> Héctor en Jesús María don<strong>de</strong><br />
irían <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces y por meses, cada jueves y sábado en <strong>la</strong> tar<strong>de</strong>, sintiéndose seguidos y espiados,<br />
ojeando recelosamente el vecindario antes <strong>de</strong> entrar. Llegaban a eso <strong>de</strong> <strong>la</strong>s tres, el cuarto <strong>de</strong> Héctor<br />
era viejo y gran<strong>de</strong> y con dos anchas ventanas a <strong>la</strong> calle, en el segundo piso <strong>de</strong> <strong>la</strong> pensión <strong>de</strong> una<br />
sorda que subía a veces a rugirles ¿quieren té? Aída se insta<strong>la</strong>ba en <strong>la</strong> cama, <strong>la</strong> negación <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />
negación piensa, Héctor en el suelo, los saltos cualitativos piensa, Santiago en <strong>la</strong> única sil<strong>la</strong>, <strong>la</strong><br />
unidad <strong>de</strong> los contrarios piensa, Jacobo en una ventana, Marx puso <strong>de</strong> pie <strong>la</strong> dialéctica que Hegel<br />
tenía <strong>de</strong> cabeza piensa, y Washington permanecía siempre parado. Piensa: para crecer y se reía. Uno<br />
distinto cada vez exponía un capítulo <strong>de</strong>l libro <strong>de</strong> Politzer, a <strong>la</strong>s exposiciones seguían discusiones,<br />
estaban reunidos dos o tres y hasta cuatro horas, salían por parejas <strong>de</strong>jando el cuarto lleno <strong>de</strong> humo<br />
y <strong>de</strong> ardor. Más tar<strong>de</strong> ellos tres solos volvían a encontrarse y en algún parque, alguna calle, algún<br />
café, ¿estaría Washington en el Partido? <strong>de</strong>cía Aída, seguían char<strong>la</strong>ndo, ¿estaría Héctor en el<br />
Partido? <strong>de</strong>cía Jacobo, suponiendo, ¿existiría el Partido? <strong>de</strong>cía Santiago, ¿cómo se haría <strong>la</strong><br />
autocrítica?, y fervorosamente discutiendo. Así habían aprobado el primer año, así había pasado el<br />
verano, sin ir a <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ya ni una vez piensa, así había comenzado el segundo.<br />
¿Había sido ese segundo año, Zavalita, al ver que no bastaba apren<strong>de</strong>r marxismo, que también<br />
hacía falta creer? A lo mejor te había jodido <strong>la</strong> falta <strong>de</strong> fe, Zavalita. ¿Falta <strong>de</strong> fe para creer en Dios,<br />
niño? Para creer en cualquier cosa, Ambrosio. La i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> Dios, <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> un “puro espíritu" creador<br />
<strong>de</strong>l universo no tenía sentido, <strong>de</strong>cía Politzer, un Dios fuera <strong>de</strong>l espacio y <strong>de</strong>l tiempo era algo que no<br />
podía existir. Andabas con una cara que no es tu cara <strong>de</strong> siempre, Santiago.<br />
55