01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

—Se va a cumplir —dijo él, rápidamente, y vio que el doctor Lora lo observaba, dudando. Por<br />

fin, <strong>de</strong>jó <strong>de</strong> sonreír, suspiró, y tocó un timbre.<br />

—Precisamente el Embajador está en el teléfono —el joven <strong>de</strong> gris cruzó el <strong>de</strong>spacho con una<br />

sonrisita <strong>la</strong>mpiña, hizo una especie <strong>de</strong> genuflexión—. Qué coinci<strong>de</strong>ncia, Ministro.<br />

—Bueno, ya sabemos que ha pedido asilo —dijo el doctor Lora—. Sí, mientras yo hablo con<br />

el Embajador, pue<strong>de</strong> usted telefonear <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> secretaría, don Cayo.<br />

—¿Puedo usar su teléfono un momento? Quisiera hab<strong>la</strong>r a so<strong>la</strong>s, por favor —dijo él, y vio<br />

enrojecer violentamente al joven <strong>de</strong> gris, lo vio asentir con ojos ofendidos y partir—. Es posible que<br />

Landa salga <strong>de</strong> <strong>la</strong> embajada <strong>de</strong> un momento a otro, Lozano. No lo molesten. Téngame informado <strong>de</strong><br />

sus movimientos. Estaré en mi oficina, sí.<br />

—Entendido, don Cayo —el joven se paseaba por el corredor, esbelto, <strong>la</strong>rgo, gris—.<br />

¿Tampoco a Zava<strong>la</strong>, si sale <strong>de</strong> su casa? Bien, don Cayo.<br />

—En efecto, había pedido asilo —dijo el doctor Lora—. El Embajador estaba asombrado.<br />

Landa, uno <strong>de</strong> los lí<strong>de</strong>res par<strong>la</strong>mentarios, no podía creerlo. Se ha quedado conforme con <strong>la</strong> promesa<br />

<strong>de</strong> que no será <strong>de</strong>tenido y <strong>de</strong> que podrá viajar cuando quiera. .<br />

—Me quita usted un gran peso <strong>de</strong> encima, doctor —dijo él—. Ahora voy a tratar <strong>de</strong> remachar<br />

este asunto. Muchas gracias, doctor.<br />

—Aunque no sea el momento, quiero ser el primero en felicitarlo —dijo el doctor Lora,<br />

sonriendo—. Me dio mucho gusto saber que entrará al gabinete en Fiestas Patrias, don Cayo.<br />

—Son simples rumores —dijo él—. No hay nada <strong>de</strong>cidido aún. El Presi<strong>de</strong>nte no me ha<br />

hab<strong>la</strong>do todavía, y tampoco sé si aceptaré.<br />

—Todo está <strong>de</strong>cidido y todos nos sentimos muy comp<strong>la</strong>cidos —dijo el doctor Lora,<br />

tomándolo <strong>de</strong>l brazo—. Usted tiene que sacrificarse y aceptar. El Presi<strong>de</strong>nte confía en usted, y con<br />

razón. Hasta pronto, don Cayo.<br />

—Hasta luego, señor —dijo el joven <strong>de</strong> gris, con una venia.<br />

—Hasta luego —dijo él, y tirando un violento jalón con sus mismas manos lo castró y arrojó<br />

el bulto ge<strong>la</strong>tinoso a Hortensia: cómetelo—. Al Ministerio <strong>de</strong> Gobierno, sargento. ¿Las secretarias<br />

se fueron ya? Qué pasa, doctorcito, está usted lívido.<br />

—La France Presse, <strong>la</strong> Associated Press, <strong>la</strong> United Press, todas dan <strong>la</strong> noticia, don Cayo, mire<br />

los cables —dijo el doctor Alcibía<strong>de</strong>s—. Hab<strong>la</strong>n <strong>de</strong> <strong>de</strong>cenas <strong>de</strong> <strong>de</strong>tenidos. ¿De dón<strong>de</strong>, don Cayo?<br />

—Están fechados en Bolivia, ha sido Ve<strong>la</strong>r<strong>de</strong>, el abogadito ése —dijo él—. Pudiera ser<br />

Landa, también. ¿A qué hora comenzaron a recibir esos cables <strong>la</strong>s agencias?<br />

—Hace apenas una media hora —dijo el doctor Alcibía<strong>de</strong>s—. Los corresponsales ya<br />

empezaron a l<strong>la</strong>marnos. Van a caer aquí <strong>de</strong> un momento a otro. No, todavía no han enviado esos<br />

cables a <strong>la</strong>s radios.<br />

—Ya es imposible guardar esto secreto, habrá que dar un comunicado oficial —dijo él—.<br />

L<strong>la</strong>me a <strong>la</strong>s agencias, que no distribuyan esos cables, que esperen el comunicado. Llámeme a<br />

Lozano y a Pare<strong>de</strong>s, por favor.<br />

—Sí, don Cayo —dijo Lozano—. El senador Landa acaba <strong>de</strong> entrar a su casa.<br />

—No lo <strong>de</strong>jen salir <strong>de</strong> allá —dijo él—. ¿Seguro que no habló con ningún corresponsal<br />

extranjero por teléfono? Sí, estaré en Pa<strong>la</strong>cio, llámeme allá.<br />

—El comandante Pare<strong>de</strong>s en el otro teléfono, don Cayo —dijo el doctor Alcibía<strong>de</strong>s.<br />

—Te a<strong>de</strong><strong>la</strong>ntaste un poco, <strong>la</strong> farra <strong>de</strong> esta noche tendrá que esperar —dijo él—. ¿Viste los<br />

cables? Sí, ya sé <strong>de</strong> dón<strong>de</strong>. Ve<strong>la</strong>r<strong>de</strong>, un arequipeño que se escapó. No dan nombres, sólo el <strong>de</strong><br />

Espina.<br />

211

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!