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vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

Des<strong>de</strong> entonces, cada noche, al volver a Pucallpa, aun antes <strong>de</strong> sacudirse el polvo rojizo <strong>de</strong>l<br />

camino, le había preguntado a Amalia, ansioso: ¿cuántos gran<strong>de</strong>s, cuántos chicos? Había apuntado<br />

todo lo que se vendía en una libretita y vuelto cada día con nuevas vivezas que había averiguado <strong>de</strong><br />

don Hi<strong>la</strong>rio en Tingo María y Pucallpa.<br />

—Si tanta <strong>de</strong>sconfianza le tienes, se me ocurre una cosa —le había dicho Pantaleón—. Dile<br />

que te <strong>de</strong>vuelva tu p<strong>la</strong>ta y vamos a hacer algo juntos.<br />

Des<strong>de</strong> ese sábado en Yarinacocha, el<strong>la</strong> había vuelto a vigi<strong>la</strong>r a los clientes <strong>de</strong> "Ataú<strong>de</strong>s<br />

Limbo" escrupulosamente. Este embarazo no había sido ni sombra <strong>de</strong>l anterior, ni siquiera <strong>de</strong>l<br />

primero, doña Lupe: ni mareos ni vómitos, casi ni sed. No había perdido <strong>la</strong>s fuerzas, podría hacer el<br />

trabajo <strong>de</strong> <strong>la</strong> casa <strong>de</strong> lo más bien. Una mañana había ido con Ambrosio al hospital y tenido que<br />

hacer una co<strong>la</strong> <strong>la</strong>rguísima. Se habían pasado <strong>la</strong> espera jugando a contar los gallinazos que veían<br />

asoleándose en los techos vecinos y, cuando les llegó el turno, Amalia estaba medio dormida. El<br />

médico <strong>la</strong> había examinado rapidito y dicho vístete, estás bien, que volviera <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un par <strong>de</strong><br />

meses. Amalia se había vestido y sólo al momento <strong>de</strong> salir se había acordado.<br />

—En <strong>la</strong> Maternidad <strong>de</strong> Lima me dijeron que con otro hijo me podía morir, doctor.<br />

—Entonces has <strong>de</strong>bido hacer caso y cuidarte —había refunfuñado el doctor; pero luego, como<br />

<strong>la</strong> había visto asustada, le había sonreído <strong>de</strong> ma<strong>la</strong> gana—. No te asustes, cuídate y no te pasará nada.<br />

Poco <strong>de</strong>spués se habían cumplido otros seis meses y Ambrosio, antes <strong>de</strong> ir a <strong>la</strong> oficina <strong>de</strong> don<br />

Hi<strong>la</strong>rio, <strong>la</strong> había l<strong>la</strong>mado <strong>de</strong> una manera maliciosa: ven, un secreto. ¿Cuál? Iba a <strong>de</strong>cirle que no<br />

quería seguir siendo su socio, ni tampoco su chofer, Amalia, que se metiera "El Rayo <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

Montaña" y "Ataú<strong>de</strong>s Limbo" don<strong>de</strong> quisiera. Amalia lo había mirado asombrada y él: era una<br />

sorpresa que te tenía guardada, Amalia. Con Pantaleón se habían pasado este tiempo haciendo<br />

p<strong>la</strong>nes, habían <strong>de</strong>cidido uno genial. Se llenarían los bolsillos a costa <strong>de</strong> don Hi<strong>la</strong>rio, Amalia, eso era<br />

lo más chistoso <strong>de</strong>l caso. Estaban vendiendo una camionetita usada y él y Pantaleón <strong>la</strong> habían<br />

<strong>de</strong>sarmado y expulgado hasta el alma: servía. La <strong>de</strong>jaban por ochenta mil y les aceptaban treinta mil<br />

<strong>de</strong> cuota inicial y lo <strong>de</strong>más en letras. Pantaleón pediría sus in<strong>de</strong>mnizaciones y movería cielo y tierra<br />

para conseguir sus quince mil y <strong>la</strong> comprarían a medias y <strong>la</strong> manejarían a medias y cobrarían más<br />

barato y les quitarían <strong>la</strong> cliente<strong>la</strong> a <strong>la</strong> Morales y a <strong>la</strong> Pucallpa.<br />

—Imaginaciones —dice Ambrosio—. Quise terminar por don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bí comenzar al llegar a<br />

Pucallpa.<br />

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