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vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

UNO<br />

I<br />

DESDE <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong> La Crónica Santiago mira <strong>la</strong> avenida Tacna, sin amor: automóviles,<br />

edificios <strong>de</strong>siguales y <strong>de</strong>scoloridos, esqueletos <strong>de</strong> avisos luminosos flotando en <strong>la</strong> neblina, el<br />

mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú? Los canillitas mero<strong>de</strong>an entre los<br />

vehículos <strong>de</strong>tenidos por el semáforo <strong>de</strong> Wilson voceando los diarios <strong>de</strong> <strong>la</strong> tar<strong>de</strong> y él echa a andar,<br />

<strong>de</strong>spacio, hacia <strong>la</strong> Colmena. Las manos en los bolsillos, cabizbajo, va escoltado por transeúntes que<br />

avanzan, también, hacia <strong>la</strong> P<strong>la</strong>za San Martín. El era como el Perú, Zavalita, se había jodido en algún<br />

momento. Piensa: ¿en cuál? Frente al Hotel Crillón un perro viene a <strong>la</strong>merle los pies: no vayas a<br />

estar rabioso, fuera <strong>de</strong> aquí. El Perú jodido, piensa, Carlitos jodido, todos jodidos. Piensa: no hay<br />

solución. Ve una <strong>la</strong>rga co<strong>la</strong> en el para<strong>de</strong>ro <strong>de</strong> los colectivos a Miraflores, cruza <strong>la</strong> P<strong>la</strong>za y ahí está<br />

Norwin, ho<strong>la</strong> hermano, en una mesa <strong>de</strong>l Bar Ze<strong>la</strong>, siéntate Zavalita, manoseando un chilcano y<br />

haciéndose lustrar los zapatos, le invitaba un trago. No parece borracho todavía y Santiago se sienta,<br />

indica al lustrabotas que también le lustre los zapatos a él. Listo jefe, ahoritita jefe, se los <strong>de</strong>jaría<br />

como espejos, jefe.<br />

—Siglos que no se te ve, señor editorialista —dice Norwin—. ¿Estás más contento en <strong>la</strong><br />

página editorial que en locales?<br />

—Se trabaja menos —alza los hombros, a lo mejor había sido ese día que el Director lo l<strong>la</strong>mó,<br />

pi<strong>de</strong> una Cristal he<strong>la</strong>da, fría reemp<strong>la</strong>zar a Orgambi<strong>de</strong>, Zavalita?, él había estado en <strong>la</strong> Universidad y<br />

podría escribir editoriales ¿no, Zavalita? Piensa: ahí me jodí—. Vengo temprano, me da mi tema,<br />

me tapo <strong>la</strong> nariz y en dos o tres horas, listo, jalo <strong>la</strong> ca<strong>de</strong>na y ya está.<br />

—Yo no haría editoriales ni por todo el oro <strong>de</strong>l mundo —dice Norwin—. Estás lejos <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

noticia y el periodismo es noticia, Zavalita, Convéncete. Me moriré en policiales, nomás. A<br />

propósito ¿se murió Carlitos?<br />

—Sigue en <strong>la</strong> clínica, pero le darán <strong>de</strong> alta pronto —dice Santiago—. Jura que va a <strong>de</strong>jar el<br />

trago esta vez.<br />

—¿Cierto que una noche al acostarse vio cucarachas y arañas? —dice Norwin.<br />

—Levantó <strong>la</strong> sábana y se le vinieron encima miles <strong>de</strong> tarántu<strong>la</strong>s, <strong>de</strong> ratones —dijo Santiago—<br />

. Salió ca<strong>la</strong>to a <strong>la</strong> calle dando gritos.<br />

Norwin se ríe y Santiago cierra los ojos: <strong>la</strong>s casas <strong>de</strong> Chorrillos son cubos con rejas, cuevas<br />

agrietadas por temblores, en el interior hormiguean cachivaches y polvorientas viejecil<strong>la</strong>s pútridas,<br />

en zapatil<strong>la</strong>s, con varices. Una figuril<strong>la</strong> corre entre los cubos, sus a<strong>la</strong>ridos estremecen <strong>la</strong> aceitosa<br />

madrugada y enfurecen a <strong>la</strong>s hormigas, a<strong>la</strong>cranes y escorpiones que <strong>la</strong> persiguen. La conso<strong>la</strong>ción<br />

por el alcohol; piensa, contra <strong>la</strong> muerte lenta los diablos azules. Estaba bien, Carlitos, uno se<br />

<strong>de</strong>fendía <strong>de</strong>l Perú como podía.<br />

—El día menos pensado yo también me voy a encontrar a los bichitos —Norwin contemp<strong>la</strong><br />

su chilcano con curiosidad, sonríe a medias—. Pero no hay periodista abstemio, Zavalita. El trago<br />

inspira, convéncete.<br />

El lustrabotas ha terminado con Norwin y ahora embetuna los zapatos <strong>de</strong> Santiago, silbando.<br />

¿Cómo iban <strong>la</strong>s cosas por última Hora?, ¿qué se contaban esos bandoleros? Se quejaban <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

ingratitud, Zavalita, que viniera alguna vez a visitarlos, como antes. O sea que ahora tenías un<br />

montón <strong>de</strong> tiempo libre, Zavalita, ¿trabajabas en otro sitio?<br />

—Leo, duermo siestas —dice Santiago—. Quizá me matricule otra vez en Derecho.<br />

—Te alejas <strong>de</strong> <strong>la</strong> noticia y ya quieres un título —Norwin lo mira apenado—. La página<br />

editorial es el fin, Zavalita. Te recibirás <strong>de</strong> abogado, <strong>de</strong>jarás el periodismo. Ya te estoy viendo<br />

hecho un burgués.<br />

—Acabo <strong>de</strong> cumplir treinta años —dice Santiago—. Tar<strong>de</strong> para volverme un burgués.<br />

3

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