01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

—Unos millonarios que antes le <strong>la</strong>mían <strong>la</strong>s botas a Odría y ahora quieren fregarle <strong>la</strong> paciencia<br />

—dijo el que daba <strong>la</strong>s ór<strong>de</strong>nes—. Eso es <strong>la</strong> Coalición.<br />

—¿Y por qué les permite Odría que hagan manifestaciones contra él? —dijo Téllez—. Se ha<br />

ab<strong>la</strong>ndado mucho. Antes, al que chistaba, ca<strong>la</strong>bozo y palo. ¿Por qué ahora ya no?<br />

—Odría les dio <strong>la</strong> mano y se le subieron hasta el codo —dijo el que daba <strong>la</strong>s ór<strong>de</strong>nes—. Pero<br />

hasta aquí nomás llegaron. En Arequipa escarmentarán.<br />

Sobón, pensó Trifulcio, mirando <strong>la</strong> nuca rapada <strong>de</strong> Téllez. ¿Qué sabía él <strong>de</strong> política, qué le<br />

importaba <strong>la</strong> política? Le hacía preguntas <strong>de</strong> puro adulón. Sacó un cigarrillo y para encen<strong>de</strong>rlo tuvo<br />

que empujar a Urondo. Abrió los ojos sobresaltado ¿qué, ya llegamos? Qué iban a llegar, recién<br />

acababan <strong>de</strong> pasar Cha<strong>la</strong>, Urondo.<br />

—Es una historia que no hay por don<strong>de</strong> contar<strong>la</strong>, porque todo fueron mentiras —dijo<br />

Ludovico—. Todo salió al revés. Nos engañó todo el mundo, hasta don Cayo.<br />

—Tampoco exageres —dijo Ambrosio—. Si alguien se fregó con lo <strong>de</strong> Arequipa fue él.<br />

Perdió el Ministerio y ha tenido que irse <strong>de</strong>l Perú.<br />

—Tu jefe estará feliz con lo que ha pasado ¿no? —dijo Ludovico.<br />

—C<strong>la</strong>ro que sí, don Fermín más que nadie —dijo Ambrosio—. A él no le importaba tanto<br />

fregar a Odría como a don Cayo. Tuvo que escon<strong>de</strong>rse unos días, creía que lo iban a <strong>de</strong>tener.<br />

La camioneta entró a Camaná a eso <strong>de</strong> <strong>la</strong>s siete. Comenzaba a oscurecer y había poca gente en<br />

<strong>la</strong> calle.<br />

El que daba <strong>la</strong>s ór<strong>de</strong>nes los llevó <strong>de</strong> frente a un restaurant. Bajaron, se <strong>de</strong>sperezaron. Trifulcio<br />

sentía ca<strong>la</strong>mbres y escalofríos. El que daba <strong>la</strong>s ór<strong>de</strong>nes escogió el menú, pidió cervezas y dijo voy a<br />

hacer averiguaciones. Qué te está pasando, pensó Trifulcio, ninguno <strong>de</strong> éstos se ha cansado como<br />

tú. Téllez, Urondo y el capataz Martínez comían haciendo bromas. Él no tenía hambre, sólo sed. Se<br />

tomó un vaso <strong>de</strong> cerveza sin respirar y se acordó <strong>de</strong> Tomasa, <strong>de</strong> Chincha. ¿Pasaremos <strong>la</strong> noche<br />

aquí?, <strong>de</strong>cía Téllez, y Urondo ¿habría bulín en Camaná? Seguramente, dijo el capataz Martínez,<br />

bulines e iglesias no faltaban en ninguna parte. Al fin le preguntaron qué te pasa, Trifulcio. Nada,<br />

un poco resfriado. Lo que le pasa es que está viejo, dijo Urondo. Trifulcio se rió pero en sus<br />

a<strong>de</strong>ntros lo odió. Cuando comían el dulce volvió el que daba <strong>la</strong>s ór<strong>de</strong>nes, <strong>de</strong> malhumor: qué<br />

confusión era ésta, quién entendía este enredo.<br />

—Ninguna confusión —dijo el Subprefecto—. El Ministro Bermú<strong>de</strong>z en persona me lo<br />

explicó por teléfono c<strong>la</strong>rito.<br />

—Pasará un camión con gente <strong>de</strong>l senador Arévalo, Subprefecto —dijo Cayo Bermú<strong>de</strong>z—.<br />

Atiéndalos en todo lo que haga falta, por favor.<br />

—Pero el señor Lozano sólo le pidió a don Emilio cuatro o cinco —dijo el que daba <strong>la</strong>s<br />

ór<strong>de</strong>nes—. ¿De qué camión hab<strong>la</strong>? ¿Se volvió loco el Ministro?<br />

—¿Cinco para romper una manifestación? —dijo el Subprefecto—. Alguien se volvió loco,<br />

pero no el señor Bermú<strong>de</strong>z. Me dijo un camión, veinte o treinta tipos. Yo, por si acaso, preparé<br />

camas para cuarenta.<br />

—Traté <strong>de</strong> hab<strong>la</strong>r con don Emilio y ya no está en <strong>la</strong> hacienda, se fue a Lima—dijo el que daba<br />

<strong>la</strong>s ór<strong>de</strong>nes—. Y con el señor Lozano y no está en <strong>la</strong> Prefectura. Ah, carajo.<br />

—No se preocupe, nosotros cinco bastamos y sobramos —se rió Téllez—. Tómese una<br />

cervecita, señor.<br />

—¿Usted no pue<strong>de</strong> conseguirnos algún refuerzo? —dijo el que daba <strong>la</strong>s ór<strong>de</strong>nes.<br />

—Qué esperanza —dijo el Subprefecto—. Los camanejos son unos ociosos. Aquí el Partido<br />

Restaurador soy yo solito.<br />

—Bueno, ya se verá cómo se arreg<strong>la</strong> este lío –dijo el que daba <strong>la</strong>s ór<strong>de</strong>nes—. Nada <strong>de</strong> bulín,<br />

nada <strong>de</strong> seguir chupando. A dormir. Hay que estar fresquitos para mañana.<br />

234

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!