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vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

—Un hueco en el hueco —murmuró una voz re<strong>la</strong>mida y Santiago oyó risitas tenues y<br />

comentarios ininteligibles. Apartó los ojos <strong>de</strong> <strong>la</strong> cama, dio un paso hacia el hombre <strong>de</strong> azul.<br />

—¿Podría darme algunos datos, Inspector?<br />

—Por lo pronto, <strong>la</strong>s presentaciones —dijo el <strong>de</strong> <strong>la</strong> papada, cordialmente, y le alcanzó una<br />

mano b<strong>la</strong>nda—. Adalmiro Peralta, jefe <strong>de</strong> <strong>la</strong> división <strong>de</strong> Homicidios, y éste es mi adjunto, el oficial<br />

primero Ludovico Pantoja. Tampoco se olvi<strong>de</strong> <strong>de</strong> él.<br />

Tratabas <strong>de</strong> reanimar <strong>la</strong> sonrisa, <strong>de</strong> conservar<strong>la</strong> en <strong>la</strong> cara mientras apuntabas en <strong>la</strong> libreta,<br />

Zavalita, mientras veías los rasgos histéricos <strong>de</strong> <strong>la</strong> pluma rasgando el papel, resba<strong>la</strong>ndo sin rumbo.<br />

—Favor por favor, Becerrita lo pondrá al tanto —mientras oías <strong>la</strong> voz risueña y familiar <strong>de</strong>l<br />

inspector Peralta—. Nosotros les damos <strong>la</strong> primicia y uste<strong>de</strong>s nos dan un poco <strong>de</strong> peliculina, que<br />

nunca está <strong>de</strong> más.<br />

Risas otra vez, los f<strong>la</strong>shes <strong>de</strong> Periquito, el olor, el humo alre<strong>de</strong>dor: ahí, Zavalita. Santiago<br />

asentía, <strong>la</strong> libreta semidob<strong>la</strong>da, pegada a su pecho, garabateando ahora rayas, puntos, viendo surgir<br />

letras como jeroglíficos.<br />

—Nos dio el aviso una vieja que vive so<strong>la</strong> en el <strong>de</strong>partamento <strong>de</strong>l <strong>la</strong>do —dijo el Inspector—.<br />

Oyó gritos, vino y encontró <strong>la</strong> puerta abierta. Hubo que llevar<strong>la</strong> a <strong>la</strong> Asistencia Pública, mal <strong>de</strong> los<br />

nervios. Imagínese el susto que se llevaría al encontrarse con esto.<br />

—Ocho chavetazos —dijo el oficial primero Ludovico Pantoja—. Contados por el médico<br />

legista, joven.<br />

—Es probable que estuviera dopada —dijo el inspector Peralta—. Por el olor y por los ojos,<br />

parece. Estaba casi siempre dopada, últimamente. Tenía una ficha <strong>de</strong> este porte en <strong>la</strong> división. En<br />

fin, ya lo dirá <strong>la</strong> autopsia.<br />

—Hace un año estuvo complicada en un asunto <strong>de</strong> drogas —dijo el oficial Ludovico<br />

Pantoja—. La metieron a<strong>de</strong>ntro junto con una pichicatera conocida. Había caído muy bajo.<br />

—¿Se podría fotografiar <strong>la</strong> chaveta, Inspector? —dijo Periquito.<br />

—Se <strong>la</strong> llevaron los peritos —dijo el inspector Peralta—. Una corriente, <strong>de</strong> quince<br />

centímetros. Sí, huel<strong>la</strong>s digitales para rega<strong>la</strong>r.<br />

—No lo hemos cogido, pero será botado —dijo el oficial Ludovico Pantoja—. Dejó <strong>la</strong> casa<br />

llena <strong>de</strong> huel<strong>la</strong>s, ni siquiera se llevó el arma, lo hizo en pleno día. No era un profesional ni mucho<br />

menos.<br />

—No lo hemos i<strong>de</strong>ntificado, porque esta señora no tenía un amante sino muchos —dijo el<br />

inspector Peralta—. Cualquiera se <strong>la</strong> tiraba, últimamente. Había bajado <strong>de</strong> categoría <strong>la</strong> pobre.<br />

—Fíjese, si no, dón<strong>de</strong> vino a morir —el oficial Ludovico Pantoja señaló el cuarto con<br />

misericordia—. Después <strong>de</strong> vivir tan a lo gran<strong>de</strong>.<br />

—Fue Reina <strong>de</strong> <strong>la</strong> Farándu<strong>la</strong> el año que entré a “La Crónica” —dijo Periquito—. El cuarenta<br />

y cuatro. Catorce años ya, carambo<strong>la</strong>s.<br />

—La vida es como un columpio, se sube y se baja —sonrió el inspector Peralta—. Ponga esa<br />

frase en su articulito, joven.<br />

—La recordaba más guapa —dijo Periquito—. En realidad, no valía mucho.<br />

—Los años pasan, Periquito —dijo el inspector Peralta—. Y a<strong>de</strong>más, los chavetazos <strong>la</strong> han<br />

<strong>de</strong>smejorado.<br />

—¿Te saco una foto, Zavalita? —dijo Periquito—. Becerrita siempre se toma una junto al<br />

cadáver, para su colección particu<strong>la</strong>r. Tiene miles ya.<br />

—Yo conozco <strong>la</strong> colección <strong>de</strong> Becerrita —dijo el inspector Peralta—. Para darle escalofríos<br />

incluso a un tipo como yo, que lo ha visto todo.<br />

—Llegando a <strong>la</strong> redacción haré que el señor Becerra lo l<strong>la</strong>me, Inspector —dijo Santiago—.<br />

Ya no lo molesto más. Muchas gracias por <strong>la</strong> información.<br />

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