01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

—Queta no quería venir cuando supo que el invitado era él. Anda —su cara le sonreía <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

los espejos; él arrojó el saco sobre <strong>la</strong> cama, apuntando a <strong>la</strong> cabeza <strong>de</strong>l dragón: quedó oculta—. La<br />

pobre oye Landa y comienza a bostezar. Tiene que sop<strong>la</strong>rse a cada vejestorio por ti, <strong>de</strong>berías<br />

invitarle algún buen mozo <strong>de</strong> vez en cuando.<br />

—Que les <strong>de</strong>n <strong>de</strong> comer a los choferes —dijo él, aflojándose <strong>la</strong> corbata—. Voy a darme un<br />

baño. ¿Quieres traerme un vaso <strong>de</strong> agua?<br />

Entró al cuarto <strong>de</strong> baño, abrió el agua caliente, se <strong>de</strong>snudó sin cerrar <strong>la</strong> puerta. Veía cómo se<br />

iba llenando <strong>la</strong> bañera, cómo <strong>la</strong> habitación se impregnaba <strong>de</strong> vapor. Oyó a Hortensia dar ór<strong>de</strong>nes, <strong>la</strong><br />

vio entrar con un vaso <strong>de</strong> agua. Tomó una pastil<strong>la</strong>.<br />

—¿Quieres un trago? —dijo el<strong>la</strong>, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> puerta.<br />

—Después que me bañe. Sácame ropa limpia, por favor.<br />

Se sumergió en <strong>la</strong> bañera y estuvo tendido, sólo <strong>la</strong> cabeza afuera, absolutamente inmóvil,<br />

hasta que el agua comenzó a enfriarse. Se jabonó, se enjuagó en <strong>la</strong> ducha con agua fría, se peinó y<br />

pasó <strong>de</strong>snudo al dormitorio. Sobre el lomo <strong>de</strong>l dragón había una camisa limpia, ropa interior,<br />

medias. Se vistió <strong>de</strong>spacio, dando pitadas a un cigarrillo que humeaba en el cenicero.<br />

Luego, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el escritorio l<strong>la</strong>mó a Lozano, a Pa<strong>la</strong>cio, a Chac<strong>la</strong>cayo. Cuando bajó a <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>,<br />

Queta había llegado. Tenía un vestido negro con un gran escote y se había hecho un peinado con<br />

moño, que <strong>la</strong> avejentaba.<br />

Las dos estaban sentadas, con whiskies en <strong>la</strong>s manos, y habían puesto discos.<br />

CUANDO Ludovico reemp<strong>la</strong>zó a Hinostroza, <strong>la</strong>s cosas habían ido un poquito mejor, ¿por<br />

qué?, porque Hinostroza era aburridísimo y Ludovico buena gente.<br />

Lo más fregado <strong>de</strong> ser chofer <strong>de</strong> don Cayo no eran esos trabajitos extras para el señor Lozano,<br />

tampoco no tener horario ni saber nunca qué día tendría salida, sino <strong>la</strong>s ma<strong>la</strong>s noches, don. Esas que<br />

había que llevarlo a San Miguel y esperarlo a veces hasta <strong>la</strong> mañana siguiente. Qué sentanazos, don,<br />

qué <strong>de</strong>sve<strong>la</strong>das. Ahora vas a saber lo que es aburrimiento, le había dicho Ambrosio a Ludovico el<br />

día que se estrenó, y él, mirando <strong>la</strong> casita: o sea que aquí tenía su jabecito el señor Bermú<strong>de</strong>z, o sea<br />

que moja aquí. Fue mejor porque con Ludovico conversaban, en cambio Hinostroza se encogía<br />

como una momia en el carro y se dormía. Con Ludovico se sentaban en el muro <strong>de</strong>l jardín <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

casita, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> ahí Ludovico podía tirar lente a toda <strong>la</strong> calle por si acaso. Veían entrar a don Cayo,<br />

oían <strong>la</strong>s voces <strong>de</strong> a<strong>de</strong>ntro, Ludovico lo entretenía a Ambrosio adivinando lo que pasaba: estarían<br />

tomándose sus tragos, cuando se encendían <strong>la</strong>s luces <strong>de</strong> arriba Ludovico <strong>de</strong>cía comienza <strong>la</strong> orgía. A<br />

veces se acercaban los cachacos <strong>de</strong> <strong>la</strong> esquina y los cuatro se ponían a fumar y a conversar. En una<br />

época uno <strong>de</strong> los guardias era un ancashino cantor. Linda voz, don, Muñequita Linda era su fuerte,<br />

qué esperas para cambiar <strong>de</strong> profesión le <strong>de</strong>cían. A eso <strong>de</strong> <strong>la</strong> medianoche comenzaba el<br />

aburrimiento, <strong>la</strong> <strong>de</strong>sesperación porque el tiempo no pasaba más rápido. Sólo Ludovico seguía<br />

hab<strong>la</strong>ndo.<br />

Un mal pensado terrible, él le estaba sacando cuentos <strong>de</strong> arrecho a Hipólito todo el tiempo, en<br />

realidad el gran arrecho era él, don. Ahí estaría ya don Cayo bañándose en agua rica, seña<strong>la</strong>ba el<br />

balcón y se chupaba <strong>la</strong> boca, cierro los ojos y veo esto y estotro, y así hasta que, perdóneme don, los<br />

cuatro terminaban con unas ganas atroces <strong>de</strong> ir al bulín. Se enloquecía hab<strong>la</strong>ndo <strong>de</strong> <strong>la</strong> señora: esta<br />

mañana que vine solo a traer a don Cayo <strong>la</strong> vi, negro. Puras invenciones <strong>de</strong> él, por supuesto. En<br />

bata, negro, una batita como <strong>de</strong> gasa, rosadita, transparente, con unas zapatil<strong>la</strong>s chinas, sus ojos<br />

echaban chispitas. Te echa una mirada y mueres, otra y te sientes lázaro, a <strong>la</strong> tercera te mata <strong>de</strong><br />

nuevo y a <strong>la</strong> cuarta te resucita: chistoso, don, buena gente. La señora era <strong>la</strong> señora Hortensia, don,<br />

por supuesto.<br />

EN <strong>la</strong> puerta se encontró con Carlota, que salía a comprar pan: qué te ha pasado, dón<strong>de</strong><br />

estuviste, qué hiciste. Se había quedado a dormir don<strong>de</strong> su tía en Limoncillo, <strong>la</strong> pobrecita estaba<br />

enferma, ¿se había enojado <strong>la</strong> señora? Caminaban juntas hacia <strong>la</strong> pana<strong>de</strong>ría: ni se había dado<br />

cuenta, se había pasado <strong>la</strong> noche en ve<strong>la</strong> oyendo <strong>la</strong>s noticias <strong>de</strong> Arequipa. Amalia sintió que le<br />

165

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!