Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
Le estaba contando cuando en eso vieron el auto negro <strong>de</strong> don Cayo volteando <strong>la</strong> esquina, ahí<br />
está, corre, y Amalia se metió a <strong>la</strong> casa. Carlota <strong>la</strong> estaba esperando en <strong>la</strong> cocina, los ojazos locos <strong>de</strong><br />
curiosidad: ¿lo conocía al chofer <strong>de</strong> ese señor?, <strong>de</strong> qué hab<strong>la</strong>ron, qué te dijo, ¿era pintonsísimo, no?<br />
El<strong>la</strong> le <strong>de</strong>cía mentiras y en eso <strong>la</strong> señora <strong>la</strong> l<strong>la</strong>mó: sube esta ban<strong>de</strong>ja al escritorio, Amalia. Subió con<br />
<strong>la</strong>s copas y ceniceros que bai<strong>la</strong>ban, temb<strong>la</strong>ndo, pensando el idiota <strong>de</strong> Ambrosio me ha contagiado<br />
sus miedos, si me reconoce qué me va a <strong>de</strong>cir. Pero no <strong>la</strong> reconoció: los ojos <strong>de</strong> don Fermín <strong>la</strong><br />
miraron un segundo sin mirar<strong>la</strong> y se <strong>de</strong>sviaron. Estaba sentado y taconeaba, impaciente. Puso <strong>la</strong><br />
ban<strong>de</strong>ja en el escritorio y salió. Se quedaron encerrados una media hora. Discutían, hasta <strong>la</strong> cocina<br />
se oían <strong>la</strong>s voces, muy fuertes, y <strong>la</strong> señora vino y juntó <strong>la</strong> puerta <strong>de</strong>l repostero para que no pudieran<br />
oír. Cuando vio por <strong>la</strong> cocina que el auto <strong>de</strong> don Fermín partía, subió a recoger <strong>la</strong> ban<strong>de</strong>ja. La<br />
señora y el señor conversaban en <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>. Qué gritos, <strong>de</strong>cía <strong>la</strong> señora, y el señor: esta rata quería huir<br />
cuando creyó que se hundía el barco, ahora <strong>la</strong>s está pagando y no le gusta. ¿Con qué <strong>de</strong>recho le<br />
<strong>de</strong>cía rata a don Fermín que era mucho más <strong>de</strong>cente y bueno que él?, pensó Amalia. Seguro le<br />
tendría envidia y Carlota cuéntame, quién era, qué se <strong>de</strong>cían.<br />
—YO también estoy en este cargo porque me lo pidió el Presi<strong>de</strong>nte —dijo el doctor Arbeláez,<br />
suavizando <strong>la</strong> voz y él pensó bueno, hagamos <strong>la</strong>s paces—. Estoy tratando <strong>de</strong> realizar una <strong>la</strong>bor<br />
positiva y ...<br />
—Todo lo positivo <strong>de</strong> este Ministerio lo hace usted, doctor —dijo él, con energía—. Yo me<br />
ocupo <strong>de</strong> lo negativo. No, no estoy bromeando, es cierto. Le aseguro que le hago un gran servicio,<br />
eximiéndolo <strong>de</strong> todo lo que se refiere a <strong>la</strong> baja policía.<br />
—No he querido ofen<strong>de</strong>rlo, don Cayo —el mentón <strong>de</strong>l doctor Arbeláez no temb<strong>la</strong>ba ya.<br />
—No me ha ofendido, doctor —dijo él—. Hubiera querido hacer esos cortes en el fondo <strong>de</strong><br />
seguridad. Simplemente, no puedo. Lo va a comprobar usted mismo —El doctor Arbeláez cogió el<br />
expediente y se lo alcanzó.<br />
—Guár<strong>de</strong>lo, no necesito que me <strong>de</strong>muestre nada, le creo sin pruebas —Trató <strong>de</strong> sonreír,<br />
separando apenas los <strong>la</strong>bios—. Ya veremos qué inventamos para renovar esos patrulleros y<br />
comenzar <strong>la</strong>s obras en Tacna y Moquegua.<br />
Se dieron <strong>la</strong> mano, pero el doctor Arbeláez no se levantó a <strong>de</strong>spedirlo. Fue directamente a su<br />
oficina y el doctor Alcibía<strong>de</strong>s entró <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> él.<br />
—El Mayor y Lozano acaban <strong>de</strong> irse, don Cayo —le entregó un sobre—. Malos informes <strong>de</strong><br />
México, parece.<br />
Dos páginas a máquina, corregidas a mano, anotadas en los márgenes con letra nerviosa. El<br />
doctor Alcibía<strong>de</strong>s le encendió el cigarrillo mientras él leía, <strong>de</strong>spacio.<br />
—Así que <strong>la</strong> conspiración avanza—se aflojó <strong>la</strong> corbata, dobló los papeles y los metió otra vez<br />
en el sobre—. ¿Eso les parecía tan urgente al Mayor y a Lozano?<br />
—En Trujillo y Chic<strong>la</strong>yo ha habido reuniones <strong>de</strong> apristas y Lozano y el Mayor creen que tiene<br />
re<strong>la</strong>ción con <strong>la</strong> noticia <strong>de</strong> que ese grupo <strong>de</strong> exi<strong>la</strong>dos están listos para partir <strong>de</strong> México —dijo el<br />
doctor Alcibía<strong>de</strong>s—. Han ido a hab<strong>la</strong>r con el Mayor Pare<strong>de</strong>s.<br />
—Ojalá vinieran esos pájaros al país, para echarles mano ——dijo él, bostezando—. Pero no<br />
vendrán. Ésta es <strong>la</strong> décima o undécima vez ya, doctorcito, no se olvi<strong>de</strong>. Dígales al Mayor y a<br />
Lozano que nos reuniremos mañana. No hay apuro.<br />
—Los cajamarquinos l<strong>la</strong>maron para confirmar <strong>la</strong> reunión a <strong>la</strong>s cinco, don Cayo.<br />
—Sí, está bien —sacó un sobre <strong>de</strong> su maletín y se lo entregó—. ¿Quiere averiguarme en qué<br />
estado anda este trámite? Es una <strong>de</strong>nuncia <strong>de</strong> tierras en Bagua. Vaya personalmente, doctorcito.<br />
—Mañana mismo, don Cayo —el doctor Alcibía<strong>de</strong>s hojeó el memorándum, asintiendo—. Sí,<br />
cuántas firmas faltan, qué informes, ya veo. Muy bien, don Cayo.<br />
151