01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

Así, con <strong>la</strong> luz <strong>de</strong>l atar<strong>de</strong>cer que entraba por <strong>la</strong> única ventana, el saloncito había perdido su<br />

misterio y su encanto. Los forros raídos <strong>de</strong> los muebles, piensa, el papel <strong>de</strong>scolorido <strong>de</strong> <strong>la</strong>s pare<strong>de</strong>s,<br />

<strong>la</strong>s quemaduras <strong>de</strong> puchos y los rasgones en <strong>la</strong> alfombra. La muchacha <strong>de</strong> los cuadritos no tenía<br />

facciones, los cisnes eran <strong>de</strong>formes.<br />

—Ho<strong>la</strong> Becerrita —Ivonne no lo besó, no le dio <strong>la</strong> mano—. Le he jurado a Queta que vas a<br />

cumplir lo que me prometiste. ¿Por qué han venido éstos contigo?<br />

—Que Robertito nos traiga unas cervezas —dijo Becerrita, sin levantarse <strong>de</strong>l sillón, sin mirar<br />

a <strong>la</strong> mujer que había entrado con Ivonne—. Éstas te <strong>la</strong>s pagaré, Madama.<br />

—Alta, lindas piernas, una mu<strong>la</strong>ta <strong>de</strong> pelos rojizos —dijo Santiago—. No <strong>la</strong> había visto nunca<br />

don<strong>de</strong> Ivonne, Carlitos.<br />

—Siéntense —dijo Becerrita, con aire <strong>de</strong> dueño <strong>de</strong> casa—. ¿No van a tomar nada, uste<strong>de</strong>s?<br />

Robertito llenó los vasos <strong>de</strong> cerveza, <strong>la</strong>s manos le temb<strong>la</strong>ban al alcanzárselos a Becerrita, a<br />

Periquito y a Santiago, sus pestañas aleteaban <strong>de</strong> prisa, su mirada era miedosa. Salió casi corriendo,<br />

cerró <strong>la</strong> puerta tras él. Queta se sentó en un sofá, seria, no asustada, piensa, y los ojos <strong>de</strong> Ivonne<br />

ardían.<br />

—Sí, eres <strong>de</strong> <strong>la</strong>s exclusivas porque se te ve poco por aquí —dijo Becerrita, tomando un trago<br />

<strong>de</strong> cerveza—. ¿Trabajas sólo en <strong>la</strong> calle, con clientes seleccionados?<br />

—A usted no le importa don<strong>de</strong> trabajo —dijo Queta—. Quién le ha dado permiso para<br />

tutearme, a<strong>de</strong>más.<br />

—Cálmate, no te pongas así —dijo Ivonne—. Es un confianzudo y nada más. Sólo te va a<br />

hacer unas preguntas.<br />

—Usted no podría ser mi cliente aunque quisiera, conténtese con eso —dijo Queta—. No<br />

tendrá nunca con qué pagar lo que yo cobro.<br />

—Yo ya no soy cliente, ya me jubilé —dijo Becerrita, con una risa burlona, y se limpió el<br />

bigotito—.¿Des<strong>de</strong> cuándo vivías con <strong>la</strong> Musa en Jesús María?<br />

—Yo no vivía con el<strong>la</strong>, es una mentira <strong>de</strong> esa <strong>de</strong>sgraciada —gritó Queta, pero Ivonne <strong>la</strong> cogió<br />

<strong>de</strong>l brazo y el<strong>la</strong> bajó <strong>la</strong> voz—. A mí no me va a enredar en esto. Le advierto que ...<br />

—No somos policías, somos periodistas —dijo Becerrita, con un gesto amistoso—. No se<br />

trata <strong>de</strong> ti, sino <strong>de</strong> <strong>la</strong> Musa. Nos cuentas lo que sabes <strong>de</strong> el<strong>la</strong> y nos vamos y nos olvidamos <strong>de</strong> ti. No<br />

hay razón para enojarse, Queta.<br />

—¿Y por qué esas amenazas, entonces? –gritó Queta—. ¿Porqué vino a <strong>de</strong>cirle a <strong>la</strong> señora<br />

que avisaría a <strong>la</strong> policía? ¿Usted cree que tengo algo que ocultar?<br />

—Si no tienes nada que ocultar, no hay por qué tenerle miedo a <strong>la</strong> policía —dijo Becerrita, y<br />

tomó otro trago <strong>de</strong> cerveza—. He venido aquí como amigo, a conversar. No hay razón para<br />

enojarse.<br />

—Él tiene pa<strong>la</strong>bra, va a cumplir, Queta —dijo Ivonne——. No te va a nombrar. Contéstale<br />

sus preguntas.<br />

—Está bien, señora, ya sé —dijo Queta—. Qué preguntas.<br />

—Ésta es una conversación entre amigos —dijo Becerrita. Yo soy una persona <strong>de</strong> pa<strong>la</strong>bra,<br />

Queta. ¿Des<strong>de</strong> cuándo vivías con <strong>la</strong> Musa?<br />

—Yo no vivía con el<strong>la</strong> —hacía esfuerzos por dominarse Carlitos, procuraba no mirar a<br />

Becerrita, cuando sus ojos se cruzaban con los <strong>de</strong> él se le <strong>de</strong>scomponía <strong>la</strong> voz—. Éramos amigas, a<br />

veces me quedaba a dormir en su casa. El<strong>la</strong> se mudó a Jesús María hará poco más <strong>de</strong> un año.<br />

—¿Le provocó una crisis y <strong>la</strong> quebró? —dijo Carlitos—. Es el método <strong>de</strong> Becerrita. Romperle<br />

los nervios al paciente para que suelte todo. Un método <strong>de</strong> soplón, no <strong>de</strong> periodista.<br />

Santiago y Periquito no habían tocado sus cervezas: seguían el diálogo <strong>de</strong>s<strong>de</strong> <strong>la</strong> oril<strong>la</strong> <strong>de</strong> sus<br />

asientos, mudos. La había quebrado, Zavalita, ahora contestaba todo, sí. Subía y bajaba <strong>la</strong> voz,<br />

187

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!