01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

—Con mucho gusto, señor Zava<strong>la</strong> —dijo Bermú<strong>de</strong>z—. Sí, es un poco hab<strong>la</strong>dor el doctor<br />

Ferro. Pero se nota que tiene experiencia.<br />

—Para ganártelo, llévale algún regalito —dijo Trifulcio. Algo que le recuer<strong>de</strong> al pueblo y le<br />

toque el corazón.<br />

—Enorme experiencia porque hace veinte años que está con todos los gobiernos —se rió don<br />

Fermín—. Venga, acá tengo el auto.<br />

—Le voy a llevar unas botel<strong>la</strong>s <strong>de</strong> vino —dijo Ambrosio—. ¿Y usted qué va a hacer ahora?<br />

¿Va a volver a <strong>la</strong> casa?<br />

—Lo que usted pida —dijo Bermú<strong>de</strong>z—. Sí, señor Zava<strong>la</strong>, whisky, cómo no.<br />

—No pienso, ya viste cómo me recibió tu madre —dijo Trifulcio—. Pero eso no quiere <strong>de</strong>cir<br />

que Tomasa sea ma<strong>la</strong> mujer.<br />

—Nunca he entendido <strong>la</strong> política porque nunca me ha gustado —dijo Bermú<strong>de</strong>z—. Las<br />

circunstancias han hecho que a <strong>la</strong> vejez venga a meterme en política.<br />

—El<strong>la</strong> dice que usted <strong>la</strong> abandonó un montón <strong>de</strong> veces —dijo Ambrosio—. Que sólo volvía a<br />

<strong>la</strong> casa para sacarle <strong>la</strong> p<strong>la</strong>ta que el<strong>la</strong> ganaba trabajando como una mu<strong>la</strong>.<br />

—Yo también <strong>de</strong>testo <strong>la</strong> política, pero qué quiere —dijo don Fermín—. Cuando <strong>la</strong> gente <strong>de</strong><br />

trabajo se abstiene y <strong>de</strong>ja <strong>la</strong> política a los políticos el país se va al diablo.<br />

—Las mujeres exageran y <strong>la</strong> Tomasa al fin y al cabo es mujer —dijo Trifulcio—. Me voy a<br />

trabajar a Ica, pero vendré a ver<strong>la</strong> alguna vez.<br />

—¿De veras no había venido nunca acá? —dijo don Fermín—. Espina lo está explotando, don<br />

Cayo. El show está bastante bien, ya verá. No crea que yo hago mucha vida nocturna. Muy rara vez.<br />

—¿Y cómo están <strong>la</strong>s cosas acá? —dijo Trifulcio—. Debes saber, <strong>de</strong>bes ser un conocedor a tus<br />

años. Las mujeres, los bulines. ¿Qué pasa con los bulines acá?<br />

Tenía un vestido b<strong>la</strong>nco <strong>de</strong> baile muy ceñido que suavemente <strong>de</strong>stel<strong>la</strong>ba, y dibujaba tan<br />

nítidas y tan vivas <strong>la</strong>s líneas <strong>de</strong> su cuerpo que parecía <strong>de</strong>snuda. Un vestido <strong>de</strong>l mismo color qué su<br />

piel, que besaba el suelo y <strong>la</strong> obligaba a dar unos pasitos cortos, unos saltitos <strong>de</strong> grillo.<br />

—Hay dos, uno caro y otro barato —dijo Ambrosio—. El caro quiere <strong>de</strong>cir una libra, el barato<br />

que se consiguen hasta por tres soles. Pero unas ruinas.<br />

Tenía los hombros b<strong>la</strong>ncos, redondos, tiernos, y <strong>la</strong> b<strong>la</strong>ncura <strong>de</strong> su tez contrastaba con <strong>la</strong><br />

oscuridad <strong>de</strong> los cabellos que llovían su espalda. Fruncía <strong>la</strong> boca con lenta avi<strong>de</strong>z, como si fuera a<br />

mor<strong>de</strong>r el pequeño micrófono p<strong>la</strong>teado, y sus ojos gran<strong>de</strong>s bril<strong>la</strong>ban y recorrían <strong>la</strong>s mesas, una y<br />

otra vez.<br />

—¿Guapa <strong>la</strong> tal Musa, no? —dijo don Fermín—. Por lo menos, comparada con los esqueletos<br />

que salieron a bai<strong>la</strong>r antes. Pero no <strong>la</strong> ayuda mucho <strong>la</strong> voz.<br />

—No quiero llevarte ni que me acompañes, y a<strong>de</strong>más ya sé que es mejor que no te vean<br />

conmigo —dijo Trifulcio—. Pero me gustaría darme una vuelta por allá, sólo para ver. ¿Dón<strong>de</strong> está<br />

el barato?<br />

—Muy guapa, sí, lindo cuerpo, linda cara —dijo Bermú<strong>de</strong>z—. Y a mí su voz no me parece<br />

tan ma<strong>la</strong>.<br />

—Por aquí cerca —dijo Ambrosio—. Pero <strong>la</strong> policía siempre está yendo allá, porque hay<br />

peleas a diario.<br />

—Le contaré que esa mujer tan mujer no lo es tanto —dijo don Fermín—. Le gustan <strong>la</strong>s<br />

mujeres.<br />

—Eso es lo <strong>de</strong> menos, porque estoy acostumbrado a los cachacos y a <strong>la</strong>s peleas —se rió<br />

Trifulcio—. Anda, paga <strong>la</strong> cerveza y vámonos.<br />

—¿Ah, sí? —dijo Bermú<strong>de</strong>z—. ¿A esa mujer tan guapa? ¿Ah, sí?<br />

72

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!