01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

calle ésta es tu casa y Gertrudis lo mismo. Si te has arrepentido <strong>de</strong> lo que me ofreciste, mejor<br />

olvídate y cambia <strong>de</strong> cara, le dijo un día, yo no te he pedido nada.<br />

Y él, asombrado ¿qué te he ofrecido? Vivir juntos, dijo el<strong>la</strong>. Y él: ah, eso, no te preocupes,<br />

Amalia. Cómo había podido amistarse, juntarse <strong>de</strong> nuevo con él. Una vez contó todas <strong>la</strong>s pa<strong>la</strong>bras<br />

que Ambrosio había dicho ese domingo y no llegaban a cien. ¿Estaba esperando que el<strong>la</strong> tuviera el<br />

hijo para <strong>de</strong>jar<strong>la</strong>? No, antes lo <strong>de</strong>jaría Amalia a él. Se buscaría una casa don<strong>de</strong> trabajar no lo vería<br />

más qué dulce sería <strong>la</strong> venganza cuando él viniera llorando a pedirle perdón: fuera, no te necesito,<br />

lárgate.<br />

Seguía engordando, y <strong>la</strong> señora hab<strong>la</strong>ba todo el tiempo <strong>de</strong>l viaje, ¿pero cuándo iba a viajar?<br />

No sabía exactamente cuándo pero pronto, Amalia. Una noche <strong>la</strong> oyó discutiendo a gritos con <strong>la</strong><br />

señorita Queta. Estaba tan adolorida que no se levantó a espiar: he sufrido mucho, todos le habían<br />

dado patadas, no tengo por qué guardar consi<strong>de</strong>raciones a nadie. Te vas a fregar, <strong>de</strong>cía <strong>la</strong> señorita,<br />

<strong>la</strong> verda<strong>de</strong>ra patada sólo ahora te <strong>la</strong> van a dar, loca. Una mañana, al regresar <strong>de</strong>l mercado, vio un<br />

auto en <strong>la</strong> puerta: era Ambrosio. Se le acercó pensando qué vendrá a <strong>de</strong>cirme, pero él <strong>la</strong> recibió<br />

poniéndose un <strong>de</strong>do en <strong>la</strong> boca: chist, no subas, ándate. Don Fermín estaba arriba con <strong>la</strong> señora. El<strong>la</strong><br />

se fue a sentar a <strong>la</strong> p<strong>la</strong>cita <strong>de</strong> <strong>la</strong> esquina: nunca cambiaría, toda <strong>la</strong> vida seguiría con sus cobardías.<br />

Lo odiaba, le tenía asco, Trinidad era mil veces mejor. Cuando vio partir el carro entró a <strong>la</strong> casa y <strong>la</strong><br />

señora parecía una fiera. Requintaba, fumaba, empujaba <strong>la</strong>s sil<strong>la</strong>s y, al ver a Amalia, qué haces ahí<br />

mirándome como una idiota, anda a <strong>la</strong> cocina. Se fue a encerrar a su cuarto, resentida.<br />

Nunca me habías insultado, pensaba. Se quedó dormida. Cuando salió a <strong>la</strong> salita, <strong>la</strong> señora no<br />

estaba. Volvió al anochecer, arrepentida <strong>de</strong> haber<strong>la</strong> gritoneado.<br />

Estaba nerviosa, Amalia, un hijo <strong>de</strong> puta le había dado un colerón. Que se fuera a acostar<br />

nomás, no te preocupes <strong>de</strong> <strong>la</strong> comida.<br />

Esa semana se sintió peor. La señora pasaba el día en <strong>la</strong> calle, o en su cuarto hab<strong>la</strong>ndo a so<strong>la</strong>s,<br />

con un malhumor terrible. El jueves en <strong>la</strong> mañana se estaba agachando a recoger un secador cuando<br />

sintió que se le quebraban los huesos y cayó al suelo. Trataba <strong>de</strong> levantarse y no podía. Se fue<br />

arrastrando hasta el teléfono: ya está, ya está señorita y <strong>la</strong> señora no estaba, los dolores, <strong>la</strong>s piernas<br />

mojaditas, me estoy muriendo.<br />

Mil años <strong>de</strong>spués <strong>la</strong> señora y <strong>la</strong> señorita entraron a <strong>la</strong> casa y <strong>la</strong>s vio como en sueños. Casi en<br />

peso <strong>la</strong> bajaron <strong>la</strong>s gradas, <strong>la</strong> subieron al carrito y <strong>la</strong> llevaron a <strong>la</strong> Maternidad: no te asustes, todavía<br />

no iba a nacer, vendrían a ver<strong>la</strong>, volverían, tranquilita Amalia. Los dolores venían muy seguiditos,<br />

había un olor a trementina que daba náuseas. Quería rezar y no podía, se iba a morir. La habían<br />

subido a una camil<strong>la</strong> y una vieja con pelos en el cuello le estaba quitando <strong>la</strong> ropa y riñéndo<strong>la</strong>. Pensó<br />

en Trinidad mientras sentía que se le rasgaban los músculos y que le hundían un cuchillo entre <strong>la</strong><br />

cintura y <strong>la</strong> espalda.<br />

Cuando <strong>de</strong>spertó, sentía su cuerpo como una l<strong>la</strong>ga y carbones humeando en el estómago. No<br />

tenía fuerzas para gritar, pensaba ya me morí. Unas pelotas tibias le cerraban <strong>la</strong> garganta y no podía<br />

vomitar. Poco a poco fue reconociendo <strong>la</strong> sa<strong>la</strong> llena <strong>de</strong> camas, <strong>la</strong>s caras <strong>de</strong> <strong>la</strong>s mujeres, el techo<br />

altísimo y sucio. Has estado durmiendo tres días, le dijo su vecina <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>recha, y <strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong><br />

izquierda: te daban <strong>de</strong> comer con tubos.<br />

Te salvaste <strong>de</strong> mi<strong>la</strong>gro, le dijo una enfermera, y tu hijita también. El doctor que hizo <strong>la</strong> visita:<br />

cuidadito con tener más hijos, hago mi<strong>la</strong>gros una so<strong>la</strong> vez por paciente. Después una Madre<br />

buenísima le trajo un bultito que se movía: pequeñita, peludita, no había abierto aún los ojos. Se le<br />

pasó <strong>la</strong> sed, el dolor, y se sentó en <strong>la</strong> cama a darle <strong>de</strong> mamar. Sintió cosquil<strong>la</strong>s en el pezón y se echó<br />

a reír como loca. ¿No tienes familia?, le dijo <strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> izquierda, y <strong>la</strong> <strong>de</strong> <strong>la</strong> <strong>de</strong>recha: menos mal que te<br />

salvaste, a <strong>la</strong>s que no tienen familia <strong>la</strong>s <strong>de</strong>spachaban a <strong>la</strong> fosa común. ¿No había venido nadie a<br />

ver<strong>la</strong>? No. ¿Una señora muy b<strong>la</strong>nca <strong>de</strong> pelo negro con unos ojazos no había venido? No. ¿Una<br />

señorita alta, buena moza, <strong>de</strong> pelos rojos tampoco? No, nadie.<br />

Pero por qué, pero cómo. ¿Ni habían l<strong>la</strong>mado a preguntar por el<strong>la</strong>? ¿Se habían portado así, <strong>la</strong><br />

habían <strong>de</strong>jado botada sin venir, sin preguntar? Pero no se enfureció ni apenó. Las cosquil<strong>la</strong>s subían<br />

229

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!