01.12.2012 Views

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

pensando qué dirá, qué hará Ana: no, <strong>la</strong> China y él estaban peleados. Fue solo y había sido un<br />

almuerzo tirante y áspero, arrebosado <strong>de</strong> mentiras.<br />

Carlitos se sentía incómodo, Ana lo miraba con <strong>de</strong>sconfianza y los temas <strong>de</strong> conversación<br />

morían apenas nacían. Des<strong>de</strong> entonces Carlitos no había vuelto a <strong>la</strong> casa. Piensa: juro que iré a<br />

verte.<br />

El mundo era chico, pero Lima gran<strong>de</strong> y Miraflores infinito, Zavalita: seis, ocho meses<br />

viviendo en el mismo barrio sin encontrarse con los viejos ni el Chispas ni <strong>la</strong> Teté. Una noche en <strong>la</strong><br />

redacción, Santiago terminaba una crónica cuando le tocaron el hombro: ho<strong>la</strong>, pecoso. Salieron a<br />

tomar un café a <strong>la</strong> Colmena.<br />

—La Teté y yo nos casamos el sábado, f<strong>la</strong>co —dijo Popeye—. He venido a verte por eso.<br />

—Ya sabía, lo leí en el periódico —dijo Santiago—. Felicida<strong>de</strong>s, pecoso.<br />

—La Teté quiere que seas su testigo en el civil —dijo Popeye—. ¿Le vas a <strong>de</strong>cir que sí, no es<br />

cierto? Y Ana y tú tienen que venir al matrimonio.<br />

—Tú te acuerdas <strong>de</strong> esa escenita en <strong>la</strong> casa —dijo Santiago—. Supongo que sabes que no he<br />

visto a <strong>la</strong> familia <strong>de</strong>s<strong>de</strong> entonces.<br />

—Ya está todo arreg<strong>la</strong>do, ya convencimos a tu vieja —<strong>la</strong> cara rojiza <strong>de</strong> Popeye se encendió<br />

en una sonrisa optimista y fraternal—. También el<strong>la</strong> quiere que vengan. Y tu viejo, ni se diga.<br />

Todos quieren verlos y amistarse <strong>de</strong> una vez. La van a tratar a Ana con el mayor cariño, verás.<br />

Ya <strong>la</strong> habían perdonado, Zavalita. El viejo se habría <strong>la</strong>mentado cada día <strong>de</strong> esos meses por lo<br />

que no venía el f<strong>la</strong>co, por lo enojado y resentido que estarías, y habría reñido y responsabilizado<br />

cien veces a <strong>la</strong> mamá, y algunas noches habría venido a apostarse en el auto en <strong>la</strong> avenida Tacna<br />

para verte salir <strong>de</strong> “La Crónica”.<br />

Habrían hab<strong>la</strong>do, discutido y <strong>la</strong> mamá llorado hasta que se acostumbraron a <strong>la</strong> i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> que<br />

estabas casado y con quien. Piensa: hasta que nos, te perdonaron, Anita. Le perdonamos que<br />

engatuzara y se robara al f<strong>la</strong>co, le perdonamos que sea cholita: que viniera.<br />

—Hazlo por <strong>la</strong> Teté y sobre todo por tu viejo —insistía Popeye—. Tú sabes cómo te quiere,<br />

f<strong>la</strong>co. Y hasta el Chispas, hombre. Esta misma tar<strong>de</strong> me dijo que el supersabio se <strong>de</strong>je <strong>de</strong><br />

mariconadas y venga.<br />

—Encantado <strong>de</strong> ser testigo <strong>de</strong> <strong>la</strong> Teté, pecoso.<br />

—También te había perdonado el Chispas, Anita, gracias, Chispas—. Tienes que avisarme<br />

qué <strong>de</strong>bo firmar, dón<strong>de</strong>.<br />

—Y espero que a nuestra casa vendrán siempre ¿no? —dijo Popeye—. Con nosotros no tienes<br />

por qué enojarte, ni <strong>la</strong> Teté ni yo te hicimos nada ¿no? A nosotros Ana nos parece simpatiquísima.<br />

—Pero al matrimonio no vamos a ir, pecoso —dijo Santiago—. No estoy enojado con los<br />

viejos ni con el Chispas. Simplemente no quiero otra escenita como ésa.<br />

—No seas terco, hombre —dijo Popeye—. Tu vieja tiene sus prejuicios como todo el mundo,<br />

pero en el fondo es buenísima gente. Dale ese gusto a <strong>la</strong> Teté, f<strong>la</strong>co, vengan al matrimonio.<br />

Popeye había <strong>de</strong>jado ya <strong>la</strong> empresa en <strong>la</strong> que trabajó al recibirse, <strong>la</strong> compañía que habían<br />

formado con tres compañeros andaba más o menos, f<strong>la</strong>co, tenían algunos clientes ya. Pero estaba<br />

muy ocupado no tanto por <strong>la</strong> arquitectura, ni siquiera por <strong>la</strong> novia —te había dado un codazo jovial,<br />

Zavalita—, sino por <strong>la</strong> política: ¿qué manera <strong>de</strong> quitar tiempo, no f<strong>la</strong>co?<br />

—¿La política? —dijo Santiago, pestañeando—. ¿Estás metido en política, pecoso?<br />

—Be<strong>la</strong>ún<strong>de</strong> para todo el mundo —se rió Popeye, mostrando una insignia en el ojal <strong>de</strong> su<br />

saco—. ¿No sabías? Hasta estoy en el Comité Departamental <strong>de</strong> Acción Popu<strong>la</strong>r. Ni que no leyeras<br />

los periódicos.<br />

—No leo nunca <strong>la</strong>s noticias políticas —dijo Santiago—. No sabía nada.<br />

302

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!