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vargas_llosa,_mario-conversacion_de_la_catedral

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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />

comencé a admirarlo. Había terminado el colegio hacía dos años, no ingresó a San Marcos el año<br />

anterior por una tifoi<strong>de</strong>a, opinaba como quien da hachazos. Te sentías mareado, imperialismo,<br />

i<strong>de</strong>alismo, como un caníbal que ve rascacielos, materialismo, conciencia social, confuso, inmoral.<br />

Cuando sanó, venía en <strong>la</strong>s tar<strong>de</strong>s a dar vueltas por <strong>la</strong> Facultad <strong>de</strong> Letras, iba a leer a <strong>la</strong><br />

Biblioteca Nacional, y sabía todo y tenía respuestas para todo y hab<strong>la</strong>ba <strong>de</strong> todo, piensa, menos <strong>de</strong><br />

él. ¿En qué colegio había estudiado, era judía su familia, tenía hermanos, en qué calle vivía? No se<br />

impacientaba con <strong>la</strong>s preguntas, era prolijo e impersonal en sus explicaciones, el aprismo<br />

significaba reformismo y el comunismo revolución.<br />

¿Llegó alguna vez a estimarte y odiarte, piensa, a envidiarte como tú a él? Iba a estudiar<br />

Derecho e Historia y tú lo escuchabas <strong>de</strong>slumbrado, Zavalita: estudiaban juntos, iban a <strong>la</strong> imprenta<br />

c<strong>la</strong>n<strong>de</strong>stina juntos, conspiraban, militaban, preparaban juntos <strong>la</strong> Revolución.<br />

¿Qué pensaba <strong>de</strong> ti, piensa, qué pensaría ahora <strong>de</strong> ti?<br />

Aída llegó a <strong>la</strong> banca con los ojos chispeando: <strong>la</strong> balota uno, se había cansado <strong>de</strong> hab<strong>la</strong>rles. La<br />

felicitaron, fumaron, salieron a <strong>la</strong> calle. Los automóviles pasaban por Padre Jerónimo con los faros<br />

encendidos, y una brisa lustral les refrescaba <strong>la</strong> cara mientras bajaban por Azángaro, locuaces,<br />

excitados, hacia el Parque Universitario. Aída tenía sed, Jacobo hambre, ¿por qué no iban a tomar<br />

algo? propuso Santiago, ellos buena i<strong>de</strong>a, él los invitaba y Aída uy qué burgués. No fuimos a esa<br />

chingana <strong>de</strong> <strong>la</strong> Colmena a comer panes con chicharrón sino a contarnos nuestros proyectos, piensa,<br />

a hacernos amigos discutiendo hasta per<strong>de</strong>r <strong>la</strong> voz.<br />

Nunca más esa exaltación, esa generosidad. Piensa: esa amistad.<br />

—A mediodía y en <strong>la</strong>s noches esto se repleta —dijo Jacobo—. Los estudiantes vienen aquí<br />

<strong>de</strong>spués <strong>de</strong> <strong>la</strong>s c<strong>la</strong>ses.<br />

—Quiero contarles algo <strong>de</strong> una vez —Santiago apretó los puños <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> <strong>la</strong> mesa y tragó<br />

saliva—. Mi padre está con el gobierno.<br />

Hubo un silencio, el cambio <strong>de</strong> miradas entre Jacobo y Aída parecía eterno, Santiago oía pasar<br />

los segundos y se mordía <strong>la</strong> lengua: te odio, papá.<br />

—Se me ocurrió que eras pariente <strong>de</strong> ese Zava<strong>la</strong> —dijo Aída, por fin, con una afligida sonrisa<br />

<strong>de</strong> pésame—. Pero qué importa, tu padre es una cosa y tú otra.<br />

—Los mejores revolucionarios salieron <strong>de</strong> <strong>la</strong> burguesía —le levantó <strong>la</strong> moral Jacobo,<br />

sobriamente. Rompieron con su c<strong>la</strong>se y se convirtieron a <strong>la</strong> i<strong>de</strong>ología <strong>de</strong> <strong>la</strong> c<strong>la</strong>se obrera.<br />

Dio algunos ejemplos y, conmovido, piensa, agra<strong>de</strong>cido, Santiago les contaba sus peleas<br />

sobre religión con los curas <strong>de</strong>l colegio, <strong>la</strong>s discusiones políticas con su padre y sus amigos <strong>de</strong>l<br />

barrio, y Jacobo se había puesto a revisar los libros que estaban sobre <strong>la</strong> mesa: “La condición<br />

humana, era interesante aunque un poquito romántica, y no valía <strong>la</strong> pena leer "La Noche quedó<br />

atrás”, su autor era anticomunista.<br />

—Sólo al final <strong>de</strong>l libro —protestó Santiago—, sólo porque el Partido no quiso ayudarlo a<br />

rescatar a su mujer <strong>de</strong> los nazis.<br />

—Peor todavía —explicó Jacobo—. Era un renegado y un sentimental.<br />

—¿Si se es sentimental no se pue<strong>de</strong> ser revolucionaria? —preguntó Aída, apenada. Jacobo<br />

reflexionó unos segundos y alzó los hombros: quizá en algunos casos se podía.<br />

—Pero los renegados son lo peor que hay, fíjense en el Apra —añadió—. Se es revolucionario<br />

hasta el final o no se es.<br />

—¿Tú eres comunista? —dijo Aída, como si preguntara qué hora tienes, y Jacobo perdió un<br />

instante su calma: sus mejil<strong>la</strong>s se sonrosaron, miró alre<strong>de</strong>dor, ganó tiempo tosiendo.<br />

—Un simpatizante —dijo, cautelosamente—. El Partido está fuera <strong>de</strong> <strong>la</strong> ley y no es fácil<br />

ponerse en contacto. A<strong>de</strong>más, para ser comunista, hay que estudiar mucho.<br />

—Yo también soy simpatizante —dijo Aída, encantada—. Qué suerte que nos conociéramos.<br />

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