Create successful ePaper yourself
Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.
C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
—Be<strong>la</strong>ún<strong>de</strong> fue mi profesor en <strong>la</strong> Facultad —dijo Popeye—. En <strong>la</strong>s próximas elecciones<br />
barreremos. Es un tipo formidable, hermano.<br />
—¿Y qué dice tu padre? —sonrió Santiago—. ¿él sigue siendo senador odriísta, no?<br />
—Somos una familia <strong>de</strong>mocrática —se rió Popeye—. A veces discutimos con el viejo, pero<br />
como amigos. ¿Tú no simpatizas con Be<strong>la</strong>ún<strong>de</strong>? Ya has visto que nos acusan <strong>de</strong> izquierdistas,<br />
aunque sea por eso <strong>de</strong>berías estar con el arquitecto. ¿O sigues siendo comunista?<br />
—Ya no —dijo Santiago—. No soy nada ni quiero saber nada <strong>de</strong> política. Me aburre.<br />
—Mal hecho, f<strong>la</strong>co —lo riñó Popeye, cordialmente—. Si todos pensaran así, este país no<br />
cambiaría nunca.<br />
Esa noche, en <strong>la</strong> quinta <strong>de</strong> los duen<strong>de</strong>s, mientras Santiago le contaba, Ana había escuchado<br />
muy atentamente, los ojos chispeando <strong>de</strong> curiosidad: por supuesto que no irían al matrimonio,<br />
Anita. El<strong>la</strong> por supuesto que no. pero él <strong>de</strong>bería ir, amor, era tu hermana.<br />
A<strong>de</strong>más dirían Ana no lo <strong>de</strong>jó ir, <strong>la</strong> odiarían más, tenía que ir. A <strong>la</strong> mañana siguiente, cuando<br />
Santiago estaba aún en cama se presentó <strong>la</strong> Teté en <strong>la</strong> quinta <strong>de</strong> los duen<strong>de</strong>s: <strong>la</strong> cabeza con ruleros<br />
que asomaban bajo el pañuelo <strong>de</strong> seda b<strong>la</strong>nca espigada y en pantalones y contenta. Parecía que te<br />
hubiera estado viendo cada día, Zavalita: se moría <strong>de</strong> risa viéndote encen<strong>de</strong>r <strong>la</strong> hornil<strong>la</strong> para<br />
calentar el <strong>de</strong>sayuno, examinaba con lupa los dos cuartitos, hurgaba los libros, hasta jaló <strong>la</strong> ca<strong>de</strong>na<br />
<strong>de</strong>l excusado para ver cómo funcionaba. Todo le gustaba: <strong>la</strong> quinta parecía <strong>de</strong> muñecas, <strong>la</strong>s casas<br />
coloraditas tan igualitas, todo tan chiquito, tan bonito.<br />
—Deja <strong>de</strong> revolver <strong>la</strong>s cosas que tu cuñada se va a enojar conmigo —dijo Santiago—.<br />
Siéntate y conversa un poco.<br />
La Teté se sentó en el pequeño estante <strong>de</strong> libros, pero siguió observando el contorno con<br />
voracidad. ¿Si estaba enamorada <strong>de</strong> Popeye? C<strong>la</strong>ro, idiota, ¿se te ocurría que si no se casaría con él?<br />
Vivirían con los papás <strong>de</strong> Popeye un tiempito, hasta que terminaran el edificio en el que los papás<br />
<strong>de</strong>l pecoso les habían rega<strong>la</strong>do un <strong>de</strong>partamento. ¿La luna <strong>de</strong> miel? Irían primero a México y<br />
<strong>de</strong>spués a Estados Unidos.<br />
—Espero que me man<strong>de</strong>s postales —dijo Santiago—. Me paso <strong>la</strong> vida soñando con viajar y<br />
hasta ahora sólo he llegado a Ica.<br />
—Ni siquiera <strong>la</strong> l<strong>la</strong>maste a <strong>la</strong> mamá en su cumpleaños, <strong>la</strong> hiciste llorar a mares —dijo <strong>la</strong><br />
Teté—. Pero supongo que el domingo vas a venir a <strong>la</strong> casa con Ana.<br />
—Conténtate con que sea tu testigo —dijo Santiago——. No vamos a ir ni a <strong>la</strong> iglesia ni a <strong>la</strong><br />
casa.<br />
—Déjate <strong>de</strong> idioteces, supersabio —dijo <strong>la</strong> Teté, riéndose—. Yo <strong>la</strong> voy a convencer a Ana y<br />
te voy a fregar, jajá. Y voy a hacer que Ana vaya a mis showers y todo, vas a ver.<br />
Y efectivamente <strong>la</strong> Teté volvió esa tar<strong>de</strong> y Santiago <strong>la</strong>s <strong>de</strong>jó a el<strong>la</strong> y Ana, al irse a "La<br />
Crónica", char<strong>la</strong>ndo como dos amigas <strong>de</strong> toda <strong>la</strong> vida. En <strong>la</strong> noche Ana lo recibió muy risueña:<br />
habían estado juntas toda <strong>la</strong> tar<strong>de</strong>, <strong>la</strong> Teté era simpatiquísima, hasta <strong>la</strong> había convencido. ¿No era<br />
mejor que se amistaran <strong>de</strong> una vez con tu familia, amor?<br />
—No —dijo Santiago—. Es mejor que no. No hablemos más <strong>de</strong> eso.<br />
Pero todo el resto <strong>de</strong> <strong>la</strong> semana habían discutido mañana y noche sobre el mismo asunto, ¿ya<br />
te animaste, amor, iban a ir?, Ana le había prometido a <strong>la</strong> Teté que irían, amor, y el sábado en <strong>la</strong><br />
noche se habían acostado peleados. El domingo, tempranito, Santiago fue a telefonear a <strong>la</strong> botica <strong>de</strong><br />
Porta y San Martín.<br />
—¿Qué esperan? —dijo <strong>la</strong> Teté—. Ana quedó en venir a <strong>la</strong>s ocho para ayudarme. ¿Quieres<br />
que el Chispas los vaya a recoger?<br />
—No vamos a ir —dijo Santiago—. Te l<strong>la</strong>mo para darte el abrazo y recordarte lo <strong>de</strong> <strong>la</strong>s<br />
postales, Teté.<br />
303