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C o n v e r s a c i ó n e n l a c a t e d r a l M a r i o V a r g a s L l o s a<br />
—No se asombró porque le he dicho que eres mi mujer —dijo Ambrosio. ¿No puedo venir<br />
aquí con mi mujer cuando me parezca?<br />
—No soy, no he sido ni soy —gritaba Amalia—. Me has hecho quedar cómo con tu amigo, te<br />
prestaste el ...<br />
—Ludovico es como mi hermano, ésta es como mi casa —dijo Ambrosio—. No seas tonta,<br />
aquí yo hago lo que quiero.<br />
—Debe creerse que soy una sinvergüenza, ni me dio <strong>la</strong> mano siquiera, ni me miró. Debe<br />
creerse que ...<br />
—No te <strong>la</strong> daría porque sabe que soy celoso —dijo Ambrosio—. No te miraría para que yo no<br />
me enoje. No seas tonta, Amalia.<br />
Apareció un mozo con un vaso <strong>de</strong> agua y él tuvo que cal<strong>la</strong>r, unos segundos. Bebió un trago,<br />
tosió: el gobierno les estaba reconocido a todos los cájamarquinos, muy en especial a los señores<br />
<strong>de</strong>l Comité <strong>de</strong> Recepción, por su empeño en que <strong>la</strong> visita constituyera un acontecimiento, y alcanzó<br />
a <strong>de</strong>cidir y ver bajo los tules una ca<strong>de</strong>na <strong>de</strong> súbitas sustituciones: pero todo esto <strong>de</strong>mandaría gastos<br />
y no sería lógico que, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> <strong>la</strong> pérdida dé tiempo, <strong>de</strong> <strong>la</strong>s preocupaciones, el viaje <strong>de</strong>l Presi<strong>de</strong>nte<br />
les ocasionara también <strong>de</strong>sembolsos. El silencio se acentuó y él podía oír <strong>la</strong> suspendida respiración<br />
<strong>de</strong> los oyentes, entrever <strong>la</strong> curiosidad, <strong>la</strong> malicia <strong>de</strong> sus pupi<strong>la</strong>s, fijas en él: el<strong>la</strong> y Hortensia, el<strong>la</strong> y<br />
Maclovia, el<strong>la</strong> y Carmincha, el<strong>la</strong> y <strong>la</strong> China. Tosió <strong>de</strong> nuevo, arrugó apenas <strong>la</strong> cara: <strong>de</strong> modo que<br />
tenía instrucciones <strong>de</strong>l Ministerio para poner a disposición <strong>de</strong>l Comité una suma <strong>de</strong>stinada a<br />
aliviarlos y <strong>la</strong> figura <strong>de</strong> don Remigio Saldívar dominó bruscamente <strong>la</strong> sa<strong>la</strong>, el<strong>la</strong> y Hortensia:. alto<br />
ahí, señor Bermú<strong>de</strong>z.<br />
Pieles que se confundían entre el<strong>la</strong>s y con <strong>la</strong>s sábanas y tules, pelos tan negros que sé<br />
enredaban y <strong>de</strong>senredaban y sintió en <strong>la</strong> boca una masa <strong>de</strong> saliva tibia y espesa como semen. Ya<br />
cuando se instaló el Comité el Prefecto había indicado que gestionaría una ayuda para los gastos <strong>de</strong><br />
recepción; y don Remigio Saldívar hizo un a<strong>de</strong>mán majestuoso y soberbio; y ya entonces<br />
rechazamos <strong>la</strong> oferta categóricamente. Murmullos aprobatorios, un orgullo provinciano y <strong>de</strong>safiante<br />
en <strong>la</strong>s caras y él abrió <strong>la</strong> boca y arrugó los ojos: pero movilizar a <strong>la</strong> gente <strong>de</strong>l campo iba a costarles<br />
dinero, señor Saldívar, muy bien que costearan el banquete, <strong>la</strong>s recepciones, pero no los otros gastos<br />
y oyó rumores ofendidos, movimientos recriminatorios y don Remigio Saldívar había abierto los<br />
brazos con arrogancia: no aceptaban un centavo, no faltaba más. Iban a agasajar al Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> su<br />
propio bolsillo, lo habían <strong>de</strong>cidido por unanimidad, con el fondo reunido alcanzaría <strong>de</strong> sobra,<br />
Cajamarca no necesitaba ayuda para homenajear a Odría, alto ahí. Él se paró, asintiendo y <strong>la</strong>s<br />
siluetas se <strong>de</strong>svanecieron como hechas <strong>de</strong> humo: no insistía, no quería ofen<strong>de</strong>rlos, en nombre <strong>de</strong>l<br />
Presi<strong>de</strong>nte agra<strong>de</strong>cía esa caballerosidad, esa generosidad. Pero aún no pudo salir porque los mozos<br />
se habían precipitado al salón con bocaditos y bebidas. Se mezcló con <strong>la</strong> gente, bebió una<br />
naranjada, festejó bromas arrugando <strong>la</strong> cara. Para que conozca a los cajamarquinos, señor<br />
Bermú<strong>de</strong>z, y don Remigio Saldívar lo enfrentó a un hombre canoso <strong>de</strong> nariz enorme: el doctor<br />
Lanusa, había mandado hacer quince mil ban<strong>de</strong>rines <strong>de</strong> su propio bolsillo, a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> cotizar igual<br />
que los otros para el fondo <strong>de</strong>l Comité, señor Bermú<strong>de</strong>z. Y no crea que tuvo ese gesto porque<br />
consiguió que <strong>la</strong> carretera pase justo <strong>de</strong><strong>la</strong>nte <strong>de</strong> su hacienda, se rió el diputado Azpilcueta. Lo<br />
celebraron, hasta el doctor Lanusa se rió, ah esas lenguas cajamarquinas. No cabe duda que uste<strong>de</strong>s<br />
hacen <strong>la</strong>s cosas en gran<strong>de</strong>, se oía <strong>de</strong>cir él.<br />
Y usted vaya preparando el hígado, señor Bermú<strong>de</strong>z, entrevió los ojos titi<strong>la</strong>ntes <strong>de</strong>l diputado<br />
Mendieta <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un vaso <strong>de</strong> cerveza, verá cómo lo aten<strong>de</strong>rán.<br />
Miró su reloj, ¿tan tar<strong>de</strong> ya?, lo sentía pero <strong>de</strong>bía irse. Caras, manos, hasta pronto, tanto gusto.<br />
El senador Heredia y el diputado Mendieta lo acompañaron hasta <strong>la</strong> escalera, ahí aguardaba un<br />
morenito chaposo <strong>de</strong> ojos respetuosos. El ingeniero Lama, don Cayo, y él pensó ¿un puesto, una<br />
recomendación, un negocio?: miembro <strong>de</strong>l Comité <strong>de</strong> Recepción y el primer agrónomo <strong>de</strong>l<br />
<strong>de</strong>partamento, señor Bermú<strong>de</strong>z. Encantado, en qué podía servirlo. Un sobrinito, perdonaría que en<br />
estos momentos, <strong>la</strong> madre estaba como una loca y había insistido tanto que. Lo alentó sonriendo,<br />
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